La infidelidad casi siempre deja rastros, a veces se transforma en hijos sin apellido, ocultos, que crecen como va creciendo el temor a que se descubran.
Por Darío
La infidelidad, tragedia de las relaciones humanas que ha causado desilusiones, llantos, desesperanzas, venganzas, y hasta perdones en miles de parejas.
La infidelidad, sobre la que se han escrito cientos de libros, estudios, opiniones, en busca de sus motivaciones y consecuencias.
Desde el comienzo de la humanidad la infidelidad ha estado presente.
Luz y oscuridad, amor y odio, humildad y soberbia, lealtad e infidelidad.
Las pasiones humanas que transitan mezcladas entre el corazón y la razón.
En estos tiempos tormentosos de nuestro país hemos visto todo tipo de infidelidades, políticos cambiando de partido, gente traicionando al país, otros detrás de una bandera que no es la azul y blanca, soldados abandonando a sus camaradas a su suerte, nuevos Judas entregando a Jesús, pero hay una especie retorcida: el infiel hipócrita.
En esta oscura categoría las dos partes hacen de la hipocresía un provecho para su propio juego.
Las dos partes involucradas, victimario y víctima juegan según su conveniencia.
Las pruebas sobran en la infidelidad cometida, salvo los reproches del momento callan y siguen juntos cada cual en su vida.
El tiempo pasa, van viviendo la hipocresía ante el resto del mundo como una pareja feliz y amorosa.
Pero la infidelidad casi siempre deja rastros, a veces se transforma en hijos sin apellido, ocultos, que crecen como va creciendo el temor a que se descubran.
Cuando la muerte sorprende al infiel parece ser que el pecado le es perdonado, así la hipocresía alcanza su máximo nivel de locura.
El infiel se convierte en inspiración de fidelidad, en un modelo a seguir, en una hipocresía a copiar.
Cuando el destino juega a revelar los secretos humanos y el velo que oculta la traición es arrancado, queda desnuda la infidelidad ante los ojos curiosos de los hombres.
Mas la otra parte que jugó a cambiar infidelidades disfrazándolas para no ser descubiertas queda tan desnuda como la propia verdad.
Lágrimas, vaya a saber porqué, sobre el ataúd del que ya no podrá ser infiel.
Su muerte la libera de la propia pero no de la hipocresía.
Ambos han vivido una vida de engaños y mentiras, de verdades disimuladas o no.
Ella dijo a todos que seguirá con la tarea inconclusa del que ya no está, pero el hombre probo no es tal y la hipocresía reina ve a sus súbditos mortales rasgarse las vestiduras ante las pruebas de la infidelidad.
Una pregunta letal queda flotando sin respuesta para mal de los argentinos:
¿Los infieles son confiables?
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1 comentario:
No. Claro que no son confiables.
Si traicionaron a otro por que no lo van a hacer conmigo ?
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