jueves, 6 de enero de 2011

Escribir para la corona

 
Una polémica entre Horacio Verbitsky y Nelson Castro abrió el debate sobre el “periodismo militante”: sus límites y excesos.



Por Alfredo Leuco

Uno de los principales editores de la Argentina, que conoce y valora mucho a Horacio Verbitsky, me dijo en agosto: “No te equivoques, Horacio no es un operador de Néstor Kirchner: él está convencido de que Néstor Kirchner es un operador de Verbitsky”. Este podría ser un buen comienzo de una nota si el objetivo fuera hablar de la vanidad como uno de los principales motores que tiene el oficio de periodista. Pero el intento es aprovechar el cruce de Horacio Verbitsky con Nelson Castro para reflexionar sobre un aspecto del periodismo que es el lugar en donde el discurso kirchnerista logró abrir el abismo más profundo entre amigos y enemigos. Esta vez Verbitsky dijo en referencia a un comentario radial de Nelson que “la degradación de los estándares periodísticos rompe límites”. Ya no es la discusión que producen las distintas miradas ideológicas. Se trata de un reclamo de mayor rigurosidad informativa porque, según Verbitsky, Nelson Castro le preguntó a Aníbal Fernández sobre su presunto nexo con negocios turbios de la Policía Federal, “afirmación que me atribuyó”. Horacio negó haber sugerido algo semejante y Castro le contestó que ésa era su conclusión después de leer varios párrafos de la columna de Verbitsky del 19 de diciembre pero sobre todo el siguiente: “CFK se enfureció cuando supo que el mayor empeño de sus ministros vinculados con la seguridad en los casos de Ferreyra y de los asesinatos de Villa Soldati era defender la actuación policial, un grave error político que así deriva las culpas hacia la presidente a la que debían proteger”.

A medida que Verbitsky radicalizó su militancia kirchnerista, fue describiendo la parábola lógica en estos casos. Primero puso la lupa de su investigación más en los rivales de Kirchner y menos en los casos de corrupción que salpicaron al oficialismo. Esa carga de subjetividad nos impacta a todos los periodistas. A algunos en forma moderada y a otros en el estilo sobreactuado de un cruzado. El problema es que Verbitsky después empezó a degradar los estándares periodísticos, para utilizar su propia definición. Por acción u omisión, en varias situaciones evidenció errores informativos, cosa que en su caso se notó más porque durante mucho tiempo hizo del dato puro y duro algo sagrado, como debe ser.

Por eso resulta tan curiosa la cantidad de inexactitudes en las que Horacio Verbitsky incurrió en su columna de Página/12 del domingo pasado titulada “Volver a vivir”. Esto dio pie para que un dirigente del Partido Obrero, el profesor Marcelo Ramal, calificara ese texto como “una verdadera orden de detención” de dos militantes de esa agrupación que se produjo horas después. Hubo errores tan groseros que ese partido trotskista, con una historia de militancia tanto en los gremios de prensa como en los gráficos, emitió un comunicado durísimo para “responder a las falsedades y difamaciones” de Verbitsky, a quien caracterizó como alguien que “pasó de la conspiración foquista de los 70, a la que practica hoy junto a los servicios de inteligencia del Estado”.

Dos referencias al dirigente Néstor Pitrola fueron equivocaciones de novato, salvo que no se trate de errores sino de una decisión militante. La primera respecto de la presencia de Pitrola en el Ministerio de Trabajo en las negociaciones por el tema del pase a planta permanente de los trabajadores tercerizados del ferrocarril. Es bastante sencillo averiguar si Pitrola estuvo porque cada persona que ingresa al ministerio debe pasar un control estricto donde, luego de mostrar su documento, queda su número asentado en un archivo de una computadora. Ese día Pitrola estuvo en un local partidario del barrio Samoré, en Merlo, de donde regresó a las 21.30 con la batería de su teléfono celular agotada de tanto atender las consultas de los medios.

Verbitsky, en su nota, se refiere a Pitrola como “El empleado de la Legislatura porteña…”. Esa información falsa fue transformada en chicana por el canciller Héctor Timerman, quien por radio dijo: “Pitrola ni siquiera es obrero. Que la gente sepa que es un ñoqui de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires”. Hasta un estudiante de TEA hubiera chequeado en la Anses qué tipo de aportes realiza Pitrola para “descubrir” su actividad. Si hubieran aplicado ese básico estándar profesional, hubiesen descubierto que trabaja en un pequeño taller gráfico y que efectivamente asesoró a Jorge Altamira mientras duró su mandato como legislador por la Ciudad. Esto ocurrió hace siete años (2000/3). A título informativo es bueno que Timerman, que también es, ay, periodista, sepa que la fórmula que ganó con el 60% de los votos las elecciones de los gráficos en 1984 fue Raimundo Ongaro-Néstor Pitrola.

En otro párrafo Horacio Verbitsky habla de los destrozos y la violencia en Constitución y se refiere a la presencia de jóvenes que en “muchos casos” portaban “pañuelos poco apropiados para el clima tórrido pero convenientes para cubrirse el rostro” y “mochilas aptas para cargar piedras”. Otra vez como un loro, Timerman repitió el relato sumando su frivolidad habitual y cierto tufillo macartista: “El Partido Obrero es el único cuyos militantes viajan en tren con mochilas llenas de piedras”.

Tal vez ni Verbitsky ni Timerman suelen viajar en tren al Conurbano y no saben que los trabajadores utilizan las mochilas para transportar su vianda, la ropa de trabajo, algún peine y el cepillo de dientes, entre otras cosas. Arrancan de madrugada de sus casas y regresan muy tarde. Las mochilas no solamente son aptas para cargar piedras. Además, entre las horas y horas de imágenes televisivas de todos los canales no hay una sola imagen (ni una sola, repito) donde alguien haya sacado una piedra de su mochila. Todos los proyectiles eran producto de la rotura de las veredas e incluso del cordón en algunos casos.

El comunicado del PO termina a toda orquesta. Asegura que “el periodista que presume de exhaustivo o riguroso” quiere equiparar “al PO con una banda y hace propio el principal argumento de los defensores de los patoteros detenidos, a saber: que Mariano fue asesinado en un ‘enfrentamiento’. El CELS debe repudiar los términos del ataque de Verbitsky al PO. De lo contrario, está inhabilitado para actuar como querellante en el crimen de Mariano Ferreyra”. Pocas veces alguien se atrevió a criticar tanto el desempeño profesional de Verbitsky. No se privaron de nada. Sólo faltó que le dijeran que escribe para la corona.

Más información www.politicaydesarrollo.com.ar
Contacto: politicaydesarrollo@gmail.com

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