martes, 28 de julio de 2009

La Mentalidad Asesina del “Che” Guevara

Dentro de cada terrorista hay un déspota tratando de salir. Nadie se ajusta mejor a esta definición que el oligarca Ernesto “Che” Guevara-Lynch, él fue el Ayatollah Khomeini de la revolución castrista...

Por el Prof. Carlos A. Méndez-Thort

Los defensores seculares de terroristas y tiranos buscan, de las peores y más deformes maneras, justificar sus desmanes, excesos y crímenes. El derrotado comunismo internacional soviético se convirtió en el despotismo más férreo y asesino del pasado Siglo XX.
Todos ellos creyeron que sus acciones asesinas, por muy violentas que fueran, siempre iban a ser justificables para obtener su logros. Por lo tanto, pueden defenderse con la peor mala fe sin que siquiera les remuerda la conciencia, los ajusticiamientos en masa perpetrados por el “Che” Guevara, Raúl Castro y otros personajes terroristas desde los primeros meses de la Revolución Cubana. Si la inmensa mayoría de quienes cayeron eran totalmente inocentes, no importa, porque redundó en beneficio del infame propósito revolucionario de enriquecer por el narcotráfico a los sátrapas marxistas.

Al ejercer de abogados del diablo, todos los Chávez-Frías, claro está, mencionan a libres y aceptadas figuras liberales heroicas de la historia humana como Sarmiento, Bolívar y San Martín, quienes justamente, por su condición de Grandes Maeses de Grado 33º, jamás podrían llegar a comulgar con la monstruosa ideología marxista.

Es justamente por ello que el libre y aceptado Lord Charles Darwin lo sentó de una trompada a Karl Marx, cuando este le pidió que firmase el “Manifiesto Comunista” por él redactado, pues, como Gran Maese, Darwin jamás imaginó que un miserable satanista como Marx se iba a dirigir a él. Sin embargo, Marx lo hizo y salió servido, si el payaso Chávez-Frías supiese quien era el libre y aceptado Maese Simón Bolívar tendría que cambiar el nombre de “Bolivariano” por el de “Gramsciano”.

La infame mención chavista de “Bolivariano” se hace a vuelo de pluma estaliniana, sin citar fuentes históricas, ni cifras, ni circunstancias, ni otros detalles que valgan a la comparación.

Pero, volviendo al genocida “Che Guevara”, quienes le defienden caen en una trampa porque un asesinato es un crimen contra la convivencia humana civilizada, sea quien sea el monstruo que lo cometa, y emplear palabras como “Extirpar” para suavizar con un eufemismo, como si se tratara de un grano, el criminal hecho perpetrado, que no es otra cosa que un asesinato, no establece distinciones entre quienes emplean tales métodos de represión y violencia.
De hecho, el infame “Che Guevara” mencionaba a menudo los escritos de Adolf Hitler y con toda saña los llevaba a la práctica guerrillera, así también fue “Extirpada” la heroica Colectividad Judía de la Isla de Cuba, más tarde la de Nicaragua y hoy, ya está en capilla la de nuestros hermanos hebreos en Venezuela.

Cabe preguntarse si se justifica que alguien tan paranoico como el “Che” realizare semejantes ajusticiamientos en masa sin siquiera mediar un justo juicio previo, así también se podrían justificar los genocidios ordenados por Stalin, ó por Mao Tse Tung, ó por Ho Chi Ming, ó por Kim Il Sung… Pues todos ellos se dedicaron a “Extirpar” a todos aquellos a quienes calificaban de “Traidores”, “Enemigos de Clase” y “Enemigos de la Patria”… Como si ellos creyeran en la libre y aceptada definición de Patria…

Lo que no podemos es justificar a unos por ser marxistas y condenar a otros por ser nazi-franquistas católicos. La tiranía tiene muchas caras pero un solo propósito: La perpetuación del poder político en contra de las libertades individuales. Sean o no positivos para quienes sobreviven los resultados de cualquier genocidio, no podemos condonarlo ni justificarlo, pues seríamos tan asesinos como lo son ellos.

La muerte del “Che” conllevó la clásica moraleja de que el crimen no paga pero se paga. Pues al “Che” lo ajusticiaron al mejor estilo británico con su propia receta, al que a hierro mata, por justicia, a hierro debe morir. En el caso del “Che”, tanto la C.I.A. como los Servicios Secretos Británicos lo querían vivo, pues el “Che” vivo era un trofeo muy valioso, el “Che” muerto, por el contrario, se convertiría en un mártir valioso para el comunismo internacional soviético y aun hoy, terminada para siempre la Unión Soviética, lo sigue siendo.

