Las relaciones carnales con el chavismo actuaron como una bomba de fragmentación en la campaña electoral de Néstor Kirchner.
Por Alfredo Leuco
Las relaciones carnales con el chavismo actuaron como una bomba de fragmentación en la campaña electoral de Néstor Kirchner. Obligaron al Gobierno nacional a soportar el papelón de tener que fingir que creen que lo que Chávez le dijo a Lula era realmente una jodita para “Gran Cuñado”. El que se acuesta con Chávez amanece mojado. Son los peligros del infantilismo bolivariano. No es la primera vez que granadas de este tipo les estallan en las manos a los Kirchner. La valija negra llena de verdes de Antonini y PDVSA en el avión de Enarsa comandado por Claudio Uberti fue el ejemplo más popular. Pero el daño mayor en nuestra economía fue la bicicleta ilegal que los venezolanos hicieron con el dólar paralelo y el remate de los bonos argentinos en un santiamén. Conviene recordar que, además, nos habían cobrado intereses más usurarios que socialistas aprovechando que los Kirchner tenían cerradas todas las ventanillas del crédito internacional. Pero esta vez, a sólo 30 días de una elección clave para el futuro del Proyecto K, fue patético ver al Gobierno sin otro camino que la complicidad con un Chávez que le tomó el pelo y subestimó la inteligencia del pueblo argentino.
El otro costo que tuvieron que pagar los Kirchner fue haber utilizado la palabra “fondos” para cuestionar al grupo Techint por “ser argentinos para pedir pero extranjeros para depositar”, en referencia a los primeros 400 millones de dólares que cobraron de Venezuela por la indemnización de Sidor y que no regresaron a nuestro país. La falta de documentación probatoria de la ruta del dinero que los Kirchner cobraron por regalías petroleras mal liquidadas es absoluta. No han mostrado nunca ni una boleta de depósito. Ni un resumen de cuenta con los intereses ganados. Jamás explicaron el rol que jugó Aldo Ducler en esas inversiones. Ducler, en su momento, tuvo un pedido de captura de la Interpol mexicana por una investigación por narcolavado del cartel de Juárez. Justo los Kirchner que son tan obsesivos con el dinero no han podido despejar tantas incógnitas. Cada vez que los medios de comunicación se pusieron a investigar, los funcionarios implicados se paralizaron de miedo y sellaron sus labios como si el mismísmo Néstor les dijera: “No aclaren que oscurece”. El senador nacional por el radicalismo santacruceño y ex intendente de Río Gallegos, Alfredo Martínez, confirmó que “a excepción de dos fideicomisos que se hicieron, el resto de ese dinero jamás volvió, nunca hubo rendición de cuentas y el gobierno actual de Daniel Peralta está pidiendo un crédito por 2 mil millones de pesos”.
La memoria colectiva asocia rápidamente la palabra fondos a Santa Cruz, más allá de los desesperados intentos de censura y del primitivismo intelectual de creer que lo que no se nombra no existe. Néstor Kirchner sabe que el día que pierda poder político este tristemente célebre tema lo empujará a recorrer los Tribunales para dar las explicaciones correspondientes.
Las nacionalizaciones venezolanas tuvieron un solo efecto positivo. Permitieron comprobar que muchos empresarios argentinos y sus asociaciones no habían perdido el habla. Durante mucho tiempo fueron las estrellas aplaudidoras de cuanto anuncio hiciera Néstor o Cristina. Algunos empresarios, como Juan José Aranguren, tuvieron el coraje de defender su dignidad y no arrodillarse ni ante Guillermo Moreno ni ante Néstor Kirchner. Pero muchos desertaron de la verdadera responsabilidad social que tienen, que es la de participar del debate público que sugiera rumbos estratégicos como hace, por ejemplo, la poderosa burguesía nacional brasileña.
La cobardía eterna del capital hizo que muchos empresarios importantes miraran para otro lado mientras incrementaban sus fortunas. Ahora están probando la misma medicina que muchos sectores como el campo o el periodismo, entre otros, vienen probando amargamente hace mucho. Siempre cuesta más reclamar solidaridad cuando no se fue solidario.
