Nos invadieron anarquistas y comunistas. Y a pesar de los fracasos de sus políticas en el mundo entero, insisten en corromper a nuestra sociedad, para luego someternos, del mismo modo que lo hicieron con los pueblos de Cuba y Venezuela. ¿Los dejaremos avanzar?
La Nación Argentina fue fundada por sacerdotes, militares y laicos católicos.
El 22 de mayo de 1810, en el cabildo abierto de Buenos Aires, cuando se alegaba la creación de una junta de gobierno, quitando autoridad al virrey, participaron veintidós sacerdotes.
Además de militares y laicos católicos, diecisiete sacerdotes firmaron la petición popular de conformación de una nueva Junta del 25 de mayo presidida ahora por Cornelio Saavedra, donde se incluía como vocal al Dr. Manuel Alberti, cura de la Parroquia de San Nicolás.
Los integrantes del Primer Gobierno Patrio juraron desempeñar legalmente sus cargos sobre los Santos Evangelios hincados de rodillas y poniendo la mano derecha sobre ellos, a diferencia de los revolucionarios europeos, que tenían un tinte apóstata o eran agnósticos, similar a muchos políticos argentinos de la actualidad.
Pocas horas después de haberse conformado el primer gobierno patrio, se celebró un solemne Tedeum, notificándolo al Cabildo Eclesiástico, quien aceptó sin fisuras los hechos y donó 500 pesos fuertes para cooperar en la formación del ejército que se enviaba al Interior para garantizar la libre elección de diputados en un futuro Congreso.
Entre esos sacerdotes estuvo el presbítero tucumano Ildefonso Muñecas, clérigo y caudillo en la insurrección popular del Alto y Bajo Perú.
Varios sacerdotes ofrendaron sus bienes y personas para sostener la revolución. Participaron en las asambleas posteriores, se sumaron al ejército, fueron miembros de las legislaturas provinciales y los congresos constituyentes, arriesgando incluso su propia vida.
En el primer parlamento convocado en 1812, de treinta y tres diputados, quince eran eclesiásticos.
Fray Luis Beltrán, nacido en Mendoza, fue designado jefe del parque de artillería del Ejército de los Andes por el General San Martín.
Otro destacado sacerdote, fue el sanjuanino Fray Justo Santa María de Oro, protagonista en el Congreso que declaró nuestra independencia en 1816.
En el congreso de Tucumán, donde se declaró la Independencia, de veintinueve congresistas, los sacerdotes formaban la mayoría con dieciséis.
La fórmula de la independencia fue redactada por el presbítero Antonio Sáenz y firmada por otro presbitero, Castro Barros, como presidente.
Otros sacerdotes destacados fueron Esteban Agüero, Pedro Ignacio Castro Barros, Gregorio Funes, Juan Ignacio Gorriti, Mariano Medrano, entre tantos otros.
Estos curas prestaron sus conocimientos a la actividad legislativa y a la labor diplomática, convirtiéndose en pilares de las nuevas instituciones que fueron consolidando la autonomía local.
Fue un masón, Bernardino Rivadavia, quien lleno de espíritu regalista, realizó en Buenos Aires, contra la opinión pública, la llamada reforma eclesiástica, que consistió en la destrucción de las órdenes religiosas y la apropiación de sus bienes.
En 1853 Argentina se dio la Constitución que serviría de guía para la gobernación del país, en ella aparece el sentimiento religioso se invoca la protección de Dios, se exige la profesión católica del presidente de la Nación, se sostiene el culto católico y se ampara la libertad de cultos.
Pero los tiempos cambiaron. Vinieron hombres y mujeres de otras religiones, ateos y agnósticos.
Nos invadieron anarquistas y comunistas. Y a pesar de los fracasos de sus políticas en el mundo entero, insisten en corromper a nuestra sociedad, para luego someternos, del mismo modo que lo hicieron con los pueblos de Cuba y Venezuela.
Ayer fueron por las fuerzas armadas.
Hoy van por la Iglesia Católica.
Mañana vendrán por nosotros.
¿Los dejaremos avanzar?
Orlando Agustín Gauna Bracamonte
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