Por Alberto Buela (*)
El término griego κατεχον que debe castellanizarse como katechon y pronunciarse katéjon, es el participio presente del verbo κατεχω (katécho) que significa significa: retener, agarrar, impedir.
Es el apóstol San Pablo en su segunda carta a los Tesalonicenses, versículos 6 y 7, quien lo utiliza por primera vez como idea de obstáculo, de impedimento, a la venida del Anticristo.
Esta parte de la carta es conocida desde siempre como el Apocalipsis abreviado, pues allí San Pablo nos habla de dos tipos de katechon. En el versículo 6 usa una frase con el pronombre neutro to, que traducimos por lo, y en el versículo 7 utiliza el pronombre masculino ho, que traducimos por el.
Al haber utilizado San Pablo en dos versículos seguidos y continuos vocablos personales –ho- como impersonales –to- para referirse al mismo participio substantivado katechon como el obstáculo o el impedimento, muchas han sido a lo largo de la historia las hipótesis para explicar la frase. Hay opiniones para todos los gustos.
Para los autores clásicos aquello que detiene la llegada del anticristo era el Imperio Romano y sus instituciones. Hoy lo que queda de ese imperio es el derecho romano en las leyes de los pueblos. Así cada vez que se conculca, que se anula una ley nuestra fundada en el derecho romano estamos contribuyendo a la venida del anticristo con todos los males que eso supone.
Desde la restauración democrática (1983) para acá, en Argentina estamos anulando paulatinamente lo poco que quedaba de la legislación romana: hace unos años se anuló el matrimonio entendido como la unión de un varón y una mujer para procrear, hoy se intenta anular el derecho a la vida del niño por nacer y mañana será el derecho a la eutanasia y pasado el derecho a la zoofilia y así ad infinitud hasta que seamos transformados en homúnculos.
Eliminar el derecho a la vida es un plan del gobierno mundial que nació a mediados del siglo XX, y que está vinculado al control de la natalidad, como quieren los organismos internacionales de dicho gobierno.
Si se derrumba este katechon=obstáculo todo estará permitido, pues ¿que tiene el hombre de mayor requisito primario que la vida? Sin vida no existe actividad posible.
El crimen de miles y miles de niños por nacer va a repercutir ante las puertas del cielo, pues reclamarán su lugar al negárseles el bautismo. Y con cada crimen se liberará un demonio en este valle de lágrimas, que es el mundo en que nos toca vivir.
¿Quién podrá gobernar así, montado en estos crímenes y con tantos demonios sueltos?
Se me dirá que esto es pura especulación teológica, de la que ni la Iglesia habla. Pero es lo que está ahí, presente, en la sana meditación sobre estos temas.
(*) buela.alberto@gmail.com
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