Todos estos padecimientos para el Gobierno vinieron del frente externo. Pero fronteras adentro, en los últimos días, puede registrarse una mayor cohesión de sus filas y cierto crecimiento en sus votos en el Conurbano bonaerense. Esto significa que el kirchnerismo, con ese capital electoral, podría neutralizar parte de su mala actuación en el interior de la provincia de Buenos Aires y en los grandes distritos con mayor presencia de clases medias urbanas y rurales.
Simultáneamente, se viene produciendo un “amesetamiento” y una leve caída –por ahora– de la intención de voto por Francisco de Narváez y un crecimiento de la boleta que lleva a Margarita Stolbizer y a Ricardo Alfonsín. No es casual que algunas consultoras hayan vuelto a hablar de “triple empate”. La novedad es que el Acuerdo Cívico y Social, con recursos muy austeros, está tocando bocina y pidiendo paso a Unión-PRO, que viene perdiendo lentamente la etiqueta de “peronismo disidente”. Eso genera discusiones internas que por sus decibeles son muy difíciles de ocultar y muestran la fragilidad de ese acuerdo que hace mella, incluso, en la figura de Gabriela Michetti, que también está padeciendo el crecimiento de la boleta de Alfonso Prat-Gay en Capital.
Ya no se trata sólo de que Francisco de Narváez haya dejado afuera de la publicidad al único peronista con una antigüedad superior a los ocho años como Felipe Solá. El estilo de imponer decisiones sentado sobre la chequera los lleva en muchos casos a equivocarse. Que De Narváez le haya sacado tarjeta roja a Jorge Sarghini, uno de los diputados más capacitados y activos del Parlamento, fue sólo la punta del iceberg. Con la idea de exterminar todo vestigio de duhaldismo (menos los duhaldistas del dueño de la pelota), han barrido con cientos de cuadros peronistas de muchísimos pueblos y ciudades. Ni siquiera les permitieron presentar lista a históricos dirigentes justicialistas con trabajos de años en el territorio. Y todo con decisiones autoritarias tipo patrón de estancia, al más puro estilo kirchnerista, o con excusas insólitas, como las de haber extraviado la documentación en el camino. La propia Chiche Duhalde, que no movería ni una hoja que beneficiara a Néstor Kirchner, aceptó que va a votar a De Narváez pero que la lista no la conforma. El resultado es que una parte del aparato del peronismo no kirchnerista va a empezar a expresar esta semana su repudio a Francisco de Narváez llamando a no votarlo. “Ni Kirchner ni De Narváez” es la postura de muchos de ellos que algunos miles de votos mueven. ¿Cortarán boletas? ¿Castigarán a los dos apoyando el Acuerdo Cívico? ¿Algunos volverán con el caballo cansado al kirchnerismo?
Todavía el avispero está muy revolucionado. La bronca es grande y hay poco tiempo y espacio para tomar decisiones. Pero está claro que eso impacta en la capacidad movilizadora y organizativa de la lista de De Narváez. Tal vez por eso tuvieron que apelar a un nuevo spot publicitario donde piden fiscales para controlar las elecciones. “¿Me ayudás?”, pregunta el Colorado al final. “Cómo te vamos a ayudar si vos no ayudás a nadie”, contestan quienes han quedado al margen del armado electoral.
Esa “desperonización” de la lista peronista disidente generó más resistencia porque muchos cargos fueron cubiertos con mucha gente de Capital que jamás pisó la Provincia y con gente elegante acostumbrada a trajinar más reuniones de directorio que el barro. Eso favorece a Kirchner, que hace todo lo contrario y potencia su identidad peronista; y a Elisa Carrió, que registró ese fenómeno y salió a buscar el voto de los peronistas independientes. Hay que ver cuál es la real dimensión del fenómeno. Lo cierto es que parece haber encontrado su techo la política sustentada en lo abultado de las cuentas bancarias.
El diputado de la Coalición Cívica Fernando Iglesias puso el dedo en la llaga al respecto: “Una República basada en la idea de igualdad presupone que todos los ciudadanos, también los ricos, tengan derecho a acceder a cargos públicos, ya que es falsa la pretensión populista de que sólo los pobres pueden representar los intereses de las mayorías. Pero algo completamente diferente sucede cuando la posesión de enormes sumas de dinero se torna una precondición del acceso a las principales candidaturas, lo que destruye la idea de República, institución que presupone la igualdad. Menem, De la Rúa y Duhalde son millonarios. Cristina y Néstor son multimillonarios. No ricos. No de clase alta o media-alta. Multimillonarios. Multimillonarios dispuestos a usar su dinero ilegalmente para financiar sus campañas”.
