En la pingüinera admiten que volvió a fantasear con dejar el Gobierno y que Cristina delegue el poder a Cobos. Se aferra a los fieles y persigue a los detractores. “Va por todos”, admiten.
Por Nicolás Wiñazki
A simple vista, el sector presidencial de la Casa Rosada parecía vacío, silencioso, a pesar de que en el Salón Norte el ministro del Interior encabezaba una reunión con la oposición radical. A pocos metros de ese lugar, un funcionario que asumió en su cargo con Néstor Kirchner y siguió con la gestión de Cristina, se sinceró ante Crítica de la Argentina: “Dimos un giro. Llamamos al diálogo. Sorprendimos. La política es así.
Pero todo sigue igual. La oposición quiere que nos vayamos antes de 2011. La derecha, el campo y los medios no nos van a perdonar nunca, hagamos lo que hagamos”. El hombre repite lo que rumia Néstor en la intimidad de la Quinta de Olivos. El santacruceño está “desatado”, cuentan sus propios funcionarios y amigos. Busca enemigos y traidores a los que culpar por la derrota del 28-J. En medio de sus enojos, volvió a difundir entre sus íntimos la posibilidad de una renuncia anticipada para “dejarle” el Gobierno al vice, Julio Cobos. Nadie se salva de su ira. Ni siquiera su fiel Daniel Scioli.
Menos los intendentes del conurbano bonaerense. Va por todos. Incluso por el gobernador de Santa Cruz, Daniel Peralta, al que acusa por la derrota electoral en ese distrito, su casa. Según cuentan en su entorno, sus castigos serán los tradicionales en su método de conducción: “ahogará” con la caja a los dirigentes que le despierten desconfianza. Juega al límite. Peralta no sólo negó el viernes su renuncia, amplificando el conflicto con Buenos Aires, sino que también envió señales más inquietantes al kirchnerismo.
“Yo no soy Acevedo”, mandó a decir, en alusión a Sergio, el ex gobernador santacruceño que renunció, harto de las presiones de Kirchner. Y asegura que si continúa el ahogo financiero desde Olivos hará pública la situación y presentará batalla. En su entorno ya imaginan su imagen en cadena provincial denunciando el complot K. El peronismo santacruceño entró en estado de asamblea permanente.
Para los jefes territoriales del PJ, Kirchner ya no es de confiar. Esta semana aterrizó en Chubut con su amigo Rudy Ulloa Igor, adversario político y comercial del gobernador Mario Das Neves, el primer adelantado del PJ que ya se postula para Presidencia en 2011. Durante esa “invasión” política, lanzó una frase hiriente para el justicialismo bonaerense, su principal aliado en las elecciones: “Fui víctima de la vieja política”, soltó.
Una frase que los jefes peronistas del conurbano consideraron, como mínimo, “ingrata”. Aun así, Kirchner no para. Dejó trascender que volverá a caminar por los municipios bonaerenses comandados por los intendentes a los que acusa de “traición”. Los fondos para la obra pública ya no llegan a todas las municipalidades bonaerenses. “En Planificación Federal me pidieron que aguante un mes, que tienen quilombo administrativo”, se quejó ante este diario un intendente del sur bonaerense que sacó en su boleta de candidatos a concejal varios puntos más que la fórmula Kirchner-Scioli.
Los jefes comunales ya se encolumnan detrás de Scioli. Temen no sólo el retaceo de fondos K sino también un nuevo conflicto político con el campo: mientras el ala blanda del Gobierno intenta volver al diálogo con la Mesa de Enlace, Kirchner promueve y les da más poder a los “verdugos” de los ruralistas, el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno; y el titular de la AFIP, Ricardo Echegaray.
El jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, cumple sus órdenes, aunque se lleva muy bien con los ruralistas, con los que se entrevistaba cada semana en sus tiempos de ministro de Producción de Eduardo Duhalde.
Los gobernadores del peronismo ya no quieren volver a la pelea con el campo y esperan desde hace 15 días algo que no va a pasar: que renuncie Moreno. “Se tiene que ir. Ya está. Kirchner está en retirada. Los peronistas olemos la sangre y nos matamos.
