Ya es pública y notoria la aversión que suscita la sola vista de la imagen de la actual presidenta sin ejercicio. Lo que en buen romance significa que ni en fotos la pueden ver.
Por Jorge Omar Alonso
El matrimonio presidencial argentino es totalmente impresentable, aparte de seres enconados y vengativos. No reúnen en absoluto el más mínimo fragmento de calidez humana y amabilidad personal.
Ya es pública y notoria la aversión que suscita la sola vista de la imagen de la actual presidenta sin ejercicio. Lo que en buen romance significa que ni en fotos la pueden ver.
Como ya lo destacó la prensa española y argentina, ha dado muestras de su falta de apego a las más estrictas normas protocolares en su visita a España.
Como lo expresara la psicoterapeuta Graciela Moreschi (La Nación), la señora Fernández de Kirchner ha dado muestras de omnipotencia con su comportamiento. Pero quien ha sabido definir con toda claridad tal proceder fue Abel Posse (La Nación), quien definió tal comportamiento como guaranguería.
La nulidad moral del kirchnerato, ha llevado a la ciudadanía a una creciente decepción en los valores de la institucionalidad democrática.
Estamos ante la desaparición de nuestro horizonte histórico, político, social y colectivo. Estos defraudadores de la confianza pública han llevado al desprestigio a la política en general y a las instituciones nacionales en particular.
Lo han logrado a través de la “trenza”, la demagogia y ese cínico afán de poder por cualquier medio.
La ignominia del régimen ha instalado en la gente el rechazo de una visión y perspectiva de lo “mejor” como concepto de vida y como proyecto ciudadano.
El desbande económico será muy grande y hemos de padecerlo en toda su intensidad, pero la verdadera crisis es la moral. Es profunda.
Una crisis que está en la raíz del elemento que aglutina a nuestra sociedad y que conduce a la total irracionalidad en la que vivimos.
El entramado del tejido social evidentemente ha sido desgarrado hasta quedar destruidos los criterios capaces de orientar a la ciudadanía.
La mentira como instrumento político del kirchnerato fraudulento ha sido el pivote del régimen para cimentar su poder. Resta esperar su bancarrota.
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