Pero el entonces Presidente de Bolivia hizo caso omiso a las pataletas de la C.I.A. y del M.I.6., pues un ex-nazi como él, evidentemente, no estaba a su servicio secreto, así fue como decidieron “Obligarlo al suicidio”... eufemismo para ocultar su más que justa ejecución vía ley marcial…

Centenares de falsos “Izquierdistas” acuden cada año a rendir tributo al líder mitológico en el poblado de Vallegrande donde lo enterraron hace 30 años, a pesar que hoy sus restos descansan en Cuba.

Los militares bolivianos intentaron organizar merecidamente su propio tributo al centenar de soldados que murió combatiendo a la guerrilla del “Che”. Pero el sorprendente homenaje a su enemigo, ahora agigantado por el fervor de sus falsos admiradores, no ha sido prohibido ni obstaculizado.

Lo lamentable es también que en Cuba no se permite que se rinda un humilde homenaje a los inocentes que murieron “Extirpados” por el “Che”,algunos a sangre fría por su propia mano, en la ola ciega de fusilamientos que desato el “Che” Guevara en los predios de la Fortaleza de La Cabaña.

El “Che” Guevara: Un Símbolo Decadente

Dentro de cada terrorista hay un déspota tratando de salir. Nadie se ajusta mejor a esta definición que el oligarca Ernesto “Che” Guevara-Lynch, él fue el Ayatollah Khomeini de la revolución castrista, un masoquista asceta que convirtió su propia afición pervertida a la renunciación en un imperativo ético para los demás. Un mundo gobernado por el “Che” Guevara hubiera sido tan civilizado como la Parthia de los Arsácidas, la Persia de los Sasánidas, ó la Hungría de Atila.

Es típico de la frivolidad narcómana de la juventud “Hippie” del mundo occidental de fines de los sesenta, el haber convertido a este inescrupuloso pedante genocida en un símbolo “Pop” de Woodstock, y solo por el hecho de que usaba boina para ocultar su enfermizo cerebro, le tenía aversión al baño higiénico diario, y resultaba antiestéticamente fotogénico desde ciertos ángulos faciales.

Aquella juventud “Hippie” de la Era de la Guerra del Viet Nam nunca quiso reconocer sus sanguinarias ideas genocidas ni le interesaron. Desde la infinita miopía de su punto de vista, cualquier joven descerebrado que haya derrocado a un gobierno por la fuerza del asesinato y en nombre de la demagogia debería de ser un héroe.

Para ser justo con alguien tan injusto como el “Che” Guevara, él no tuvo la culpa de ser tan mal comprendido por aquellos estudiantes “Hippies” occidentales. Nunca se preocupó por ocultar ni sus ideas terroristas ni sus acciones criminales. Pero, pese a su masoquista seriedad deforme, en el fondo compartía la frivolidad inmoral e intelectualoide de sus narcómanos admiradores occidentales.

Todos sus más críticos biógrafos alegan que tenía una paranoica curiosidad intelectualoide. Pero no hay ninguna prueba de que se haya dignado a reflexionar, aunque fuera un poco, sobre las causas de los crímenes genocidas de Stalin y de Mao. Tampoco se detuvo nunca a meditar sobre las fuentes del poderío económico, cultural y militar de Europa Occidental, ni de Canadá, ni de Japón, ni de Estados Unidos. No le pareció necesario.

De joven, cuando militaba en la Alianza Libertadora Nacionalista con los Queraltò, los Cafiero, y los Kelly, llegó a la conclusión de que la fuente de la riqueza de Europa Occidental, de Canadá, de Japón, y de los Estados Unidos, era la mítica explotación de los pobres y se mantuvo aferrado a esa estupidez hasta el final.

Era la única fórmula que le permitía asignarse a sí mismo, un mesiánico papel providencial en la historia, siempre como asesino del prójimo. De otra forma, se hubiera tenido que contentar con una simple práctica de la medicina, para la que no tenía ninguna vocación, él era un idiota que solo servía como criminal a sueldo del Soviet.

Todas estas críticas biografías son el fruto de años de una exhaustiva investigación universitaria y aunque hay muy pocas diferencias entre ellas, el perfil enfermizo que emerge es básicamente el mismo, de tal forma:

1) Castañeda es mucho más informativo que Anderson en relación con las ideas económicas marxistas del “Che” Guevara. Anderson lo es en relación con los abusos de su infancia y de su juventud.

