Luego del primer quinquenio del siglo XXI, Argentina se enfrenta a la imperiosa necesidad de construir los consensos básicos sobre los que asentar los fundamentos del Proyecto de Nación; por lo que es imprescindible iniciar el debate de las ideas que den fundamento y sustento a aquel.
Por el Arq, José Marcelino García Rozado
Cuando ya nadie puede negar los efectos palpables de la crisis internacional en nuestra Patria, y ante la necesidad de impedir que las tendencias negativas que empezaron a esbozarse se profundicen y nos vuelvan a conducir a procesos de crisis, atraso y dependencia –tan conocidos por el Pueblo Argentino- se vuelve imprescindible superar fuentes internas de incertidumbre y los tradicionales enfrentamientos internos que permanentemente nos condujeron por caminos de regresión y retardo, construyendo consensos que privilegien los intereses colectivos nacionales por encima de las pujas sectoriales y partidarias.
No hacerlo es traicionar el legado patriótico exigido por nuestra Doctrina y requerido por nuestro Líder a horas de abandonar esta tierra tan amada y defendida por él; pero además es traicionar a nuestros hermanos y compatriotas y el legado exigido por nuestros antepasados que construyeron esta Patria de porvenir venturoso y virtuoso derramando enormes cantidades de sangre en interminables batallas libradas en pos de la libertad e independencia desde los comienzos mismos de nuestra historia precolonial.
Pero primordialmente, no intentarlo es traicionar en lo más profundo el legado imprescindible a dejarles a las generaciones futuras –nuestros propios hijos, entre ellos- que nos juzgarán no dentro de un siglo, ni siquiera dentro de medio siglo, sino simplemente dentro de los próximos diez años. Esa juventud que ya generamos descreída y apática, distraída frente a los problemas nacionales e individualista a ultranza, formada bajo la máxima de la competencia descomedida y entrampada en la falacia de creer que triunfar y enriquecerse a cualquier precio es una virtud, cuando es simplemente una herramienta de dominación impuesta en nuestros jóvenes desde los centros del poder mundial.
Cuando la producción industrial y agropecuaria sienten el impacto de la crisis internacional y de nuestros propios errores, o los de aquellos que elegimos –o no supimos enfrentar adecuadamente- para conducir los destinos de la Patria; mientras los estímulos oficiales se quedan en paliativos de vuelo muy rastrero que terminan por interrumpir definitivamente el crecimiento registrado en el último lustro y cuando es imposible tratar de tapar con las manos –o los anuncios electoralistas- el desbalance irremediable de nuestra balanza comercial, y por lo tanto, los superávits fiscales y comerciales.
La Patria se enfrenta nuevamente, y como ya lo hiciera en muchas oportunidades durante los siglos XIX y XX, ante la disyuntiva de encaminarse a su destino de grandeza –a la que estamos irremediablemente condenados según Eduardo A. Duhalde- o repitiendo viejos y continuos errores y desaciertos volver a un destino de frustración colectivo, que por imposición de las necesidades imperiales y los requerimientos mundiales y regionales nos conducirá al desmembramiento territorial, la sumisión a designios extranjeros, en definitiva a la dominación más abyecta de nuestro Pueblo por parte de los poderes que históricamente nos han acechado.
La pérdida de credibilidad –que ha comenzado a esbozarse a nivel popular- y la incertidumbre instalada, producto de la pérdida de confiabilidad en las “dirigencias”, que desalienta a los sectores nacionales y enrarece el clima socio económico, es el contexto de la crisis ya desatada imponiéndonos a los argentinos la necesidad imperiosa de incrementar las inversiones, la producción y el consumo, para lo cual no existen variables aisladas e inconexas posibles si pretendemos realmente lograr un “desarrollo” continuado y sostenible en el tiempo, y que sea verdaderamente contenedor y abarcatibo de todo el Pueblo de la Patria. Las correcciones y los planes intentados en los últimos treinta años demostraron sin ninguna duda su absoluta inutilidad, sirvieron como paliativos transitorios algunos un poco más exitosos que otros, pero ninguno fue realmente una verdadera solución a los problemas nacionales.
Las metas a fijarse, al igual que las utopías a plantearse deben superar ampliamente las expectativas populares, orientándose hacia la obtención de “Políticas de Estado” consensuadas por la mayor cantidad posible de sectores nacionales, y que no se separen del fin primario y último soñado por nuestros héroes, que no fue otro que el de la unidad iberoamericana. Las “políticas” a pensarse y desarrollarse deben tender primordialmente a impulsar acuerdos de educación, investigación, productivos y sanitarios que le den razonabilidad y sobre todo sobriedad y seriedad a la discusión.
Es imprescindible, para poder lograrlo, alcanzar caritativamente el cierre de heridas revirtiendo los efectos de la ya excesivamente larga disputa entre connacionales, a la que se han ido subiendo sectores históricamente antinacionales y antipopulares –apátridas, solía designarlos nuestro Conductor y Líder-; cuyos costos siempre terminaron recayendo en los más humildes y excluidos y cuyos beneficios siempre terminaron engordando los bolsillos de las oligarquías de derechas y de izquierdas.
Por último, y para aclarar definitivamente el principio que nos debe regir, es necesario puntualizar que nuestro único y definitivo enemigo está representado por los cuadros de pobreza, hambre y exclusión, por el abandono de nuestra niñez y el desamparo de nuestros ancianos, para lo cual deberemos realizar propuestas, ideales y utopías prudentes que optimicen y focalicen el desarrollo en la inclusión social, la inversión productiva y el desarrollo de tecnologías innovadoras y avanzadas con consenso social, eficiencia de recursos, transparencia y sin clientelismo alguno.
