Nada ha cambiado en la República, todo el estiércol político que inunda las instituciones lleva tatuado en el cerebro la palabra “progres”.
Por Jose Luis Milia
Solo hay otro ejemplo tan patético, en esta época, de desperdicio personal y también es argentino: el Papa Bergoglio. De una imagen positiva del 85% en el año de su asunción al pontificado a un módico 40 %, hoy. Pero este es otro cantar que solo nos conmueve, y no mucho, a los que somos católicos; en 2.000 años hemos aprendido a perdurar con pésimos Papas, bien podremos sobrevivir a uno medianamente malo.
A partir de esto podemos decir que el panorama que se abre a la república es malo. Podemos tener miedo, y yo lo tengo, a una vuelta del peronismo en cualquiera de sus variantes, pero llega un momento en que no se puede esconder la conciencia, pedirle que calle y no moleste porque esa posible vuelta del peronismo es peor.
Pero cabe preguntarse, ¿peor que... que?
No entremos a hacer leña del árbol caído de la economía aunque sobre tela para cortar. De seguir así, nunca sabremos si esta debacle tuvo como causa la feroz rapiña perpetrada por Cristina y sus secuaces o si la presencia de los ineptos que componían el “mejor equipo de la Argentina” ayudó a perpetrar esta hecatombe.
Pero hay cosas que son peores que el descalabro económico; al fin y al cabo quince años después de ser reducida a escombros, Alemania era una economía pujante. Hay algo que es mucho más execrable, mucho más vil y es el fraude moral al que Macri nos sometió y ese es, al menos para mi, el límite que no estoy dispuesto a cruzar.
Podríamos hacer una enumeración de las trampas y mentiras del actual presidente empezando con aquel recordado: “Se va a acabar el curro de los derechos humanos”, pero no hace falta ni siquiera hacer nuevos comentarios, las farsas judiciales siguen, los viejos combatientes, presos por haber combatido al terrorismo, siguen muriendo en las mazmorras heredadas de los Kirchner, y se espera un festival de las flores cuando empiece el G-20 y Macri, Garavano y Avruj inviten a los presidentes a tirar flores al río en memoria de la “juventud maravillosa”.
Consecuente con sus engaños, Macri- que en Tucumán se había declarado pro – vida- habilitó la discusión del aborto, pero, como el fin último que su gobierno tenía, la legalización de un crimen, fue frustrada por el senado salieron a la carga con la idea de, enmascarada en una presunta “educación sexual”, infiltrar en la escuelas las teorías LGBT de manera tal de corromper con éxito las mentes de los menores. De eso los porteños sabemos y mucho, el jefe de la ciudad gasta nuestros impuestos pintando arcos iris y promocionando festivales por la “diversidad”, mientras chicos y chicas piden limosna o se venden por una cerveza en las puertas de los supermercados.
Además, y como burla final, el ejecutivo, mediante el ANMAT que depende del ministro Rubinstein autorizó la venta- con receta, eso si- de misoprostol el abortivo hogareño que hoy se promociona hasta por Mercado Libre; es decir que no solo se burla de nosotros, sino también de los senadores que se negaron a la legalización del aborto.
En verdad, nada ha cambiado en la República, todo el estiércol político que inunda las instituciones lleva tatuado en el cerebro la palabra “progres”, donde la única diferencia se da en que unos, los ladrones anteriores con pretensiones de “zurdos” son resentidos de alma y los otros son tilingos que necesitan mostrar que son "progres" aunque hayan nacido en Recoleta.
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