2) Castañeda ubica a la segunda esposa del “Che” Guevara, Aleida March, como miembro de la oligarquía. Para Anderson es la hija de un rico estanciero.

3) Castañeda menciona a todos los hijos ilegítimos del peor que irresponsable “Che” Guevara, mientras que Anderson no hace referencia a los mismos.

Pero ambos concuerdan en las enfermizas características fundamentales de la vida y la obra terrorista de Ernesto Guevara-Lynch.

Como sus dos padres provenían de familias extremadamente ricas de la oligarquía extremeña argentina, descendiente de los Adelantados sud-españoles del Río de La Plata, el “Che” Guevara nunca conoció la pobreza ni la miseria, y tenía la auto-confianza de los que nacen en una élite entre la más alta sociedad argentina.

Sufrió de asma alérgica desde muy temprano y esto les trajo dos consecuencias: En primer lugar, le garantizó la sobreprotección y la ansiosa preocupación de su madre, que fue, con mucho, la mujer más importante de su vida, y en segundo lugar, le dio una gran carencia de autodeterminación para sobreponerse a las dificultades que encontrara en su camino.

Gracias al asma, se convirtió en un pésimo deportista, pero nunca cedió ante sus limitaciones físicas. Durante el resto de su vida fue notablemente poco autocrítico. Aceptó la evaluación de su madre sobre su propia persona y creyó que lo que hacía era justo porque era él quien lo hacía.

Hasta el fin de sus días, sobrestimó burdamente la importancia de su propia voluntad en la transformación del mundo que lo rodeaba. Su vanidad y su delirio de grandeza lo llevaron a la destrucción del prójimo. A la que también arrastró a todos los infelices a quienes pudo tener bajo su mando.

Como deja bien clara la narración de Anderson, el “Che” Guevara desarrolló desde muy temprano la preconsciencia de su propia importancia. Luego de haber sido junto a mi Padre “Comando Civil” de la Revolución Libertadora, cada vez que estuvo en dificultades durante sus vagabundeos a través de la miserable América de Habla Hispana, nunca dudó en estafar a la toda la gente pobre que se cruzaba en su camino, pues, como buen “Vivillo Criollo” descendiente de extremeños, consideraba a su propia falta de honestidad como una inteligente diversión, nunca como una debilidad moral.

Después de todo, era él quien estaba siendo deshonesto. Posteriormente, su excesiva puntillosidad en cuestiones de dinero, en la que había una gran dosis de esnobismo moral e intelectualoide, se convirtió en el rasero con que medía a los demás con el peor sadismo, así el “Che” Guevara siempre se consideró a sí mismo como un modelo de inteligencia militar, capaz de estafar a cualquier enemigo.

Llamarlo un pensador de segunda sería excesivamente generoso, su concepción económica marxista fundamental, que toda ganancia personal debería de ser eliminada de la vida económica, es una idea estúpida que ni siquiera es original, quizás sea excusable en un adolescente, pero ciertamente es imperdonable en un adulto, y solamente un monstruo inmoral estaría dispuesto a masacrar en aras de semejante ideal.

El “Che” Guevara era ese tipo de monstruo, era demasiado egoísta como para que la experiencia le hiciera cambiar de ideas, soñaba con la creación de un “Hombre Nuevo”, un idiota-útil, que por supuesto, lo tendría a él como su maestro franquestainiano, y ninguno de los hombres del pasado, desde el cavernícola inventor de la rueda hasta Shakespeare, Newton y Mozart no satisfacían ninguna de sus rigurosas exigencias paranoicas prusianas.

Todas sus biografías críticas dejan bien claro que durante la crisis cubana de los misiles soviéticos de Nikita Khruschev, el “Che” Guevara estuvo a favor de la guerra nuclear contra Europa Occidental, contra Inglaterra y contra los Estados Unidos, guerra que acobardaba de miedo a los oligarcas comunistas soviéticos, y guerra que, por supuesto, hubiera provocado la muerte de decenas de millones de seres humanos, y, tanto la total aniquilación del pueblo soviético como la del propio pueblo cubano.

El “Che” Guevara pensaba que el uso soviético de artefactos termonuclerares en forma masiva, contra Europa Occidental y contra la América del Norte, era deseable porque, sobre esa base de cenizas, se hubiera podido construir un mundo mejor basado en la supresión total de nuestras libertades individuales. No sentía la más mínima vacilación al hablar a nombre de los millones de cubanos que serían inmolados, porque el “Che” Guevara pensaba de la misma forma que genocidas tales como Pol Pot y como Ho Chi Ming durante la Guerra Sucia del Viet Nam.

