Todos los opositores con ambiciones presidenciales parecen dispuestos a jugar cartas en las elecciones de octubre. Vislumbran el fin de la era kirchnerista. No es lo que suponen Cristina y Néstor Kirchner, que enfrentan como si nada un bajón económico que recrudece cada día.
Por Eduardo van der Kooy
Dos malas noticias casi simultáneas se abatieron la última semana sobre Cristina y Néstor Kirchner. Una fue disparada, otra vez, por la economía: la fuerte caída en enero de la producción automotriz (54,6%) estaría empezando a desnudar la profundidad de una crisis disimulada por la desatención pública que acostumbra a provocar el verano.
Esa novedad oficial fue acompañada por otra que se mantiene todavía entre muros y que acentuaría la oscuridad de los presagios: la producción de acero en el mismo período disminuyó un 60%. Debe haber, sin duda, relación entre esa disminución y la de la fabricación de autos. La industria siderúrgica suele ser un termómetro confiable de la marcha de cualquier economía.
La otra noticia salió del planeta político. Se advierten en esa geografía dos planos. Abundan los diálogos multipartidarios y sectoriales para enfrentar al kirchnerismo en octubre. Pero detrás del parloteo parece conformarse otra realidad acorde al pensamiento de la oposición sobre que el mandato de Cristina cerraría indefectiblemente en el 2011 el ciclo kirchnerista.
¿En qué consiste aquella realidad? En que todos los líderes políticos con aspiraciones presidenciales han resuelto jugar sus cartas, de una u otra forma, en las próximas legislativas. Habrá que ver qué suerte le toca en la oportunidad a la oposición. Pero en la victoria o en la derrota, octubre se convertirá en una primaria virtual de los dirigentes dispuestos a desafiar en el 2011 al Gobierno y al peronismo oficial.
El recrudecimiento de la crisis económico y el despabilamiento opositor en un trance electoral clave nunca podría provocar sonrisas en un Gobierno. Pero Cristina y Kirchner saben todavía aparentar. La Presidenta sigue enfrascada en los anuncios cotidianos y habla con optimismo celestial. El ex presidente continúa ilusionado con encuestas cuyo origen y veracidad resulta difícil precisar.
Julio Cobos volverá al radicalismo. El vicepresidente sabe que sólo desde su viejo partido podrá lanzarse a la aventura de suceder a los Kirchner. Quizá sea éste el último año que acompañe formalmente a Cristina.
El radicalismo necesitaba a Cobos para equilibrar dentro de la sociedad con la Coalición Cívica el empuje presidencial de Elisa Carrió. Pero el vicepresidente tampoco estaba en condiciones de caminar solo. Su buena ponderación pública ganada con el voto que derrotó al matrimonio en el conflicto con el campo no tuvo traducción en el armado político: apenas en Mendoza, su provincia, pudo diseñar una módica fuerza propia.
El senador Ernesto Sanz hizo una ímproba tarea para lijar las últimas discordias entre Cobos y Gerardo Morales, el jefe de la UCR. El senador jujeño fue uno de los impulsores de la separación de Cobos del partido cuando se arrimó a los Kirchner.
Margarita Stolbizer nació en la UCR aunque es la candidata a diputada en Buenos Aires de Carrió. Los dos mujeres recelaban del posible retorno de Cobos al radicalismo. Pero la realidad les dio una palmada de advertencia: Kirchner tiene decidido apostar en la principal provincia del país el destino de la próxima elección. Aún desvencijado, el radicalismo conserva una capacidad de acción y control político de la cual carece todavía la Coalición Cívica.
Esa experiencia en Buenos Aires difícilmente se reedite en Córdoba. El radicalismo rastrea allí un acuerdo con el ex intendente Luis Juez. Pero Juez no da señales o da señales confusas. En Córdoba existiría una situación propicia para cualquier laboratorio opositor: una encuesta local afirma que más del 70% de los cordobeses parece dispuesto a votar contra los Kirchner.
El pacto, en cambio, asoma bien amalgamado en Santa Fe. Con esa fórmula Hermes Binner llegó hace un año a la gobernación. El candidato será en la provincia Rubén Giustiniani, pero Binner tendrá dificultades para refugiarse en su proverbial equilibrio sin riesgo de hipotecar la futura pelea presidencial.
Suceden también otras cosas. La provincia sufre como pocas el pleito con el campo y la sequía. Rosario se ha visto sorprendida por un clima de agitación social y política, como quedó en evidencia luego del feroz temporal de la semana pasada. Reaparecieron grupos piqueteros de la izquierda y se reanimó también el peronismo.
