La Nación con la noticia del derrumbe en 1964 |
A las 15.23 una explosión reventó en la atmósfera y todos los vidrios de puertas y ventanas de la calle Posadas se deshicieron. Una nube de polvo cubrió la cuadra. La onda expansiva alcanzó 15 cuadras a la redonda. Llegó hasta los jardines de La Mansión de los Alzaga, sobre la calle Cerrito, donde hoy se construyó el hotel Four Seasons, y edificios y palacios adyacentes.
“En ese momento yo trabajaba en un local de Arenales y Libertad, a 3 cuadras, y quedé impactado por la explosión. Fuimos corriendo a ver qué había sucedido. La recuerdo con la misma nitidez que la explosión en la embajada de Israel (de 1992, en Arroyo y Suipacha). Lo primero que se comentó es que había sido un escape de gas. La mampostería de los frentes de Posadas quedó intacta. Pero se derrumbaron los siete pisos de la cara posterior del edificio de Posadas 1168. Como el contrafrente daba a un baldío que había sobre la calle Libertad, desde allí se pudo iniciar el rescate”, afirma José Estevez, dueño de una cerrajería en la misma cuadra, 54 después del hecho.
El edificio, literalmente, había sido cortado en dos. De arriba hacia abajo. Un corte transversal. Se desplomó.
Los reportes de prensa dieron cuenta que a la primera explosión se sucedió otra. Una señora que intentaba tirarse por el balcón, por temor al derrumbe, logró ser socorrida por los vecinos. Consiguieron una lona para que se lanzara. Un obrero municipal que estaba trabajando en la cuadra fue el primero que ingresó en forma solitaria y logró rescatar a nueve heridos. Otra señora logró ser auxiliada por una escalera humana de bomberos. Luego comenzaron a sacar debajo de los escombros a hombres y mujeres ensangrentadas, mutiladas, otros con fierros clavados en el cuerpo.
El estado en que quedó el edificio: totalmente destruido y 10 muertos |
Cinco dotaciones de bomberos había llegado a la zona de rescate, más de cien hombres trabajando en el lugar. Uno de ellos, que había subido en busca de una persona atrapada en el cuarto piso, acompañado por un grupo de vecinos, en una de las primeras acciones de salvamento, fue golpeado por la caída de una losa. Se llamaba Enrique Gorlier. Fue sumado al listado de muertos.
Durante toda la noche dos usinas de la División Parque iluminaron el edificio derrumbado. Los bomberos continuaron extrayendo restos humanos. A la mañana siguiente, el miércoles 22 de julio, rescataron el cadáver de un hombre. Y luego aparecerían otros cuatro cuerpos, de una familia completa: Zaki El-Mangabadi, su esposa argentina María Isabel Falcón, su hijo Dan de dos años e Ivone, hermana de Zaki.
Poco más tarde encontraron carcasas de explosivos cargadas con pólvora negra. También había mechas, detonantes, caños cilíndricos acomodados en cajas de madera, ametralladoras PAM y cartas topográficas de cinco provincias, Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca, entre otros objetos.
Entonces entendieron que la explosión no había sido originada por un escape de gas ni un defecto de la caldera. Comenzó a intervenir la División de Coordinación Federal de la Policía Federal. Indagaron sobre la identidad de los ocupantes del departamento 108.
La explosión de la calle Posadas pasó a considerarse un asunto de Estado.
Clarín con una tapa que revelaba la historia detrás de estallido |
Un año antes, Daniel Tinayre había utilizado el edificio de Posadas 1168 para filmar la película “La cigarra no es un bicho”. En ese momento era un hotel. “Sweet Home Hotel” se llamaba. Había sido propiedad de Juan Duarte, el hermano de Evita, que a su vez había construido otro más imponente a la vuelta de la manzana, en Libertad 1559.
Ahora, al momento de la explosión, el edificio de la calle Posadas pertenecía a los hermanos Álvarez Saavedra, quienes cerraron el “Sweet Home” y ofrecieron las unidades como vivienda.
