martes, 1 de mayo de 2018
PRIMERO DE MAYO: DE JORNADA DE LUCHA A FESTEJO
Por Fernando Del Corro
El Primero de Mayo de 1886, 132 años atrás, en Chicago, Estados Unidos de América, los obreros de unas 5000 fábricas se lanzaron a las calles para reclamar por la jornada laboral de ocho horas y así se configuró el multitudinario mitin de Haymarket Square donde la policía cargo contra ellos dando muerte a seis, hiriendo a muchos y deteniendo a una gran cantidad.
En esa circunstancia fue lanzada una bomba contra los policías dando muerte a ocho; al parecer se trató de una provocación instrumentada por la compañía de seguridad privada Pinkerton que justificó la represión y el juzgamiento de ocho dirigentes anarquistas inculpados dando lugar a quienes fueron conocidos como “Mártires de Chicago”.
Fueron acusados los periodistas August Spies, alemán, de 31 años; Adolph Fischer, alemán, de 30, y Albert Parson, estadounidense, de 39; los gráficos Michael Schwab, alemán, de 33, y Georg Engel, alemán, de 50; el carpintero Louis Linng, alemán, de 22; el vendedor de comercio Oscar Neebe, estadounidense, de 36, y el obrero textil y pastor metodista Samuel Fielden, británico, de 39.
El 11 de noviembre de 1887 fueron ejecutados Parsons, Spies, Fischer y Engel; Linng se había suicidado en prisión; a Schwab y Fielden se los condenó a prisión perpetua; y a Neebe a 15 años de trabajos forzados. Son ellos los que la historia conoce como “Mártires de Chicago”, los que habían sido juzgados “como bestias acorraladas” al decir del gran patriota cubano José Martí, en la nota publicada en el matutino argentino “La Nación”, del cual era corresponsal.
Por entonces la jornada laboral superaba las 12 horas diarias frente a lo cual el movimiento mundial por las de ocho horas adquirió características orgánicas cuando en el congreso de la luego llamada Primera Internacional, por entonces la Internacional Socialista (IS), de 1884, se determinó que “la limitación legal de la jornada de trabajo es una condición preliminar sin la cual han de considerarse fallidos todos los intentos ulteriores por mejoras y por la emancipación de la clase obrera”.
Ese criterio caló en el IV Congreso de la “American Federation of Labor” del mismo 1884, la cual, tras los fracasos de más de un año en las negociaciones con gobernantes y representantes patronales, convocó a un paro general de actividades para el primero de mayo de 1886.
Hace 4588 años en Egipto fue inaugurada la pirámide del faraón Keops erigida por trabajadores a los que se les otorgó el derecho a la jubilación, el primer antecedente en la materia; tras 2595 años el emperador romano Nerón inició una serie de reformas sociales que incluyeron la prohibición de re esclavizar a los libertos y la apertura de los tribunales a los esclavos para que los mismos pudiesen demandar a sus amos por malos tratos.
En 1601 la reina Isabel I de Inglaterra sancionó la “Ley de Pobres” por la que se dio alojamiento, comida, vestimenta y educación a los menesterosos a los que mediante la creación de talleres del estado convirtió en la clase obrera que se conociera en los siglos venideros aunque gobiernos posteriores en casi todo el mundo les fueran retirando derechos.
Pero unos 120 años más tarde su conmemoración en lugar de recordar a los “Mártires de Chicago” y las luchas que dieron lugar a cambios sociales se pasó a festejar el “Día del Trabajo” y en los Estados Unidos el “Día de la Justicia”, algo que hasta dio lugar a la condena del ahora fallecido anticastrista cubano Roberto Rodríguez de Aragón, refugiado en Miami y editor de la columna “La Cuba de mañana” en el semanario “Libre”.
La jornada laboral de ocho horas desde el Siglo XIX y las mejoras laborales tuvieron convocantes no solo por parte de trabajadores y organizaciones obreras sino hasta de representantes sociales de diversas ideologías como el político alemán Friedrich Engels; industriales como el galés Robert Owen, el francés Daniel Legrand y el argentino Jean Silvio Gesell, y hasta papas como el italiano León XIII y el argentino Francisco.
El Primero de Mayo de 1909 fue trascendente en pos de ese reclamo en la Argentina cuando la policía cargó contra los manifestantes en Plaza Lorea matando a tres manifestantes e hiriendo de gravedad a unos 40, de los cuales algunos luego fallecieron.
A raíz de ello, el 17 de noviembre, el anarquista ruso Simón Radowitzky, de sólo 18 años, hizo volar de un bombazo al responsable de aquella represión, Ramón L. Falcón. Es desconocido que Radowitzky no actuó solo y que dentro de su apoyo logístico estuvo el italiano Giovanni Bianchi, abuelo del ex futbolista Carlos Bianchi.
Las luchas de los trabajadores argentinos por las ocho horas también datan del Siglo XIX y ya en 1890 la Sociedad Vorwarts, integrada por alemanes, organizó la conmemoración inicial del primero de mayo y en 1895 los obreros yeseros fueron los primeros en lograr esa conquista.
La obtención, por vía legal, de ese reclamo, se produjo en el último tramo de la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen, en medio de un clima de gran agitación popular que el gobierno en un primer momento intentó reprimir con la matanza de los obreros en lo que se conoce como “La Semana Trágica” y que luego reprimió a los trabajadores rurales de las estancias británicas del sur argentino; movimiento popularizado por el escritor Osvaldo Bayer como "La Patagonia rebelde".
Sin embargo la legislación laboral desarrollada en el país desde inicios del Siglo XX con la llegada al parlamento de los diputados socialistas, el primero de ellos Alfredo Lorenzo Palacios, recién tuvo efectivo cumplimiento a partir de octubre de 1943 cuando Juan Domingo Perón se hizo cargo del Departamento del Trabajo, luego Secretaría de Trabajo y Previsión, hoy con rango ministerial.
Cabe una última mención para un empresario, tal vez el más notable industrial que haya tenido la Argentina: Horacio Anasagasti, el fundador de una increíble fábrica de automóviles creada hacia 1910, productora de vehículos que asombraron Europa, incluido uno de los que ahora se conocen como Fórmula Uno, y donde se desarrollaron modernísimas tecnologías como la lubricación forzada, hoy utilizada por toda la industria automotriz.
Fue un pionero de las ocho horas de trabajo que se aplicaron desde el primer al último día de la existencia de una fábrica de la que salieron vehículos que compitieron exitosamente en el mundo, como su victoria en la París-Madrid de 1912 y donde buena parte de los logros fueron resultado de la adhesión de los trabajadores a sus tareas.
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