Influye, además, la figura de Carlos Reutemann. El conflicto con el campo lo trajo del ostracismo y está enfrentando a los Kirchner, desde el propio PJ, como pocos se animan. Sin ostentaciones, desairó la invitación para viajar con Cristina a España.
El panorama se ha complicado para el socialismo y, tal vez, octubre no resulte el paseo pensado meses atrás. Binner conoce el desafío, pero Carrió también enfrenta el suyo: todas las encuestas muestran en Capital una distancia sideral entre Gabriela Michetti y el resto de los candidatos. La vicejefa porteña es la primera espada electoral de Mauricio Macri.
La amenaza, tal vez, haya inducido alguno de los virajes sorprendentes de Carrió. Pasó de una hormigonada rigidez a la flexibilidad de un junco. Hasta promueve diálogos con Reutemann y Macri.
A la promocionada alianza del macrismo con Felipe Solá le falta madurar. El ex gobernador hubiera preferido, por ejemplo, que Eduardo Duhalde no interviniera tan rápido a su favor. El protagonismo de Duhalde lo retrae naturalmente a Macri. El ex presidente no posee buena ponderación en Capital. En ese territorio el jefe porteño apuntala para octubre, precisamente, su proyecto presidencial.
La unión de Solá con el macrismo podría ocupar un espacio electoral similar al que representa Francisco De Narvaez. Por eso Duhalde se empeña en una unidad ahora improbable. Ese empeño, a veces, causa fricciones. De Narvaez se fastidió con los elogios a Solá y dejó plantado al ex presidente en un almuerzo que se hizo en Mar del Plata y que congregó a un lote de dinosaurios peronistas.
Kirchner parece condenado a tolerar las críticas de Reutemann porque Santa Fe es en hipótesis la única de las provincias importantes que, a lo mejor, podría secundar el éxito que descuenta en Buenos Aires. Pero no sólo eso: el ex gobernador estaría en condiciones de ayudarlo a ordenar el desbarajuste político que se está produciendo en Entre Ríos por la acumulación de conflictos y la pésima relación entre el gobernador Sergio Uribarri y Jorge Busti.
¿Qué conflictos? El del campo deja sus secuelas. Entre Ríos es uno de los lugares que mayor presión ejerce sobre la Mesa de Enlace para que lance este mes un nuevo plan de protesta.
Aparte están Botnia y Gualeguaychú. El Gobierno tenía planeado desarmar el bloqueo del puente internacional a mediados de mes. Pero el endurecimiento del discurso oficial, un desperfecto en la pastera que inundó de malos olores la ciudad y la mancha verde sobre el río Uruguay -causada por algas, según los informes oficiales- han complicado las cosas. Las complicaciones podrían tener su secuela electoral: Busti no quiere ahora encabezar la lista de diputados, como había convenido en principio con Kirchner.
La oposición le reclamó también al Gobierno un debate sobre la crisis. El Congreso no abrió en enero y probablemente también pase de largo febrero. Los Kirchner prefieren gobernar en soledad, sin discusiones incómodas.
Quizá la del conflicto con el campo sea la de menos. Al Gobierno le costaría explicar, en cambio, el método y los argumentos que utiliza para aplicar fuertes aumentos en los servicios. No está en tela de juicio la necesidad del ajuste de tarifas. Pero su volumen obedece al congelamiento innecesario que mantuvo, en especial, a partir del 2006. Resultaría inaceptable aceptar en silencio la justificación esgrimida por Julio De Vido. "Los pobres no pueden subsidiar a los ricos", señaló el ministro. ¿Qué sucedió entonces durante los cinco años pasados?
Hace mucho tiempo que el Gobierno se acostumbró a comportarse sin pudor. De otro modo, hubiera hecho la presentación del acuerdo con los gremios por Aerolíneas Argentinas sin tanta alharaca. Ese acuerdo fue siempre reclamado por las sucesivas empresas que intervinieron en la privatización. Ese acuerdo fue boicoteado por los gremios con la complicidad de Ricardo Jaime, el secretario de Transporte.
Tan es así que para viajar a España Cristina buscó una enmienda con la empresa Marsans, que pasaría por la incorporación de nuevos aviones adquiridos con anterioridad por los españoles.
Los Kirchner esquivan también el pudor cuando repiten que los poderosos en crisis copian sus recetas económicas. Cristina navegó entre una picardía y una ridiculez al querer establecer un parangón entre Juan Perón y Barack Obama.
Los Kirchner son así, como fueron estos años. Pero el mundo y el país han dado casi una vuelta de campana. De eso parecen no haberse percatado todavía.
Clarín
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