lunes, 16 de julio de 2012

La perpetuación en el poder

No saben muy bien qué proponer, pero todos sabemos qué quieren: que Cristina Kirchner pueda ser reelecta, para alcanzar esa "Cristina eterna" que postuló Diana Conti.

Por Jorge R. Enríquez (*)

 Se ha tornado agobiante hasta el hastío el uso enfermizo que la presidente hace de la cadena oficial, no precisamente para realizar anuncios de trascendencia, sino para recitar estadísticas misteriosas de difícil comprobación y, fundamentalmente, para criticar y agraviar a quienes no adscriben al credo oficial u osan pensar diferente a ella.

En sus últimas versiones telúricas de “Aló Presidente”, su blanco preferido ha pasado a ser Scioli, contra quien carga duramente en cada oportunidad que se le presenta.

Hace algunas semanas el gobernador de la provincia de Buenos Aires le solicitó fondos al gobierno nacional para el pago de sueldos y  aguinaldos de los empleados públicos. Cristina Kirchner dijo que las provincias debían administrarse bien, y que gobernar no era sólo poner la cara para las fotos, sino gestionar con tanta eficiencia como lo hacía ella y antes lo había hecho "él".

La modestia nunca fue una virtud de nuestra primera mandataria, pero en este caso el desacople con la realidad es llamativo. Si hubiera administrado bien, no estaríamos hoy enfrentando los graves problemas económicos que nublan el horizonte argentino. No, ha administrado pésimamente. Ha despilfarrado la mayor bonanza que benefició a la Argentina en más de un siglo.

Finalmente, le concedió a Scioli sólo una parte de lo que pedía, por lo que podrá pagar los sueldos pero el aguinaldo deberá abonarlo en cuatro cuotas, de ahora a octubre, con las consecuencias de paros y cese de servicios públicos que está enfrentando el mandatario provincial y que, en definitiva, terminan castigando al pueblo bonaerense.

Para humillarlo más, le designó al ministro de Economía, Lorenzino - que, por lo visto, sigue en funciones -, como una suerte de auditor ante el cual Scioli deberá rendir examen para que la Señora determine si es merecedor de su generosa ayuda.

Está todo trastocado. Son las provincias las acreedoras del gobierno nacional, el más unitario de nuestra historia, que centraliza todos los recursos y los distribuye con absoluta discrecionalidad, para premiar a los incondicionales y castigar a los que muestren algún grado de autonomía.

Scioli es sancionado porque tuvo el atrevimiento de decir que le gustaría ser presidente si Cristina Kirchner no fuera reelecta. Esa natural aspiración de cualquier político de cierta envergadura (Scioli ha sido por voto popular vicepresidente de la Nación y dos veces gobernador de la principal provincia argentina), expresada además con extrema prudencia y de un modo conjetural, fue tomada en el Palacio como un pecado mortal.

Se le reprocha al gobernador bonaerense, por ejemplo, que dedique muchos fondos a la publicidad oficial y molesta, especialmente, que parte de esa publicidad vaya a Clarín y La Nación. Se le recrimina que habla con dirigentes opositores o que juega al fútbol con Macri y con Moyano.

Lo que debería ser normal en un país en serio, es tomado como actos de traición.
Así estamos. El conflicto ha ido escalando. ¿Cómo seguirá? En un escenario de restricciones crecientes de la economía, cuando tanto el gobierno nacional como el provincial hace apenas 6 meses que iniciaron su segundo mandato, el futuro aparece muy complicado.

El meollo de la cuestión se asienta en que una de las preocupaciones que desvelan a la presidente y a su séquito de sumisos aduladores es la sucesión presidencial. Todo gobierno populista y autoritario aspira a la eternidad.

En un sistema político como el argentino, según viene siendo moldeado por el kirchnerismo, esa aspiración, conforme esa nefasta visión, es hasta comprensible: como el que gana se lleva todo, y además debe cimentar su legitimidad en la denostación de quien lo precedió, la situación del que queda a la intemperie puede ser dura, sobre todo si pesan sobre él o ella actuales o potenciales causas judiciales.

Ya se sabe que muchos jueces federales son de una conmovedora coherencia: siempre oficialistas.

Por eso la señora de Kirchner, prestamente auxiliada por el coro de obsecuentes que la rodea, ya lanzó la idea de la reforma constitucional.

Lo hizo, claro, de la hipócrita manera en que actúa el kirchnerismo: negando con la palabra lo que exhibe sin pudor con la conducta. Pero ya pretende ir creando el clima, para lo cual organiza supuestos debates sobre el tema.

Primero se valió del juez de la Corte Eugenio Zaffaroni, quien promueve la instauración del parlamentarismo. Era una vía de acceso muy burda, porque nada puede ser más lejano a la concepción caudillista e hiperpresidencialista del kirchnerismo que un sistema parlamentario de corte europeo.

Ahora ya no se sabe bien cuál será el fundamento alegado para la reforma. Se habla vagamente de ampliar los derechos, de terminar con el constitucionalismo neoliberal, etc. Para tal fin, emplea a "constitucionalistas" como Luis D´Elía y otros de similar tenor, para quienes insólitamente hace unas semanas se prestó una sala de la Facultad de Derecho de la UBA, como si se tratara de un acto académico, y no una  reunión partidaria que podría haberse realizado en una unidad básica.

No saben muy bien qué proponer, pero todos sabemos qué quieren: que Cristina Kirchner pueda ser reelecta, para alcanzar esa "Cristina eterna" que postuló Diana Conti.

El efecto de esta desembozada pretensión ha sido el adelantamiento de la lucha sucesoria. Esto ha servido como un catalizador del proceso político, que se aceleró enormemente, a la par del deterioro de la situación económica.

Hoy por hoy, el oficialismo no tiene los números en el Congreso para la reforma. Si se profundiza la recesión, como todo lo indica, y si la inflación sigue su curso, es improbable que las elecciones de 2013 modifiquen esos números en favor del kirchnerismo.

Pero en la Argentina actual hablar de 2013 es más propio de la pluma del recientemente fallecido Ray Bradbury que de un analista político.

(*) El autor es abogado y periodista

Más información www.politicaydesarrollo.com.ar

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