Si terminó matando a muchos menos inocentes que los vietnamitas, no fue por falta de esfuerzo. Después de todo, él estaba entusiasmado con la guerra de la Indochina Francesa, y hubiera gozado al ver dos, tres y muchos Viet Nam en todo el mundo. La diferencia entre él y Pol Pot es que nunca estudió en París, y por ello estaba resentido de envidia.

Todos los biógrafos críticos se afanan por rescatar algo de esa vida desastrosa y repulsiva. Cualesquiera que hayan sido sus espantosos atractivos personales, un ente genocida con forma humana, tal como en verdad era el “Che” Guevara, quien pueda haber defendido seriamente la muerte de todo un pueblo, teniendo casi la posibilidad de hacerlo realidad, tiene que ser de una indescriptible vileza.

Lamentablemente, los autores no se animan a decirlo, pues esto último contradice demasiado esa rematada estupidez demagógica, propia de la publicidad de la “Teología de la Liberación” católica de nuestra época, según la cual el “Che” Guevara era un hombre fundamentalmente “Bueno y generoso”,y cuya falsa imagen santificada permite a la “Teología de la Liberación” católica hacer excelentes carteles publicitarios; aun cuando los obispos y sacerdotes católicos que lo combatieron demostraron, sin lugar a dudas, que el “Che” Guevara era tan “Bueno y generoso” como una víbora frente a su víctima.

Ninguno de los autores llama la atención sobre el hecho de que el “Che” Guevara adoptó una inhumana posición violentamente anti-occidental, y pro-soviética, sin saber nada de la historia, la pobreza, las condiciones de vida y la cultura eslava de la entonces Unión Soviética. Si el “Che” Guevara luego aparentó, demagógica y falsamente, que se había desilusionado con la Unión Soviética, lo cual era una estafa, fue porque los cobardes funcionarios cleptocráticos del Kremlin temblaban de miedo ante transformar, la hasta entonces Guerra Fría, en la Guerra Termonuclear que él monstruosamente les proponía.

Sus sueños eran El Gran Salto Adelante y la Gran Revolución Cultural Proletaria de Mao y de Ho Chi Ming, con todos sus millones de víctimas. La lamentable ambigüedad moral hacia el “Che” Guevara es particularmente notable en el libro de Castañeda. Es como un viejo comunista que finalmente ha aceptado que Stalin y todos sus sucesores sin excepción, asesinaron a decenas de millones de judíos, eslavos y tártaros, pero que trata de rescatar algo del inmenso naufragio, y habla de éxitos en la salud ó en la educación pública de los países desastrados por el comunismo.

Castañeda es un escritor de la izquierda roja y por lo tanto, no puede aceptar que la visión del “Che” Guevara sea básicamente macabra, su ambigüedad moral esta bien ilustrada en las páginas 188 y 189 de su libro, adonde describe los efectos de los paranoicos escritos del “Che” Guevara en la juventud “Hippie”, propia de la Era vietnamita de “Lucy en el Cielo con Diamantes”; así en la página 188 leemos:

…“El ‘Che’ no tenía razones para sospechar el impacto que tendrían sus escritos en miles de jóvenes estudiantes universitarios en los próximos treinta años, mientras marchaban alegremente hacia la masacre...Ningún autor debe de ser considerado responsable por la sagacidad o falta de sagacidad de sus lectores”...

Pero en la página 189 leemos:

…“El ‘Che’ le dio a dos generaciones de jóvenes los instrumentos de esa fe en la revolución y el fervor de esa convicción. Pero también tiene que ser considerado responsable por la sangre y las vidas de esas generaciones diezmadas”...

Estas citas contienen otro grave equívoco ético, porque los jóvenes universitarios no sólo marchaban a ser masacrados, sino también a masacrar; así el “Che” Guevara pensaba, tal como lo cita posteriormente el mismo Castañeda, que era necesario tener un inquebrantable odio contra el enemigo de clase, odio que empuja al ser humano más allá de sus limitaciones morales, convirtiéndolo en una máquina nazi de matar a sangre fría, violenta, efectiva y selectiva.

Y no sólo eso, pues ese mismo odio asesino era el pre-requisito indispensable para construir un mundo mejor. Si Castañeda considera esto como moralmente noble, no quiero ni imaginarme que puede considerar innoble.

