Por Gabriel Boragina ©
Es casi un lugar común considerar que la educación debe prioritariamente estar a cargo del gobierno. Existe un consenso generalizado en cuanto a este aspecto. La función de educar se piensa esencialmente tarea a cargo del "estado" y sólo subsidiariamente de los particulares. Es posible que esta convicción resida en el hecho de que la educación se cree una actividad "no económica". Es bastante discutible este último aserto si lo observamos desde el ángulo de que quien se educa lo hace principalmente con el objeto de adquirir conocimientos que le den competencia en el campo laboral y le permitan no sólo subsistir financiando sus necesidades cotidianas, sino además darle mayores oportunidades de progreso que -necesariamente- se van a reflejar en lo económico. Por supuesto que, la educación no solamente sirve para conseguir buenas colocaciones laborales, sino también para obtener satisfacciones intelectuales y hasta espirituales. Pero una cosa no excluye la otra, y resulta -a nuestro juicio- apresurado descartar sin más los resultados económicos de la educación desde el punto de vista individual.
Lo mismo cabe decir -desde un enfoque praxeológico- de la "medicina, previsión social, arte, ciencia" etc. Sin embargo, hay autores que defienden la propiedad privada y que hacen esas distinciones. Citamos al respecto el siguiente párrafo:
"Propiedad privada. El éxito en educación, medicina, previsión social, arte, ciencia y otras actividades no económicas, se basa en los mismos dos principios anteriores. Por eso la propiedad privada, sostén y garantía de todas las libertades, debe ser respetada por todos, gobernantes y gobernados, no sólo en economía y finanzas, sino también en enseñanza y cultura, salud y deportes, cajas de jubilaciones y pensiones; y en los ámbitos de familias, partidos, iglesias y demás instituciones privadas." [1]Debemos recordar que la propiedad privada es una institución fundamentalmente económica, que nace de un hecho natural como es el de la escasez de bienes y servicios. Si bien los valores últimos perseguidos por los seres humanos no son siempre ni completamente económicos, resulta innegables que los medios indispensables para concretar esos valores si lo son, mal que les pese a quienes discurran que la economía sólo se trata de una ciencia de números, gráficos y ecuaciones.
Iglesias, partidos y familias ("y demás instituciones privadas") necesitan de la economía para poder sostenerse y continuar creciendo, y más aún si pretenden desarrollarse. No se trata de un enfoque materialista el que hacemos, sino que reconocemos a la economía una función instrumental como medio idóneo para que el ser humano pueda desplegar sus facultades, tanto físicas, intelectuales, como espirituales. Es decir, la economía es el medio que permite al ser humano perseguir aquellos valores no económicos. No obstante, todas las actividades (y siempre desde el enfoque praxeológico) son económicas.
Pero si incluimos un análisis cataláctico, podemos preguntarnos: si los costos, tanto monetarios como de oportunidad para educarse, sea que lo afronten los padres del estudiante o el estudiante mismo, no son económicos ¿Qué tipo de costos son? ¿Cómo podría -en tal caso- considerarse la educación fuera del mundo económico?
"Los Gobiernos han usurpado funciones para las cuales sus rasgos esenciales son disfuncionales. ¿Cómo ha sido? ¿Cuándo comenzaron? 1) Empezaron en el s. XVIII con la educación, asumiendo que los padres no enviarían a sus hijos a la escuela si no fuesen forzados a hacerlo; que la educación estatal sería “gratuita”; y además “neutral” en materia religiosa. El primer supuesto es históricamente falso: por siglos los padres han enviado a sus hijos a la escuela sin ser obligados. La gratuidad no es tal, es financiamiento con impuestos. La neutralidad tampoco: Es catequización en la religión del Humanismo secular iluminista, evolucionista, idólatra y políticamente estatista. Además, la calidad de la educación estatal ha sido y es muy pobre en todos los países: los niños de primaria no salen bien en las pruebas de lectoescritura y comprensión, ni de aritmética elemental. Tampoco los bachilleres en las de ciencia y cultura general. Y la formación profesional de los universitarios es harto defectuosa." [2]Compartimos completamente los conceptos que se vuelcan en el párrafo citado, y lo conectamos con nuestros comentarios previos en cuanto a las funciones e implicaciones económicas de la educación. ¿Por qué los gobiernos se comportaron -y aun lo hacen- como indica el autor en comentario? Pensamos que porque los gobiernos han comprendido que manejando la educación podían (y efectivamente pueden) manipular los recursos económicos de la gente que es gobernada. Sólo mediante la educación estatal logra convencerse al futuro ciudadano de la bondad y "necesidad" de -por ejemplo- pagar puntualmente los impuestos como si estos fueran una "necesidad social" o peor aún, una "obligación moral", señalando a quien los evade como el máximo de los delincuentes sociales. Es en las escuelas y universidades estatales donde se enseñan las bondades del mal llamado "estado benefactor" o "de bienestar" (verdadera contradicción en términos al decir del profesor Alberto Benegas Lynch (h) acertadamente); donde se instruye que la solidaridad sólo puede ser pública (o sea, estatal) y desafortunados conceptos por el estilo, que hoy en día casi nadie cuestiona o se lo hace en muy escasa medida.
¿Cuál es, pues, el objeto de los gobiernos al tomar (por si o por otros) las instituciones educativas e inculcar estas perniciosas doctrinas si no es el convencer a la gente de que entregue de buena gana el fruto de sus esfuerzos laborales al fisco a efectos de alimentar sus voraces arcas, siempre ávidas de fagocitar más y más recursos? ¿no es acaso económico? Creemos que sí. Y es en esto en que basamos nuestro convencimiento de la economicidad de la educación o si se quiere la de sus fines económicos.
Claro que la educación estatal no presenta ni expone tales fines de los gobiernos de la manera descripta en el párrafo anterior. En su lugar, hablará de "justicia social" solidarismo, confraternidad, conciencia social, y completará todo sustantivo posible con el adjetivo "social" que, como dice el fenomenal Friedrich A. von Hayek, no es sino la palabra comadreja que, como ese animal hace con el huevo lo vacía de contenido sin siquiera romper la cascara.
[1] Alberto Mansueti. Las leyes malas (y el camino de salida). Guatemala, octubre de 2009, pág. 40
[2] Mansueti A. ibidem. P. 89
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