Retiro era uno de los barrios predilectos de la comunidad artística. Entre los vecinos estaban Hilda Bernard, Mariano Mores o Rosita Quiroga, la cancionista compañera de Gardel
Eran siete pisos, con departamentos de uno y dos ambientes. Cuatro departamentos por piso; dos con orientación al frente y dos al contrafrente. Ya había nueve unidades vendidas. Todavía no se habían escriturado. Una de ellas pertenecía al actor y comediante Adolfo Stray.
Retiro era uno de los barrios predilectos de la comunidad artística.
En el edificio de enfrente al de Posadas 1168, sobre la esquina de Libertad, vivía la actriz Hilda Bernard junto a su marido, el productor Jorge Goncalvez. También era usual ver en la cuadra a Mariano Mores o a Rosita Quiroga, la cancionista compañera de Gardel en muchos de sus espectáculos. Ella vivía en Posadas 1165. La puerta se le desencajó del marco de su departamento la tarde de la explosión.
En esa época la calle Posadas vivía un proceso de transformación.
Aunque la calle se seguía utilizando como acceso a los fondos de las mansiones de la avenida Alvear, para el ingreso del personal de servicio, y el pasaje Seaver que conectaba Posadas con la avenida del Libertador se mantendría por otros tres lustros, la inauguración del “Sudamérica” marcaba el tiempo de la modernidad.
Un informe de la Sección Pericias de la Policía Federal estimaría que había entre 150 y 200 kilos de pólvora negra aluminizada.
El edificio fue construido sobre la esquina de Posadas y Cerrito, con dos bloques independientes de 13 y 31 pisos, éste último con fachada curva.
En junio de 1964, cuando los departamentos del “Sudamérica” comenzaron a ocuparse, hacía dos meses que el grupo guerrillero estaba instalado en el edificio de al lado.
El departamento 108 era su centro logístico.
La Razón habla de la investigación sobre “el arsenal” que los guerrilleros tenían en el departamento de Posadas |
El impacto se sintió en el edificio “Sudamérica”. Los cristales del hall de entrada estallaron y el techo de la cochera quedó curvo, con una “panza” marcada, tras la caída de los escombros.
El dueño del departamento 108 era Isaac Tesler. Era un comerciante de La Plata. A fines de abril había alquilado su unidad por tres meses a una persona que se identificó como Perfecto Bustamante. Le dijo que lo utilizaría junto a un grupo de ingenieros mientras desarrollaban un trabajo temporal en una empresa.
De Retiro hacia el monte
Ese mes de abril de 1964 todavía permanecía en el monte salteño la columna organizada por Che Guevara desde Cuba, la primera que se lanzó para el proyecto de revolución continental. Era el Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP).
Lo conducía el “comandante Segundo”, el periodista argentino Jorge Masetti. Se había internado en el monte para instalar el la guerrilla rural junto a un grupo de militantes universitarios y otros combatientes cubanos. El grupo fue infiltrado por dos hombres de la Policía Federal.
Después de algunos meses de travesía y un único enfrentamiento con soldados de Gendarmería, el “foco rural” ya estaba cercado.
Jorge Masetti junto a Fidel Castro |
Algunos guerrilleros fueron detenidos, delatados en el llano, pero la búsqueda del resto continuaba monte arriba.
Algunos miembros de las Fuerzas Armadas de la Revolución Nacional (FARN), el grupo guerrillero en formación que ocupó el departamento 108, se había entrenado durante siete meses en una escuela militar de Cuba. Había llegado a Cuba en julio de 1962 por gestión del ahora ex delegado de Perón, John William Cooke.
En el campamento, Ángel “El Vasco” Bengochea, líder de FARN, conversó con Che Guevara sobre las condiciones para instalar un foco rural en la Argentina. Nunca llegó a establecerse si FARN lo haría como fuerza de apoyo al EGP o como una columna guevarista autónoma, independiente de la otra.
Ángel “El Vasco” Bengochea |
Sólo existía un lazo en común entre FARN y EGP: Luis Stamponi, un combatiente que acababa de ser detenido en abril en Jujuy mientras esperaba armas de contrabando –fusiles, pistolas ametralladoras, proyectiles- para trasladarlas al monte salteño. Se había entrenado en Cuba con Bengochea y otros tres militantes, cuando la lucha armada era sólo una posibilidad. Fue el único que se desprendió del grupo del PO cuando regresaron en febrero de 1963.
Su detención generó incertidumbre para la seguridad del departamento.