…¿Pero, cómo pudieron ver en el “Che” Guevara algo más que un inescrupuloso fanático genocida?...

La respuesta no está en ninguno de estos dos libros, pero ambos contienen suficiente información como para dejar claro que el oligarca Ernesto Guevara-Lynch fue uno de los más implacables enemigos de todas nuestras libertades individuales de todo el Siglo XX.

Un Asesino con Causa Narco

La patota terrorista invasora del “Che”, entrenada por los “Spetnatz” de la KGB en la Base cubana de Punto Cero, sólo trajo dolor y muerte al pueblo boliviano. Era el 9 de Octubre de 1967 cuando el “Che” Guevara llevaba once meses tratando de exportar la revolución castrista a Bolivia. Estaba convencido que allí, en un pueblo débil tras la revolución comunista boliviana de 1952, podría triunfar su guerrilla terrorista. No le quedaba otro camino, a Cuba ya no podía volver, pues si lo hacía el propio Fidel Castro lo fusilaba por traidor.

Él y su pequeña patota terrorista se las habían arreglado, al peor estilo prusiano, para no reclutar ni un solo seguidor entre los campesinos bolivianos. Se habían estado cuidando de una posible traición, tal cual le sucediera, en un principio, con el propio Partido Comunista Boliviano en la ciudad de La Paz al no haberle querido prestar ayuda.

Y al final, todo lo que hizo, no fue más que acorralar mediante cobardes emboscadas y asesinar por la espalda a más de sesenta civiles y soldados bolivianos; ese es su único “Logro” militar operativo en Bolivia: Asesinar al boliviano más pobre.

Y no es ninguna novedad, en todo el Cono Sur, de la parte más lejana de América del Sur, el “Revolucionario Comunista” típico, entrenado en narcoterrorismo asesino por los “Spetnatz” soviéticos, no ha hecho nada más que tomar el sangriento camino de la violencia, el mismo que le dejaron servido los nazifranquistas católicos, para formar su tan anhelado “Estado Comunista" basado en la más criminal “Dictadura del Proletariado”.

El Coronel Joaquín Zenteno estaba al mando cuando el Che fue herido y capturado junto a dos de los suyos; todos los demás murieron en combate; fue una captura bastante significativa, aunque el “Che” distaba mucho en esa época de ser la Estatua de la Libertad comunista que falseaba ser.

Por supuesto, él ya había combatido y tenido éxito junto a Fidel Castro en la Sierra Maestra de Cuba en 1959 y había sido miembro del Gabinete Ministerial de Fidel Castro; pero era un alma enferma y después de escribir un cuaderno titulado “Guerra de Guerrillas”, empezó a recorrer las capitales europeas orientales y durante meses, trató de estimular la revolución comunista en el Congo Belga, debiendo escapar de los oficiales belgas que buscaban atraparle.

El rumor entre los soviéticos, tal como hoy lo describen los entonces oficiales de la KGB, era que Fidel Castro quería deshacerse de él, en parte debido al natural carisma del asmático fumador de habanos, aficionado a las boinas, lector de poemas y pésimo Doctor en Medicina; con su sonrisa socarrona y su despeinado a lo linyera. Todo eso resultaba irritante a Fidel Castro, a quien no le gustaba la idea de compartir el escenario, como bien lo descubriera su borracho hermano Raúl, entre otros.

De modo que cuando el “Che” dio a conocer su intención de partir, para colonizar a toda la América del Sur en nombre de la revolución bolchevique, Fidel Castro fue fácilmente persuadido de que debía dejarlo salir de Cuba y amenazarle para que no se atreviese a volver sin el éxito prometido de convertir a la región entera en varios Viet Nam, tarea en la cual fracasó por muerte.

Cuando el “Che” fue capturado, en el alto mando boliviano se planteó de inmediato el interrogante:… ¿Qué hacer con él?... Fue llevado a una pequeña escuela de La Higuera, en donde vivían muy pobremente 175 campesinos. El General René Barrientos, Presidente de Bolivia en ese momento, ya había lidiado con Regis DeBray.

Regis DeBray era un joven comunista francés quien, al peor estilo de Fried, el Rojo, de la República Federal de Alemania, y del Che Guevara, trataba de librar al mundo del “Cuco” del malévolo capitalismo occidental, de los militares y de las libertades individuales, y fue capturado en plena actividad terrorista. Ese mismo año había sido juzgado en Bolivia, en un juicio que sirvió para organizar las fuerzas de la izquierda internacional, precipitando una larga filípica del filósofo laborista inglés Bertrand Russell, quien arremetía contra todo el que calificara a Regis DeBray de criminal de guerra y, como siempre pasaba con los tramposos laboristas ingleses, el propio pueblo británico condenó sus acciones.