Cansados de observar rostros largos e incapaces de dar respuestas comunes para salir de este letargo y frustración en que se nos ha sumido, salteando las recriminaciones mutuas y las palabras duras –tan típicas de nuestra política-, superando el estupor popular que está cansado de debates inútiles, promesas incumplidas y discursos vacíos, tal vez lo único que será rescatado popularmente sea la certeza soñada y compartida de un “Proyecto Nacional” impulsado nacionalmente por una muy amplia base ciudadana.
Porque ahora es urgente recrear la esperanza en un futuro venturoso, y porque los “aires de cambio” se instalaron globalmente -no importa ahora si estos son reales, si son una nueva maniobra del poder imperial de la súper potencia, si aquel que dice encarnarlo representa algo más que los mismos y reconocidos intereses de Wall Street-, y la enorme mayoría de los pensadores mundiales reclaman desandar el camino impulsado desde hace más de tres décadas como proyecto económico global, reconociendo su más rotundo fracaso, proponiendo crear en forma urgente una “nueva estructura financiera internacional” .
Ahora, superados los preconceptos neoliberales y socialiberales, se redescubren pensamientos tan caros a nuestra doctrina peronista tales como: que se necesita un Estado fuerte y eficiente en el control y la regulación; que se necesitan reglas claras para la presencia del mercado, capaz de crear verdadero crecimiento y pleno desarrollo –y no burbujas financieras de fatales resultados-; que es imprescindible dar a la “política” toda su fuerza, para ordenar lo que quede tras la catástrofe presente. Pero fundamentalmente lo exigido por los pueblos es “¿cuando se ponen a tomar medidas concretas para que no se sigan cerrando fábricas, paralizando construcciones o aplicando brutales programas de ajustes con millones de desempleados?”.
Argentina tiene presente –mucho más que Latinoamérica- que con el crecimiento no alcanza, y que es imprescindible encarar un “proyecto nacional de desarrollo” que supere realmente el falso brillo del “crecimiento” (América latina tuvo un quinquenio de crecimiento ininterrumpido del 5% y Argentina uno de casi el 9%) que suele ser insuficiente ante situaciones de crisis propias o globales; y que además de pensar, desarrollar y encarar aquel PND éste debe asentarse en buscar “respuestas colectivas” que involucren a toda la sociedad, dejando de lado la “pequeña política” y nos planteemos medidas asentadas en la “gran mayoría nacional”, y que sean “bases para una estrategia de largo plazo”. Estas, asimismo, deben encarar los problemas nacionales sin dejar de pensar su inserción regional, subcontinental, continental y global; porque como nos fuera enseñado “la política internacional, es la verdadera política” y más en el comienzo de este siglo XXI donde la economía, el comercio, las migraciones y las relaciones internacionales están totalmente integradas e interdependientes entre todas las naciones.
Iniciar el debate en jornadas de reflexión para comenzar a definir una estrategia en común ante el desafío de generar un “Proyecto Nacional de Desarrollo” buscando coincidencias en “ideas matrices” asentadas básicamente en cinco (5) puntos altamente orientadores para Argentina y el subcontinente sudamericano. El primero es que las medidas y propuestas a adoptar en la actual coyuntura deben estar en sintonía con el “tipo de sociedad que queramos construir a futuro”. El segundo debe ser que el sistema financiero nacional y el subcontinental debe continuar actuando a como dé lugar al servicio del pueblo sus inversiones y necesidades. El tercero es que los programas, proyectos y matrices de inversión pública –especialmente en el campo de la infraestructura y la energía- deben enfocarse con criterio de complementariedad hacia el interior de las naciones y hacia el subcontinentalismo integrador, y que muchas de ellas deben tomarse y pensarse para “hoy”. El cuarto es “convertir la crisis en oportunidad” y reforzar la educación y los programas de capacitación para lograr revertir en no más de un lustro las asimetrías educativas y los de la capacitación según los requerimientos regionales y nacionales. El quinto, por último, apoyar y generar la total inclusión de los más humildes y desamparados en forma urgente con “políticas de subsidios directos y excelentemente focalizadas”, ya que estas clases pauperizadas no están en condiciones de esperar a que los resultados del PND comiencen a visualizarse en el mediano o largo plazo.
Si logramos trazarnos y avanzar por esta ruta, Argentina insertada además de en el Mercosur como “avanzada” ideológica de Sudamérica logrará tener más peso en el debate mundial que viene, aglutinando fuerzas en la demanda cada vez más reiterada por un “sistema financiero internacional post crisis, superador del perimido Bretton Woods y del Consenso de Washington mucho más justo, equilibrado y equitativo”.
Debemos ser políticamente imaginativos, creativos y dinámicos para posicionarnos en el rol de influyentes ideológicos. No tenemos mucho tiempo, pero aún podemos llegar a tiempo de convertirnos en los generadores de consensos e ideas innovadoras respecto de instituciones u organismos puestos al servicio de los pueblos y de nuestros hermanos más subdesarrollados y excluidos. Demandar reglas y regulaciones eficientes para controlar los desarrollos tecnológicos y sociales que no vuelvan a reproducir las actuales asimetrías entre los integrantes del pueblo argentino y latinoamericano, convirtiéndonos en el faro rector de un nuevo orden social mundial tal como lo pregonara el General Perón y la compañera Evita.
Buenos Aires, 11 de Febrero de 2009.
Arq, José Marcelino García Rozado.
Secretario General Mesa Político Sindical José Ignacio Rucci
Contáctenos politicaydesarrollo@gmail.com
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