Tiene que entregarnos el partido”, analizó ante Crítica de la Argentina un gobernador peronista de una provincia norteña. Habló, sonriente, parado en un pasillo de la propia Casa Rosada.
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A simple vista, el sector presidencial de la Casa Rosada parecía vacío, silencioso, a pesar de que en el Salón Norte el ministro del Interior encabezaba una reunión con la oposición radical. A pocos metros de ese lugar, un funcionario que asumió en su cargo con Néstor Kirchner y siguió con la gestión de Cristina, se sinceró ante Crítica de la Argentina: “Dimos un giro. Llamamos al diálogo. Sorprendimos. La política es así.
Pero todo sigue igual. La oposición quiere que nos vayamos antes de 2011. La derecha, el campo y los medios no nos van a perdonar nunca, hagamos lo que hagamos”. El hombre repite lo que rumia Néstor en la intimidad de la Quinta de Olivos. El santacruceño está “desatado”, cuentan sus propios funcionarios y amigos. Busca enemigos y traidores a los que culpar por la derrota del 28-J. En medio de sus enojos, volvió a difundir entre sus íntimos la posibilidad de una renuncia anticipada para “dejarle” el Gobierno al vice, Julio Cobos. Nadie se salva de su ira. Ni siquiera su fiel Daniel Scioli.
Menos los intendentes del conurbano bonaerense. Va por todos. Incluso por el gobernador de Santa Cruz, Daniel Peralta, al que acusa por la derrota electoral en ese distrito, su casa. Según cuentan en su entorno, sus castigos serán los tradicionales en su método de conducción: “ahogará” con la caja a los dirigentes que le despierten desconfianza. Juega al límite. Peralta no sólo negó el viernes su renuncia, amplificando el conflicto con Buenos Aires, sino que también envió señales más inquietantes al kirchnerismo.
“Yo no soy Acevedo”, mandó a decir, en alusión a Sergio, el ex gobernador santacruceño que renunció, harto de las presiones de Kirchner. Y asegura que si continúa el ahogo financiero desde Olivos hará pública la situación y presentará batalla. En su entorno ya imaginan su imagen en cadena provincial denunciando el complot K. El peronismo santacruceño entró en estado de asamblea permanente.
Para los jefes territoriales del PJ, Kirchner ya no es de confiar. Esta semana aterrizó en Chubut con su amigo Rudy Ulloa Igor, adversario político y comercial del gobernador Mario Das Neves, el primer adelantado del PJ que ya se postula para Presidencia en 2011. Durante esa “invasión” política, lanzó una frase hiriente para el justicialismo bonaerense, su principal aliado en las elecciones: “Fui víctima de la vieja política”, soltó.
Una frase que los jefes peronistas del conurbano consideraron, como mínimo, “ingrata”. Aun así, Kirchner no para. Dejó trascender que volverá a caminar por los municipios bonaerenses comandados por los intendentes a los que acusa de “traición”. Los fondos para la obra pública ya no llegan a todas las municipalidades bonaerenses. “En Planificación Federal me pidieron que aguante un mes, que tienen quilombo administrativo”, se quejó ante este diario un intendente del sur bonaerense que sacó en su boleta de candidatos a concejal varios puntos más que la fórmula Kirchner-Scioli.
Los jefes comunales ya se encolumnan detrás de Scioli. Temen no sólo el retaceo de fondos K sino también un nuevo conflicto político con el campo: mientras el ala blanda del Gobierno intenta volver al diálogo con la Mesa de Enlace, Kirchner promueve y les da más poder a los “verdugos” de los ruralistas, el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno; y el titular de la AFIP, Ricardo Echegaray.
El jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, cumple sus órdenes, aunque se lleva muy bien con los ruralistas, con los que se entrevistaba cada semana en sus tiempos de ministro de Producción de Eduardo Duhalde.
Los gobernadores del peronismo ya no quieren volver a la pelea con el campo y esperan desde hace 15 días algo que no va a pasar: que renuncie Moreno. “Se tiene que ir. Ya está. Kirchner está en retirada. Los peronistas olemos la sangre y nos matamos.
Tiene que entregarnos el partido”, analizó ante Crítica de la Argentina un gobernador peronista de una provincia norteña. Habló, sonriente, parado en un pasillo de la propia Casa Rosada.
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