Crisis energética sistemáticamente negada, faltante de efectivo por la inflación, mini corralito y violencia social: a pesar del viento de cola, cada vez hay más exclusión social.
Por Roberto Cachanosky
El jueves 23 de diciembre el modelo kirchnerista de inclusión social quedó desnudo. Un Gobierno negador de los serios problemas económicos y sociales que imperan en el país no sólo los agrava sino que, además, sigue negándolos, buscando culpables fuera del Gobierno por los desbordes que vivimos.
El jueves 23 volvieron los cortes de luz. La negación de la realidad es que los cortes de luz son producto de las altas temperaturas. La realidad es que la desinversión en el sector energético causada por una política populista determina que si hace calor no se pueden usar los aires acondicionados. Semáforos que no funcionaban, hogares a oscuras, ascensores que no andan, etc.
El jueves 23 también se estableció un mini corralito. La razón es muy sencilla. Es tal la cantidad de billetes que están emitiendo que las máquinas de imprimir no dan abasto, al punto que tuvieron que pedirle a Brasil que emitiera billetes de 100 pesos. Tengo conmigo billetes de 100 pesos con la serie M, nunca habíamos alcanzado esa letra, y otro con la serie S impreso en Brasil. La realidad es que entramos en un proceso de desborde inflacionario con incrementos de precios en el rubro alimentos que llegan casi al 40% anual y con 100 pesos la gente no compra demasiado. Así que los billetes de 100 vuelan como si fueran los 10 pesos de un par de años atrás. Pero claro, en su negación de la realidad inflacionaria el Gobierno se niega a emitir billetes de 200 pesos y 500 pesos. Eso sería reconocer que hay inflación. Resultado, en vez de imprimir un billete de 500 pesos se emiten 5 de 100 pesos y esto implica que no alcanza la fábrica de billetes a producir tantos. La solución: inventar un feriado bancario a último momento para que la gente no pueda sacar el dinero del banco, al tiempo que conseguir billetes en un cajero automático es todo un logro. La gente malhumorada por el calor, la falta de luz y sin efectivo, hace recordar a los peores años de la argentina de los últimos 25 años.
Mientras el 23 seguían tomadas varias tierras, la estación de trenes de constitución se transformó en una batalla campal en la que la policía tenía que reprimir, mientras volaban las piedras, saqueaban comercios e incendiaban algún local. No se la vio a Nilda Garré en el frente de batalla acompañando a la policía y tratando de convocar al dialogo. Era más cómodo verlo por TV y mandar a los policías a ponerle el cuerpo a las piedras, palos, etc.
Por más que el Gobierno siga negando la realidad, no puede explicar cómo es posible que, si como dice Cristina Fernández, el país ha crecido tanto gracias al famoso modelo de inclusión social, si tanto se ha hecho por los pobres, si tanto ha mejorado la distribución del ingreso, si tanto ha bajado la pobreza, estemos frente a un caos social con violencia casi diaria por descontento social. Ni siquiera con un fabuloso viento a favor que viene del exterior, han logrado encaminar la economía. Ni consumiendo las inversiones de los 90, ni con la santa soja, ni con Brasil con un dólar barato, consiguen disminuir la pobreza, por el contrario, la aumentan por efecto de la inflación.
Siendo que Cristina Fernández no quiere reconocer la realidad y sigue usando el micrófono para hablar maravillas del modelo, describiendo una Argentina ficticia, al tiempo que intenta transformar a Néstor Kirchner en un patriota que dio su vida por el país, es evidente que seguiremos el mismo curso de colisión. Más gasto público, más déficit fiscal, más emisión monetaria, más inflación, menos inversiones, más pobreza e indigentes.
Desde el punto de vista económico uno puede pronosticar lo que hemos pronosticado en todos estos años y, a riesgo de parecer soberbio, se han ido cumpliendo las advertencias oportunamente formuladas. Inflación, más pobreza y conflictividad social. Tal vez la crisis económica se demore un poco más en alcanzar su máximo clima gracias a las condiciones internacionales, pero, de seguir este rumbo, ¿quién puede negar que las cosas van a seguir empeorando?
El gran interrogante no está tanto del lado económico, sino del lado político, dado que el país parece haber entrado en una mini anarquía. Mientras el Gobierno sigue fabricando pobres con su famoso modelo de inclusión social, también se niega a hacer respetar la ley y tarda en poner orden cuando se produce un desborde social. Seamos claros, cualquier chispa puede generar más muertos que los que tuvimos hasta ahora. Porque bueno es recordar que Cristina Fernández dice que reprimir es matar gente, pero su política ya acumula varios muertos por el tema de los trenes, en el norte del país y en la toma de tierras. Puesto de otra manera, la política del Gobierno sigue acumulando muertos, y cuando un día la situación se haya desbordado totalmente en lo social y económico, para poner orden el Gobierno tendrá que asumir muchos más muertos de los que hasta ahora ocasionó su política, muertos y pobres que, al igual que la inflación, pretender esconderlos para mostrarnos otra realidad. La del famoso modelo de inclusión social.
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