Quizá los planes se hayan modificado, pero no se detuvieron. Al momento de la explosión se estaban resolviendo los detalles finales para el traslado a Tucumán.
El contrato de alquiler vencía el 25 de julio. Faltaban cuatro días para irse.
Sin embargo, el hecho de que uno de los miembros de las FARN ya hubiera alquilado otro departamento en el pasaje virrey Melo, del barrio Vélez Sarsfield, dejó abierta la posibilidad de que mudarían la sede logística o que dejarían una base en Buenos Aires mientras se instalaban en Tucumán.
Antes o después, como plaza transitoria o como destino final, el grupo viajaría a esa provincia. Hubo testigos que recordaron que habían visto a los ocupantes del departamento haciendo despachos de encomiendas en la oficina postal de Vicente López 1650. Aún más: bajo los escombros se rescató el listado de llamadas telefónicas a Tucumán desde el departamento 108.
El edificio contaba con una sola línea (41-0086). El equipo intercomunicador estaba ubicado en el subsuelo y desde allí se pasaban las comunicaciones a los departamentos.
El operador telefónico Ángel Miranda permaneció varios días en el hospital Rivadavia, herido y con una crisis de nervios. Logró sobrevivir.
La estadía del grupo guerrillero ya generaba inquietud entre los vecinos. Pero eran signos aislados. Nada hacía predecir el final.”Eran muchachones que se hacían ver muy poco. Cuando alguien requería su presencia abrían la puerta sigilosamente, y se desconocía su profesión”, diría el administrador, Walter Krumbein.
Nunca se pudo establecer qué sucedió en el departamento en los momentos previos al derrumbe.
Un dato confirmado por testigos es que Lázaro Feldman, luego de estacionar un auto frente al edificio, ingresó al departamento. E instantes después sucedió la tragedia. Murieron todos.
Feldman, Raúl Reig, Carlos Schiavello, Hugo Pelino Santilli y Bengochea. En su caso, la particularidad fue que ningún resto fue hallado. Se supone que su cuerpo se desintegró.
La historia detrás de la explosión
FARN había sido gestado por Bengochea luego de su ruptura con Palabra Obrera (PO) en agosto de 1963, seis meses después de su regreso de Cuba. Se calcula al momento de la explosión había reclutado alrededor de 20 militantes.
Bengochea se había iniciado en el Partido Socialista en la década del ’40. Primero en el Colegio Nacional de Bahía Blanca y luego en la Facultad de Derecho en la Universidad de La Plata. Pronto le resultaría más atractivo el Grupo Obrero Marxistas (GOM), una agrupación trotskista liderada por Nahuel Moreno que impulsaba a los suyos a militar en organizaciones obreras e intervenir en conflictos de clase.
El edificio tenía siete pisos y departamentos de uno y dos ambientes |
El ámbito de acción el sur industrial del Gran Buenos Aires. Bengochea se empleó en la petroquímica Duperial, de capitales británicos. Otros militantes del GOM también se proletarizaron y conformaron “células revolucionarias”, como vanguardia de la clase obrera.
Entonces, en la década del ’40, el GOM entendía al peronismo como un defensor del sistema burgués, con mecanismos totalitarios y represivos, que había “estatizado” a la dirigencia cegetista y cerraba el camino a las minorías.
Los intentos de competencia en elecciones obreras resultaban infructuosos. Cuando Bengochea intentó disputar la dirección del sindicato de Químicos, fue despedido por la empresa.
Esta visión sobre el peronismo se modificó a partir de la crisis económica de 1952. El POR (Partido Obrero Revolucionario), heredero del GOM, defendió las conquistas sociales del movimiento obrero y reclamó su profundización.
Era la hora del “entrismo”, una táctica de acercamiento del trotskismo a las masas peronistas, pero críticos con la CGT y el Partido Justicialista. El GOM aspiraba que en un futuro todavía impreciso los obreros rompieran sus direcciones sindicales y partidarias, radicalizan sus posiciones y se sumaran al camino revolucionario que les ofrecía el trotskismo.
