El proceso revolucionario, hace mucho devenido esperpento conservador e inmovilista, ha tenido la característica de suprimir toda generosidad con respecto a los nacionales que, en cualquier momento, rehusamos plegarnos a sus designios.
Por Rogelio Fabio Hurtado
Quienes nacimos en los años de post-guerra en Cuba fuimos sorprendidos por la Revolución entrando en la adolescencia. El cataclismo social derrumbó las estructuras tradicionales y expuso las vidas individuales a la brusca intemperie. No quedó lugar para la experiencia acumulada ni tiempo para aprendizajes. Imperaron la osadía y la inmediatez. Para algunos fueron tiempos hermosos, para todos terribles.
Tuve ocasión de meditar en todo ello la otra tarde, en ocasión de participar en una teleconferencia con la distinguida escritora cubana Uva de Aragón, quien salió de Cuba con su familia en 1959, apenas cumplidos los quince, cuya trayectoria ejemplifica de manera ideal la otra cara de nuestra desgarrada generación.
Ya en el pleno diálogo que sucedió a su exposición, se me ocurrió preguntarle cómo había sido el proceso que la había llevado desde las trincheras del enfrentamiento a los caminos del encuentro y la reconciliación y recurrí a la expresión intelectual orgánica del Exilio histórico, sin percatarme de que justamente eso era y había sido siempre Uva, sólo que de la Cuba única, a la que pertenecemos todos. Eso se me impuso como evidencia leyendo Morir de Exilio, uno de sus libros que tuvo la gentileza de obsequiarnos.
En Morir… ha recogido las notas elegiacas consagradas por ella a rendirle homenaje póstumo a tantos cubanos ilustres que cerraron sus ojos lejos de Cuba. Lo ha hecho con estremecida lucidez y con grandeza.
Personalmente, debo agradecerle que sus semblanzas me hayan devuelto la emoción patriótica, no poco magullada por la corrosiva bobería cotidiana, a la que se refirió Borges en su salutación al Golpe Militar que derrocó a Perón en 1955.
Pasemos a otras ideas suscitadas por la escritora. A cambio de la ruptura con el ambiente natal, pérdida incalculable para quienes no la hemos padecido, ella obtuvo una tierra de adopción con las posibilidades excepcionales de los Estados Unidos de América. Como la mayoría de los compatriotas que la siguieron, las supo aprovechar a cabalidad. Los títulos y créditos que orlan su nombre lo patentizan: Uva no ha perdido ni su tiempo ni el fecundo don literario. Recibió de maestros y ha gestado alumnos.
Quienes escogimos en la adolescencia permanecer, y uso el verbo con toda propiedad pues pude haber sido uno de aquellos niños Peter Pan, si entonces parecíamos ganar, después, para muchos entre los que me cuento, no ha sido así. El proceso revolucionario, hace mucho devenido esperpento conservador e inmovilista, ha tenido la característica de suprimir toda generosidad con respecto a los nacionales que, en cualquier momento, rehusamos plegarnos a sus designios. Por lo tanto, para una persona que se respete no queda más camino que el exilio interior, carente de todas las compensaciones del exilio real.
El militante del exilio interior ha vivido durante muchos años aislado en sí mismo, apenas con unos pocos amigos, sin acceso a instituciones culturales ni participación activa en la vida cultural, Con frecuencia ha temido perjudicar a algunos amigos. Tampoco fue más acogedora su relación con la otra Cuba, donde con frecuencia se valora más la relación e incluso la complicidad con el Régimen.
Si miramos al ámbito interno, podría parecer de lejos que la Iglesia, en especial la Católica, podría ser un mínimo espacio para respirar y compartir, pero el iluso no demorará en comprender que Las Habana no es Varsovia y que en nuestros palacios eclesiales, salvo honrosas excepciones, no se acoge la rebeldía, más bien se premia el miedo compartido.
Así, no tuvimos maestros ni tenemos alumnos. Más de una vez he pronunciado los versos de Tagore:
Gracias, Señor, porque no soy rueda del poder
Sino uno, con los que El aplasta.
Pero, entrado ya en los sesentas, cada vez duele más esta desgarradura y se agradece más el encuentro con seres luminosos como Uva, quien no dejará que se desvanezca esta pobre generación tan desgarrada y nuestra.
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