Los comicios legislativos del 28 de junio pasado, convertidos en un plebiscito por el ex presidente Kirchner como un artilugio más para intentar legitimar su alicaída gestión, terminó en una colosal derrota.
Por el Dr. Alfredo Raúl Weinstabl
No podía ser de otra manera. No se puede subestimar a los ciudadanos pensando que todas sus trampas y tramoyas iban a pasar desapercibidas.
Un par de días después, con su arrogancia y soberbia, la presidente dio su segunda conferencia de prensa en los casi siete años de gestión del clan familiar, minimizando la derrota y mostrando algunas cifras que favorecían al gobierno. Para el gobierno había sido una excelente elección.
¡Lástima, fue nuevamente un espectáculo público triste y bochornoso! El desempeño de la presidente fue sencillamente vergonzoso.
Una vez más el gobierno, en particular los Kirchner, se negaban en su autismo patológico, ver la realidad existente. Sus allegados más cercanos y su círculo íntimo, no tenían lo que hace falta, para animarse a explicarles la situación imperante.
Pero finalmente con el paso de los días, la situación política del país y la paulatina desintegración del partido oficialista y sus aliados, obligaron a poner al gobierno, los pies en la tierra.
Demoraron más de una semana en interpretar el mensaje de las urnas.
El pueblo votó contra este modelo, contra el estilo del gobierno y en particular contra el matrimonio real.
Viendo por primera vez la realidad, la presidente decidió para oxigenar al gobierno, hacer algunos cambios en el gabinete gubernamental.
Pero como ya es una constante en Cristina, lo hizo mal.
Las figuras más cuestionadas por la ciudadanía, el secretario de Comercio Guillermo Moreno, el ministro de Planificación Federal Julio De Vido y el asesor presidencial en las sombras, Néstor Kirchner continuaban en sus funciones.
El importantísimo cargo de Jefe de Gabinete recayó sobre el menos indicado, Aníbal Fernández, el fracasado ministro de Justicia y Seguridad, y probablemente el más rechazado y vilipendiado por la opinión pública, también presuntamente complicado en la lucha contra las drogas y con una personalidad irritante, poco apta para el diálogo.
En cuanto a Moreno un verdadero icono de la prepotencia y de la arbitrariedad del régimen, en vez de ser desplazado del gobierno, amplió su influencia al ser designado uno de sus hombres en una importante dirección del INDEC.
En realidad una verdadera operación de gatopardismo: cambiar todo para que nada cambie. Fue prácticamente un enroque entre las mismas personas que estaban en el gobierno. Las bajas que se produjeron fueron cubiertas por personas que en general no resistirían ningún archivo.
Cristina volvió a hacer todo mal.
Un par de días después de esta lamentable maniobra tendiente a reconquistar su posición ante la opinión pública, Cristina anunció en Tucumán, una convocatoria a todos los sectores para un amplio y profundo diálogo.
El anuncio formal lo efectuó el ministro del Interior Florencio Randazzo, realizado ante solamente un puñado de periodistas.
Nuevamente Cristina lo hizo mal.
Obtuvo como respuesta de casi todos los partidos políticos de la oposición un generalizado gesto de desconfianza y malestar. El “amplio y profundo” diálogo abarcaba un solo tema: la reforma política. El diálogo presentaba errores de contenido y forma.
Un prestigioso analista político expreso. (ref.1) “…El diálogo político nació moribundo, casi desahuciado. No ha fracasado la gimnasia de conversar (que no sería mala si fuera auténtica), sino la estrategia de crear fuegos artificiales en el escenario mientras las cosas importantes se deciden en otros ámbitos. También naufragó el modo poco sutil y menos elegante de hacer ese diálogo: llamar a 50 partidos, como llamó el Gobierno, es lo más parecido a no llamar a nadie.
El radicalismo, la Coalición Cívica y Francisco de Narváez anticiparon que no hablarán con Florencio Randazzo en las condiciones que éste planteó ayer…”.
La convocatoria de la Presidenta al diálogo fue interpretada, como una nueva estratagema para dilatar las soluciones que exigen las actuales circunstancias y ganar tiempo esperando una situación más favorable para el gobierno. Varias veces en otras oportunidades, fueron llamados a dialogar y ese acto se convirtió simplemente en un monólogo del gobierno buscando imponer su propia postura. Lo cierto es que pocos creen hoy, en la sinceridad de la convocatoria.
Para Margarita Stolbizer, “esta reunión implica el reconocimiento de los errores cometidos estos 6 años”.
Tal vez la fragilidad y debilidad del gobierno y la fuerte postura crítica del arco opositor obligue al gobierno, de una vez por todas, a salir de su cascarón, comenzar a transitar por la senda de una verdadera democrática, del sentido común y del diálogo honesto y constructivo.
¿Cambiará en fondo y forma esta vez el diálogo? ¿Podrá ser esto posible o será otra quimera más?
NOTAS:
(1) “UN LLAMADO PARA HABLAR CON NADIE” por Joaquín Morales Solá - “LA NACION” - 14-07-09
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