Para Bengochea el “foco rural” de Guevara omitía el potencial que podrían tener los centros industriales en la Argentina para la lucha armada
A partir de la caída de Perón en 1955 y en medio de la orfandad en que quedó sumido el movimiento obrero, ahora sin cobertura estatal, el trotskismo se uniría a las bases peronistas. Con el paradigma de “unidad en la acción” enfrentaban a la Revolución Libertadora.
Dos años más tarde, Bengochea fue designado director del semanario trotskista Palabra Obrera (PO). Se asentó en Berisso y comenzó a moverse “como un compañero más” entre comandos y grupos de resistencia peronista. Poco después fue detenido: la referencia a Perón en el semanario violó el decreto oficial que impedía mencionarlo. Permaneció nueve meses en la cárcel de Devoto.
En tanto, el trotskismo, fieles a su táctica “entrista”, apoyaría no sin algún desvelo la candidatura presidencial de Arturo Frondizi, en lealtad a la orden de Perón.
Después de un tiempo en libertad, Bengochea volvería a prisión durante la revuelta insurreccional organizada por John W. Cooke, quien junto a otras organizaciones obreras y las 62 Organizaciones Peronistas, intentaron impedir la privatización del frigorífico Lisandro de La Torre decidida por Frondizi
Fue el inicio de la decepción del peronismo por parte de Cooke. Y también la de Bengochea. Concluiría que el “entrismo” era una vía muerta.
Juan Domingo Perón y John Cooke |
Las bases peronistas se mantendrían prisioneras de la lógica burocrática de sus dirigentes y no tenían el potencial revolucionario que había imaginado. Peor aún, el trotskismo, como vanguardia ideológica, tampoco tendría capacidad para “implantar” una “conciencia revolucionaria” en los trabajadores peronistas.
Bengochea creyó que esa conciencia sólo podría alcanzarse por la lucha armada, una alternativa que también apoyaría Cooke pero en forma menos explícita. La revolución cubana se convirtió en un nuevo faro para los dos.
Este nuevo giro político –que implicaba un salto al guevarismo- tensaría la relación de Bengochea con su jefe de PO, Nahuel Moreno. Pero para esa ruptura fuese definitiva todavía faltaría el viaje de Bengochea a Cuba en febrero 1962 junto a otros cuatro militantes de PO. Fueron días de entrenamiento intenso en la zona de Escambray.
Guevara observaba al trotskismo con desconfianza, pero entendía que Bengochea podría ser una pieza para sumar a su plan de revolución continental, con columnas que se asentaran en Perú, Bolivia y Argentina, todas desarrolladas desde focos rurales, con el campesinado como “sujeto revolucionario”.
Bengochea preparó la instalación de la guerrilla de FARN en Tucumán, luego de su ruptura con PO, para unir la lucha obrera con la lucha armada
Bengochea aceptó integrarse a ese plan, pero lo hizo sin una convicción plena. El “foco rural” de Guevara omitía el potencial que podrían tener los centros industriales en la Argentina para la lucha armada. Pero siguió adelante.
Nahuel Moreno no apoyaba la lucha armada. Creía que la formación de un partido obrero revolucionario consolidado tendría mayor perspectiva que los “focos guerrilleros elitistas”, dirigidos por “aventureros de la pequeña burguesía”.
Sus críticos, en cambio, entre ellos Bengochea, criticarían a Moreno por su “verbalismo revolucionario” y la inacción a la que había sumido a PO.
La ruptura fue inevitable. El 5 de agosto de 1963, luego de 17 años de militancia,Bengochea firmó su renuncia al trotskismo.
Mantenía sus dudas sobre el estereotipo foquista, pero tampoco quería postergar su compromiso armado. Creía que peor era esperar. Aunque la infraestructura y la logística fueran deficientes pensaba que la propia dinámica de la guerrilla resolvería las limitaciones e iría generando simpatías políticas.
Las palas excavadoras en el edificio de Retiro: en la remoción de los escombros se hallaron proyectiles y bombas, informó La Nación |
Bengochea conformó FARN con algunos ex PO con los que había militado en la Universidad de La Plata y en la zona fabril de Berisso y Ensenada, durante su incursión “entrista” en el peronismo. Hugo Santilli, que era médico. Raúl Reig, estudiante de Ingeniería. Lázaro Feldman, de Medicina, Carlos Guillermo Schiavello, de Ingeniería, y ex titular de la FULP (Federación Universitaria de La Plata).
