Por Casimiro Conasco
Caos programado
Hace falta gran presencia de ánimo para reflexionar con alguna serenidad en la agonía de la Patria. Minada por la cretinización política y entregada a quienquiera por los usurpadores del poder público.
Como un vidente, ya lo anticipó José Manuel Estrada al trasladar la mirada de los estragos de aquel momento, provenientes mucho más allá que de las disidencias partidistas*.
Ahora hemos ingresado decididamente en el caos, con el agravante inaudito del ridículo. Humillación verdaderamente inédita.
Grandes pedazos de la ciudad Capital de la República Argentina son invadidos por gente traída más allá de la frontera. Caen muertos y heridos por los enfrentamientos, quedando superada y vituperada maliciosamente la Policía de cualquier jurisdicción.
En tanto la Presidenta, grácil y versátil como una marioneta librada del titiritero, anuncia entre opulentas Madres de Plaza de Mayo, la creación del Ministerio de Seguridad, poniéndola al frente a la misma ministra de Defensa, ex terrorista autora de la mayor indefensión jamás soñada por los peores enemigos del país.
Maullidos
Para colmo a través de los medios, un inspirador oculto (demasiado conocido) atiza la confusión, mezclándose consideraciones jurídico-económico-humanitarias, con las clásicas meditaciones socio-político-filosóficas de los locutores más burros, enviados como siempre al lugar de los hechos.
Además de la mala intención… Por ejemplo, de pasar continuamente al mismo herido (del bando ocupante) o propalar el justo dolor de una pobre mujer reclutada por las bandas invasoras.
Es increíble que nadie subraye por los medios la famosa e inigualable generosidad argentina; o que advierta la curiosidad de que desde miles y miles de kilómetros venga gente sin tierra a buscar un solar en medio del cemento de una ciudad populosa.
En lugar de ocupar, en todo caso, cualquier otro lugar en la inmensidad desierta de la tierra fértil que han tenido que recorrer para llegar aquí. No se venga pues, a hablar de “xenofobia”, de “estado de necesidad”, de “derechos humanos”, cuando el gato encerrado está suelto, maullando a carcajadas. Hace rato que se veía venir la etapa final de la subversión apátrida.
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* “Veo bandas rapaces, movidas por la codicia, la más vil de todas las pasiones, enseñorearse del país, dilapidar sus finanzas, pervertir su administración, chupar su substancia, pavonearse insolentemente en las más cínicas ostentaciones del fausto, comprarlo y venderlo todo, hasta comprarse y venderse unos a otros unos a otros a la luz del día”. (13 de Abril de 1890).
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