El pasado día 23, día de San Jorge, se festejó el día de la Caballería. (Muchos no entenderán que significa eso para nosotros, y mucho menos que significa la palabra “ORLOFF”, va un cuentito para saberlo).
Es fácil darse cuenta que un caballo con treinta años de servicio en el lomo ya lo dio todo, viendo la evidente torpeza motriz del intenso y acumulado servicio como integrante de la Fanfarria Militar “Alto Perú” del Regimiento de Granaderos a Caballos. De no mediar la intervención de la naturaleza, hubiera sido víctima del inexorable descarte y retiro a un campo.
Por eso el caballo de nuestra historia tenía algo más.
Los hombres de Caballería, acostumbrados al contacto con estos magníficos animales, advirtieron que este compañero protocolario tenía virtudes que lo diferenciaban.
La Jefatura dispuso entonces que el efectivo: “Chupete”, tal su nombre, "pasara a retiro con el grado de "Suboficial Principal" y que pudiera deambular libremente y a voluntad por el Cuartel de Granaderos, haciéndose responsables todos los integrantes de la Unidad de su bienestar y si el animal - en su licencia - elegía para descansar un box distinto al que le pertenecía, no debería ser molestado".
Cuando mansamente se distendía en los márgenes de la caballeriza y oía, a lo lejos, acordes de la Fanfarria montada que se aprestaba a partir hacia un acto, ladeaba las orejas y en forma rauda e intempestiva se dirigía a reunirse con la comitiva, tomando su lugar de timbalero en la formación, en donde nadie se lo impedía, excepto cuando se lo apartaba y amarraba con un cinto al cuello, antes de traspasar los umbrales de salida del Regimiento, adonde se quedaba con las ganas.
Cuántas historias de amistad y respeto fluyeron en torno a este caballo.
En la última etapa de su vida, se desplomaba de cinco a seis veces al día, y los soldados, solidarios con el camarada, lo ayudaban con arneses a reincorporarse.
En aquel abril de hace unos años cayó circunstancialmente en el jardín histórico, y sus lánguidos ojos y sus rodillas vencidas indicaban que ya no iba a levantarse.
La Jefatura con dolor, a poco de conmemorarse el “Día de la Caballería”, ordenó sacrificarlo en ese mismo lugar y allí darle sepultura.
El Suboficial Mayor Oropesa que lo había montado todos esos años, fue mudo testigo de esta despedida. Nadie pronunció palabra alguna, sólo había nudos en las gargantas.
Y cuando todo parece perdido y nos circunda la tristeza, aparece nuevamente como auxilio la imagen amiga de “Chupete” en el recuerdo, empujando con su hocico la puerta trasera del Escuadrón Chacabuco, en espera mañanera, que soldados le sirvan su ración diaria de mate cocido y pan, en su balde, que comparte, como de costumbre, junto a ellos.
La placa de homenaje en el Jardín Histórico del Regimiento dice:
Aquí descansan los restos del caballo “Chupete”, último exponente de la raza “Orloff” que prestara servicios en esta Unidad durante 30 años ininterrumpidos como timbalero”.
Fuente
Veintemilla, Sarg Ay Héctor Omar – (testimonio)
Presidente de la “Asociación de Granaderos Reservistas de la República Argentina” – (texto).
Más información http://www.politicaydesarrollo.com.ar/
Contacto: politicaydesarrollo@gmail.com
1 comentario:
No soy militar, pero desde que mi padre me compró con ¡cuatro añitos! mi inolvidable "TOTO" (un "manso" adecuado a mi edad: mi padre era comisario en Marcos Paz, pero tras 15 años en Escuadrón de Caballería en La Plata, y jinete olímpico, siento "fascinación hipnótica" por los caballos. Me ha emocionado mucho la nota sobre Chupete. Puedo imaginar cuantas lágrimas silenciosas se derramaron en su entierro. ¡Gloria eterna al granadero Chupete! Y a mi "TOTO".
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