Tenían entre 25 y 30 años. Todos ellos se habían proletarizado en fábricas y frigoríficos de la zona sur y luego militaron en Tucumán, en apoyo a las luchas de los trabajadores de los ingenios, que intentaban defenderse de las rebajas salariales y los despidos. Santilli fue médico del sindicato azucarero, FOTIA.
Aquella experiencia decidió a Bengochea a preparar la instalación de la guerrilla de FARN en Tucumán, luego de su ruptura con PO, para unir la lucha obrera con la lucha armada.
Mario Roberto Santucho, también instalado en Tucumán con el FRIP (en 1965 conformaría el PRT junto a Nahuel Moreno), criticaría a Bengochea por su “militarismo”. Por entonces el FRIP no participaba en la lucha armada. La iniciaría pocos años después, en 1969, en el mismo territorio.
La muerte accidental
La caída de Stamponi en Jujuy y la del EGP en el monte salteño no aquietó los planes. El grupo de Bengochea continuó acumulando armas en el departamento de Posadas 1168 y enviando encomiendas probablemente de ropa que compraban en distintos locales de Buenos Aires. Ya habían conformado con seudónimo los nombres de los que viajarían, con sus correspondientes tipos sanguíneos, número de calzado, medidas corporales.
La lista sería encontrada bajo los escombros.
Apenas se derrumbó el edificio de Posadas 1168, Perfecto Bustamante, que había alquilado el departamento, declaró a la justicia y fue detenido. También había provisto una oficina y un galpón para la logística de FARN.
Que alguien hubiera salido o entrado de manera imprevista del departamento y alternó la preparación de granadas es una de las hipótesis que trascendió
El peritaje policial expresaría que al momento de la explosión los ocupantes del departamento, quienes poseían un “conocimiento superficial sobre la peligrosidad de los elementos que se manipulaba”, estaban preparando granadas de mano. Fue la suposición más firme.
El informe entendió que existió la posibilidad de que “un manipuleo incorrecto de los detonadores empleados durante el armado del sistema de iniciación produjera la explosión de uno de ellos, iniciándose la explosión, en un primer momento una granada, cuyo fogonazo de detonación produjo la reacción del depósito de pólvora”.
Las circunstancias previas a la explosión nunca pudieron establecerse. Que alguien hubiera salido o entrado de manera imprevista del departamento y alternó la preparación de granadas es una de las hipótesis que trascendió.
La explosión acabó con las vidas del núcleo central de las FARN, de los cuatro miembros de la familia egipcia y del bombero Carlos Gorlier, fallecido durante el rescate.
La ubicación del departamento 108, orientado hacia el terreno baldío de la calle Libertad, concedió un colchón de aire que evitó una tragedia aún mayor.
El frustrado intento del guevarismo liderado por Angel Bengochea se autoextinguió en aquella misma tarde del barrio de Retiro.
FARN no sobreviviría. Y sus pocos colaboradores fueron detenidos o escaparon. La organización era frágil.
Los posteriores grupos armados que tuvieron auge en los años ’70 –Montoneros, ERP, FAR, Descamisados, entre tantos otros- prefirieron olvidar su historia.En parte porque Bengochea, durante su militancia pública, había abandonado el socialismo, el peronismo y el trotskismo, porque su lanzamiento a la lucha clandestina acabo antes de comenzar, y porque las incursión armada del propio Che Guevara ya había fracasado.
Bengochea siquiera había iniciado la suya. FARN resultaría entonces apenas una nota perdida en la historia de la guerrilla argentina.
*Marcelo Larraquy es periodista e historiador (UBA). Su último libro publicado “López Rega, el peronismo y la Triple A”. Ed. Sudamericana.
*Para este artículo fue entrevistado José Estevez (que vive frente al edificio de Posadas 1168) y fueron consultados los recortes de prensa del diario La Razón y La Nación del 21 al 30 de julio de 1964, y los libros “Las primeras experiencias guerrilleras en la Argentina”, de Sergio Nicanoff y Axel Castellano, Cuaderno de Trabajo N° 29 del Centro Cultural de la Cooperación, y el libro “Argentina. Un siglo de violencia política”, del autor de este artículo.
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