Desde el atril usted nos recuerda como estábamos en el 2001, pero inmediatamente se olvida de quienes pusimos el “lomo” en aquellos años para sacar adelante la Argentina: usted me recuerda al perro que muerde la mano de quien le acaba de dar de comer.
Por Lucrecia A. de Clausen (*)
Soy una señora de 58 años nacida y criada en el campo, y que trabajo en él hasta hoy; es por eso que me duele mucho lo que esta haciendo su gobierno con nosotros.
Que tal vez tengamos que importar trigo, carne, o quizás leche es una vergüenza para nuestro país, pero mucho más avergonzados nos sentimos nosotros, ya que pareciera que todo nuestro esfuerzo fue en vano.
Desde el atril usted nos recuerda como estábamos en el 2001, pero inmediatamente se olvida de quienes pusimos el “lomo” en aquellos años para sacar adelante la argentina: usted me recuerda al perro que muerde la mano de quien le acaba de dar de comer.
Frente a su séquito de aduladores usted hace alarde de lo poco que valía una hectárea de tierra en esos años y de los miles de dólares que vale ahora... y que me importa el valor de la tierra si no la quiero vender, porque la heredamos de nuestros padres y abuelos y es nuestro deber y orgullo producir en ellas.
Pero nos han cortado las manos con el cierre de las exportaciones; con la excusa de la renta extraordinaria nos están sacando lo que nosotros no le sacamos a nadie, lo ganamos con nuestro esfuerzo.
Por eso le pido Sra. que baje un poquito de los aviones, cálcese unas botas y un chambergo, como decimos en el campo, y recorra un poco el interior. Vea como trabaja la gente de campo, empápese un poquito más con tierra de campo y con menos ideologías y tal vez así nos entienda o —aunque más no sea— nos respete un poco nada más.
(*) Productora tambera
Santa María Norte
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