Manuel Zelaya y sus compinches erraron. Honduras no era la próxima ficha en caer bajo el predominio de la izquierda radical. Los poderes del estado (parlamento, tribunal supremo y finalmente el ejército), además del clero y la prensa, respondieron al golpe bajo con una soberana trompada.
Por Jorge Olivera Castillo
Quizás imbuidos por las tensiones del momento o para evitar los costos políticos de un presidente muerto, Zelaya terminó en un avión que lo llevó a Costa Rica con las credenciales de apestado. Según sus adversarios, violó varios preceptos constitucionales de manera flagrante con la intención de llevar la polarización social hasta niveles críticos como parte de un plan para barrer de la Carta Magna los obstáculos para la reelección presidencial y otras ambiciones en consonancia con lo que ha ocurrido o se desarrolla en Venezuela Bolivia, Ecuador y Nicaragua.
La metamorfosis política de Zelaya (de liberal a furibundo izquierdista), es sospechosa. Esa evolución huele a petróleo del estado venezolano de Zulia y no podría descartarse la implicación de La Habana que es donde nacen las inspiraciones, los consejos y, si es necesario, el entrenamiento, para forjar el imperio bolivariano.
Se buscaba afanosamente un colaborador para el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega y apareció Zelaya con total disposición en asumir un papel en la epopeya que trazan los estrategas de eso que llaman socialismo del siglo XXI. Estas serían las dos principales piezas del eje centroamericano en la conformación de la Gran Madre Patria gobernada desde el Palacio de Miraflores.
Mauricio Funes, en El Salvador, aunque proveniente de las filas de la izquierda (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN), aún saboreaba la victoria obtenida frente al candidato de la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), el partido de centroderecha que hasta ahora había ocupado la presidencia del país desde 1989. No existían las condiciones para implicarlo-de lleno- en las maniobras dirigidas a cambiar el mapa político de la región a favor de la izquierda.
Honduras era un plato muy apetecible en el contexto regional para hacer avanzar los planes expansionistas que cobraron vigor al aparecer un mecenas que gasta a fondo perdido. No le importa a Chávez el importe de sus planes de conquista. La meta es llegar a coronarse como caudillo absoluto de una porción de la América hispanohablante.
Crear un zona de influencia desde donde continuar la contaminación político-ideológica en el área, fue uno de los objetivos en la captación y posterior presteza de Zelaya en sumar la nación que presidía, al conjunto de países que buscan entronizar la ortodoxia tercermundista.
El saldo final de la ecuación es desfavorable a los promotores visibles e invisibles de un golpe, con mano de seda, que apenas rozó el objetivo. La tunda ofrecida por respuesta rebasó los pronósticos más acertados.
Honduras ha quedado maltrecha y a expensas de una desarticulación social a partir de las profundas desavenencias de las partes en conflicto. La junta cívico-militar tuvo sus razones para darle curso a una reacción que pienso, se excedió al expulsar al presidente del país.
Por su parte, Zelaya vulneró el orden constitucional pese a las amonestaciones y evidencias expuestas por sus detractores en el intento de detener su rebeldía. Asimismo, los militares tomaron decisiones apresuradas que dieron pie a la ampliación de los márgenes de la represión con tal de impedir el caos.
Lo más sensato que pudiera ocurrir es un diálogo de donde surja un compromiso- entre los beligerantes- de defender la democracia y olvidar los errores cometidos a favor de la estabilidad institucional y del futuro de una nación aún traumatizada por las asonadas militares y la inestabilidad en el transcurso de su historia contemporánea.
La comunidad internacional debe insistir en el regreso- a su debido tiempo- del presidente constitucionalmente elegido y fungir como garante para un entendimiento. Esto puede resultar una vía escabrosa por las consecuencias dejadas por el problema. Hubo muertos civiles, heridos, arrestos y grandes movilizaciones populares de las fuerzas antagónicas. Esto no propicia el ambiente adecuado para un pronto retorno de la situación que había antes del embrollo.
Por el momento, la ortodoxia izquierdista ha sufrido un revés, tal vez más notorio de lo que podría suponerse. Deben readecuar las tácticas y las estrategias. Pensaron que Honduras era un pedazo de jamón y dejaron los dientes en el hueso. El hambre de poder produce espejismos. Cuidado no confundan a El Salvador o a Paraguay con un filete de res a la parrilla. La dentadura postiza también puede terminar hecha añicos.
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