lunes, 27 de julio de 2009
Los argentinos ocultan la realidad hasta que les estalla frente a sus ojos (II Parte)
Los argentinos están enfermos.
La vida no merece ser vivida de esta forma.
El país de la incertidumbre es una desdicha constante.
Por Jorge Héctor Santos
En la 1ra. parte de esta nota decíamos que los argentinos, quizás por cierta reticencia a darse cuenta de sus problemas, postergan el reconocimiento de la verdad con lo que solo consiguen dilatar los problemas y, así hacerlos más graves. En esta 2da. parte nos proponemos profundizar este tema que hace a la conducta social de un pueblo que ha quebrado las normas de convivencia.
Los argentinos nunca se caracterizaron por sentirse identificados con su patria, tal como lo sienten los uruguayos, los brasileños o los chilenos con su propia tierra, simplemente, para poner algunos ejemplos. Los argentinos solo se muestran con una identificación pueril de patriotismo cuando juega el seleccionado de fútbol un mundial y, siempre que no pierda el ansiado campeonato.
Los argentinos conforman un extraño pueblo que en pocos años, teniendo en cuenta los que se necesitan para provocar grandes cambios históricos, pasó de ser un pueblo solidario a ser un pueblo egoísta.
Los argentinos pasaron de ser un pueblo con un elevado nivel de educación a ser uno de los pueblos que peor habla el idioma cotidiano, llenándolo de palabras de poco gusto o inapropiadas, ya sea en la vida privada, en la calle o en los medios masivos de comunicación.
Los argentinos pasaron de ser un pueblo lleno normas sociales adecuadas a ser uno insolente en el respeto al prójimo sea este cualquier edad, sexo o condición social.
Los argentinos aceptaron convivir con las más elevadas formas de corrupción en la vida cotidiana y, han hecho de ello casi una norma cultural en que el que no entra en el soborno o formas de conducta ilegales en beneficio propio, es visto como una persona peligrosa porque es testigo de situaciones no convenientes para el conjunto.
Los argentinos conviven con una inseguridad que es producto de la ineficiencia de la labor del gobierno para brindarle con los impuestos que percibe una calidad de vida que no recibe pero, por la cual no reclama, salvo en intentos aislados y, algunos masivos que se esfumaron en el tiempo.
Los argentinos conviven con una educación para sus hijos pésima dada por el Estado y una salud pública de iguales características para los cuales tributa impuestos que no vuelven al pueblo por la ineficiencia y corrupción de los gobernantes.
Los argentinos son los que celebran la reestatización de las empresas privatizadas como si hubiesen olvidado que en la década de los 90 se acabó el suplicio de esperar un teléfono 20 años y, tener que sobornar a alguien para que después de ese tiempo le instalen el ansiado aparato.
Los argentinos son aquellos que se enojan porque las veredas están rotas y, luego cuando las arreglan ponen el grito en el cielo porque los hospitales no brindan un mejor servicio y piensan que el dinero puesto en arreglar las veredas podría haber sido utilizado en la salud.
Los argentinos se han acostumbrado a que el dinero cada día les alcance menos producto de la inflación constante a tasas de 2 dígitos, pero aceptan que el Indec los engañe informándoles que la inflación es poca y, que los verdaderos culpables, de la diferencia entre la verdad y la mentira, son los medios que publican encuestas privadas, porque pretenden desestabilizar al gobierno.
Los argentinos son aquellos que aceptan que un grupo poco numeroso de compatriotas corten puentes internacionales, calles, autopistas, avenidas, en forma diaria, como si eso formara parte del derecho. Frente a esto el pueblo no ha reaccionado nunca y, por el contrario, el gobierno que lo autorizó siempre violando todas las normas legales y tratados internacionales, consiguió la reelección sin mayores inconvenientes votando masivamente a la esposa del presidente de entonces que la eligió a dedo para ser electa.
Los argentinos se han acostumbrado, no sin pagarlo muy caro, a vivir en la incertidumbre. La mayoría no puede soñar objetivos normales como planear vacaciones, comprar un auto o pensar en el techo propio.
Los argentinos se han acostumbrado, no sin pagarlo muy caro, a tener que ayudar a sus abuelos, abuelas, padres, madres jubilados porque las retribuciones que perciben por el trabajo realizado durante su vida activa es vergonzosa. El Estado a través de los gobiernos que han administrado el dinero ahorrado por ellos los ha hurtado.
Los argentinos son los que celebran las estatizaciones de los fondos privados jubilatorios, creyendo que el Estado los va a administrar mejor que lo que lo hacían las AFJP. La inocencia de muchos respecto de este pensamiento linda con un pueblo que peca de una adolescencia permanente.
Los argentinos vienen pagando muy caro todo que tapan constantemente para no toparse con la cruel verdad que la mayoría de las cosas que los Kirchner dicen están bien, están muy mal. También pagan muy caro el saber que nada se hace para corregir el rumbo de las cosas que hay que cambiar ahora, sí o sí, antes que la situación económico financiera se complique aún más.
Los argentinos pagan muy caro ocultar la realidad con tantas mentiras sabiendo, que más temprano que tarde, la verdad les estallará frente a sus ojos. Por el momento, la mayor demostración de lo que el argentino almacena en su interior, sin ponerlo afuera, se exterioriza en su pésimo carácter, la falta de sonrisa, la torpeza y violencia de su trato con sus semejantes, ante cualquier hecho sin sentido y trascendencia y, por supuesto, en su propia salud.
Los argentinos están enfermos.
La vida no merece ser vivida de esta forma.
El país de la incertidumbre es una desdicha constante.
Todos los días no se puede vivir sin san saber qué de malo puede pasarle al nacido en este país.
La Argentina es un país demasiado rico para que existan niveles tan altos pobreza.
Los argentinos deben comenzar a asumir la adultez de un pueblo que está por cumplir 200 años.
La adolescencia como sociedad se paga muy cara y beneficia a unos pocos, quienes con poder y sin mínimos escrúpulos se benefician de esta forma de ser un pueblo que admite y paga todo, aunque sea un culpable pasivo.
Urgente 24
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