De “La Ferrari es mía, mía, mía” a “La billetera es mía, mía, mía”, dijo Iglesias, en referencia a la antológica respuesta de De Narváez cuando el periodismo tuvo la osadía de pedirle una rendición de sus gastos en propaganda electoral. Hasta ahora ni un dato. Cualquier similitud entre la actitud frente a los fondos de Santa Cruz y los fondos de Las Cañitas no es pura coincidencia. Iglesias terminó su reflexión en Radio Continental recordando el artículo 16 de la Constitución Nacional: “La Nación Argentina no admite prerrogativas de sangre, ni de nacimiento: no hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales ante la ley y admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad. La igualdad es la base de las cargas públicas”.
La luz de alarma hay que encenderla cuando la tragedia no se produce de milagro. En Tandil se pudo ver a dos grupos dispuestos a enfrentarse a golpes de puños, a palazos o de cualquier manera. De un lado estaban los que defendían al campo y del otro lado La Cámpora o la Agrupación Evita que bancaba al Gobierno.
Lo de Lobería superó todos los límites cuando Daniel Scioli fue agredido con huevazos, piedras y alguna trompada. El gobernador-candidato les hizo una advertencia y puso todo en términos más dramáticos todavía: “Tendrán que pegarme un tiro en la cabeza para que deje de trabajar, pero apunten bien o derriben el avión para que dejemos de viajar al interior”.
El diputado Agustín Rossi, en Reconquista, sufrió un ataque de similar cobardía. A esta altura los productores agropecuarios que apelan a esa metodología no tienen ninguna justificación. Cometen delitos que deben ser sancionados. Su actitud, igual que la de Néstor Kirchner durante el conflicto con el campo, consigue los resultados opuestos a los buscados. Si quieren manifestar su repudio a la política del oficialismo hacia los pueblos del interior deberían organizarse, ofrecerse como fiscales y tratar de conseguir la mayor cantidad de votos posibles. Pero a esta altura, el que va a escrachar a un kirchnerista es un antidemocrático que además perjudica al campo. Por más bronca e inexperiencia que tengan, a esta altura ya no tienen ninguna justificación, y la Mesa de Enlace debe ser contundente y descarnada en su repudio.
En Córdoba, el Frente para la Victoria compró todo el talonario que rifa el cuarto lugar para el 28 de junio. Las huestes de Luis Juez, Juan Schiaretti y el radicalismo tienen el podio asegurado aunque pelean por los escalones mayores. Cristina quiere ayudar a su gente pero muestran una importante desorientación. Tuvieron que suspender a último momento un acto en Embalse, utilizando como excusa las recomendaciones del Ministerio de Salud para evitar las multitudes que podrían multiplicar la gripe porcina. En Córdoba todavía no se ha registrado ningún caso y resulta inexplicable por qué se pueden hacer actos en Mendoza con la Presidenta y en Embalse, no. La explicación más razonable la aportó el candidato a senador Eduardo Mondino: “Lo de la gripe es una falsedad del Gobierno. Quisieron cooptar al intendente de Embalse y como se negó le suspendieron el acto. Federico Alesandri es un viejo compañero peronista que no quiso alinearse con los Kirchner y pagó las consecuencias”. De todas maneras, el daño institucional fue irreparable. Cristina visitó Río Tercero y ni siquiera le avisaron al gobernador. A la hora de la venganza, los Kirchner violan hasta las más elementales formas de convivencia republicana. Y castigan mucho más ferozmente a aquellos a los que consideran traidores porque los abandonaron en el camino que a sus históricos enemigos ideológicos. Si lo sabrá el vicepresidente Julio Cobos, quien decidió lanzarse con toda claridad a la precandidatura presidencial como para contrarrestar la fama de lento e indeciso que le hace su caricatura en el programa de Tinelli. Cobos le está poniendo el cuerpo a la campaña en Mendoza porque sabe que sólo un triunfo de su gente lo pondría en la maratón que él quiere correr. Si llega a perder su espacio, queda liberado para Elisa Carrió o Hermes Binner, también según les vaya en la feria.
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