Barrientos no quería más de eso y por consiguiente, dio instrucciones a Zenteno de que interrogara al “Che” Guevara al día siguiente y después lo ejecutara bajo la Ley Marcial Boliviana. Cuando la tarde anterior, el “Che” se encontró frente a un soldado que pudo haberlo matado a quemarropa, le gritó cobardemente: “No dispare, no dispare. Yo soy el “Che” Guevara y valgo para usted mucho más vivo que muerto”. Pero a la mañana siguiente se dio cuenta de que el alto mando boliviano no estaba de acuerdo en que el “Che” Guevara era más valioso vivo, sino todo lo contrario.

Hacia el fin del interrogatorio se escucharon cuatro disparos provenientes de la habitación contigua, el pobre sargento encargado de ejecutarlo preguntó si el “Che” sería lo suficientemente gentil como para dejarle de recuerdo su famosa pipa, y el “Che” le dijo algo irreverente para con la pobreza del sargento.

Ya mucho antes de eso, el “Che” Guevara había tenido sus propias dificultades con otros guerrilleros en Camagüey, Cuba, en 1962, operaba un movimiento guerrillero anticastrista apoyado por los británicos, cuando aquellos guerrilleros capitalistas enemigos fueron capturados, el “Che” Guevara estaba al mando de los militares y fue el “Che” quien dio la orden de ejecutar a aquellos guerrilleros.

Pero ahora, los mismos campesinos católicos pobres que no quisieron ayudar al “Che” vivo y que incluso dijeron a los militares dónde podían encontrarlo, hablan con veneración del “Santo Che”. Su busto se levanta en la plaza de La Higuera junto a las fotografías colocadas en altares provisionales del Papa Juan Pablo II, imágenes de Jesús y de Evo Morales.

Pero la publicidad de la “Teología de la Liberación” no se detiene ahí, se encuentran imágenes del “Che” en relojes “Swatch”, en una cerveza liviana inglesa de propietarios laboristas, en ropas, en esquíes, en varios sitios de Internet, en varios discos compactos de rock satanista, etc.

“Los grandes sueños se realizan con grandes sacrificios masoquistas”, dijo la hija mayor del “Che” en la ceremonia que tuvo lugar en La Habana cuando se recibieron los huesos del “Che”, enviados por avión. En esa oportunidad ella terminó su discurso con las mismas palabras marxistas con que su padre terminaba los suyos: “Hasta la victoria siempre. Patria o muerte”.

La Patria del “Che” era de acuerdo con su lugar de nacimiento, Argentina; pero de acuerdo con su ideología, la entonces Unión Soviética. Aun así, su destino fue morir en la Patria de Bolivia, que no era su Patria y en la que nada tenía que hacer.

Prof. Carlos A. Méndez-Thort
Buenos Aires

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5 comentarios:

MARCOS dijo...

estimado sr
leî su articulo y dejeme con todo respeto decirle que no estoy de acuerdo en lo q escribio, por muchos puntos, pero que no valen enumerarlos, pues son muchos, lo que si puedo decirle q un hombre como el che, nos dio la esperanza de ser libres, usted sabra q nuestro continente todavia existe eso " del que menos tiene es explotado por el mas rico" sin jamas este ultimo poder revelarse, y es triste!!!en fin repito nuevamente con todo el respeto, no concuerdo con sus escritos acerca del COMANDANTE.
HASTA LA VICTORIA SIEMPRE; PATRIA O MUERTE.

Tupac dijo...

Despues de haber escrito con las visceras y un odio infundado... ¿no le dan ganas de vomitar al re-leerse?

LIDERMUM dijo...

Todo nuestro apoyo al Prof. Carlos A. Méndez-Thort; es una brillante exposición histórica de criminales que han pasado a la historia negra de la humanidad. Varones y mujeres con mente asesina, son los unicos que idolatran y adoran a esta clase de gente: ASESINOS.

Su hermano, servidor y amigo,

Héctor
www.jesucristoenpolitica.blogspot.com

Anónimo dijo...

el a sido un gran mentalizador su nombre y su historia nunca morira
arriva el Che

Anónimo dijo...

vale mierda todas estas mentiras del Che