lunes, 20 de agosto de 2018

AHORA ES EL PUEBLO ARGENTINO EL QUE “VA POR TODO”



En 2003, valiéndose del desconcierto generalizado producido por la caída de De la Rúa, irrumpieron en la vida pública los personajes más nefastos y deshonestos de la historia argentina, Néstor y Cristina Kirchner.

Caranchos de la política, miserables y farsantes, empapados por la ambición y la codicia, dueños de los egoísmos más despreciables y carentes de los escrúpulos más elementales que deben adornar a un ser humano.

A pesar de la complicidad pérfida de muchos, la apatía de algunos, la negligencia de otros, el desinterés de la mayoría, y en medio de la resignación, la indecisión, el pesimismo, la duda, el cansancio y el desgano de los ciudadanos justos, un hecho por demás fortuito ha terminado por descorrer definitivamente el velo detrás del cual se ocultaba el más sofisticado y perverso esquema de corrupción política.

La justicia le llegará implacable a Cristina y a su caterva de delincuentes. Lamentablemente le llegó tarde a Néstor Kirchner … (o quizás temprano, para impedir que siguiera haciendo daño). De todos modos deseo que su perversa alma esté girando como pollo a las brasas en las más profundas cavidades del averno.

El 24 de mayo de 2006, ese personaje nefasto de la historia argentina tuvo el atrevimiento de, en medio de una celebración del “Día del Ejército” en el Colegio Militar, dirigirse a los hombres y mujeres que revistaban en esa gloriosa institución de la Patria para pronunciar su célebre frase: “- ¡Como Presidente de la Nación Argentina no tengo miedo! ¡No les tengo miedo!”.

Los soldados de la Patria, a la que habían salvado de las garras del terrorismo marxista hacía 30 años, no entendían por qué debían recibir esa afrenta de boca de quien, por mandato constitucional, era el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de la Nación. Algunos tuvieron la hombría de bien de retirarse de los palcos y los más jóvenes no entendieron y sufrieron injustamente esa condena institucional retroactiva por hechos que habían ocurrido antes de su nacimiento o de su ingreso a las fuerzas armadas.

Con ese gesto patotero tan característico de su personalidad enferma, este individuo siniestro agravió e insultó sin motivo a los hombres y mujeres de uniforme que le acababan de rendir los honores que no se merecía, agravió a sus familias presentes y agravió a la historia de la Patria, que fue forjada con el filo de la espada de muchas generaciones hombres de armas que entregaron lo mejor de sus vidas a su servicio.

Un par de años antes, el 24 de marzo de 2004, en el Patio de Honor del mismo Colegio Militar de la Nación, este infeliz resentido con la vida, había ordenado descolgar de la galería de ex directores del instituto los cuadros de los Generales Videla y Bignone, produciendo la primera gran afrenta gratuita e innecesaria a las Fuerzas Armadas de la Nación.




A este individuo soberbio, resentido, arrastrado, miserable, mentiroso, corrupto, ladrón, farsante, sinvergüenza, mafioso, tránsfuga, amarrete y usurero, y a su esposa, socia, cómplice, e igualmente corrupta, les llegó la hora de la verdad. A pesar de los ciegos que no quieren ver y de los sordos que se empeñan en no escuchar, la poca justicia terrenal que estos delincuentes dejaron en pie está en el camino de hacer tronar el escarmiento, ante las inagotables evidencias de lo que fue el sistema de corrupción más importante y sofisticado de la historia argentina y uno de los más grandes del mundo.

Ahora llegó el momento de sentarme a disfrutar viendo como todo ese poder espurio construido sobre la base de la mentira, se derrumba hecho añicos sobre cada uno de los miembros de esta banda de infames traidores a la Patria. Deseo fervientemente que la justicia “no tenga miedo, no les tenga miedo”, y que no sólo sean bajados todos los cuadros de estos siniestros personajes diseminados por las galerías de toda la Argentina, sino que los ciudadanos de bien tengamos la enorme satisfacción de ver caer cada placa, cada monolito, cada nombre de calle, plaza o avenida, cada represa, cada centro cultural y cada monumento que alguna vez se erigiera en su homenaje.




No pido borrarlos de la historia, sino todo lo contrario, recordarlos para siempre como lo que fueron, de modo tal que las futuras generaciones tengan en ellos el ejemplo de la perversión política, despojándolos de la gloria con la que intentaron disfrazarse a lo largo de más de una década.

¡Tengan miedo! Ahora es el pueblo argentino el que “va por todo”.

Jorge Tisi Baña

Un envío de Marta Matheu


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