"Cuando en un país reina el orden, es una vergüenza ser hombre pobre y común.
Cuando en un país reina el caos, es una vergüenza ser rico y funcionario".
Confucio
Por Enrique Guillermo Avogadro
Desde que la declaración de bienes que doña Cristina realizó, seguida por la de don Néstor, tomaron estado público, miles de centímetros se han escrito en la prensa y miles de segundos se han dedicado al tema en las radios y canales de televisión, nacionales y extranjeros. Fuera, hemos vuelto a ser el hazmerreír del mundo entero.
El hecho, o la información que se desprende de ambas presentaciones, ha motivado también la formalización de varias denuncias penales contra la pareja presidencial, por la presunta comisión de delitos que van desde la apropiación de bienes públicos al el enriquecimiento ilícito o a la realización de actividades incompatibles con los cargos, etc., sumados a la figura de la asociación ilícita, que no es excarcelable.
Abogados, contadores y periodistas han especulado acerca de cómo han llegado los Kirchner a acumular una suma de dinero de tal magnitud, cómo han conseguido multiplicar sus bienes tan geométricamente y en tan poco tiempo, cómo han obtenido tantos ingresos por alquileres con menos propiedades, cómo existe tal falta de consistencia entre las valuaciones que firma don Néstor y las que firma doña Cristina, por qué declaran valores de venta que duplican a los que figuran en las escrituras, la inmoralidad de adquirir bienes públicos a precios de ganga y revenderlos por cifras siderales, etc.,etc.
En cuanto a las razones para esos movimientos inmobiliarios, las conjeturas pasaron por el ocultamiento de la recepción de "vueltos" y coimas tras los sobreprecios, por la presión a los socios y cómplices para venderles propiedades, por la necesidad de hacerse de efectivo.
Sin embargo, según he visto hasta hoy, las preguntas más graves nadie las ha formulado aún: ¿Por qué lo hicieron? Es decir, ¿por qué presentaron declaraciones patrimoniales que, sabían, no iban a pasar desapercibidas? ¿Por qué hacerlo ahora, después del 28-J, cuando hubieran podido hacerlo antes, cuando todavía podían creerse ganadores? ¿Por qué irritar tanto a la sociedad, después de la publicación de las estimaciones de crecimiento de la pobreza y la indigencia? ¿Por qué hacerlo en el mismo momento en que convalidan la falsificación de las estadísticas y confirman a Moreno?
Creo que, a esta altura de los acontecimientos, nadie cree a don Néstor y a doña Cristina idiotas. Es más, ni sus más acérrimos enemigos los subestiman ni olvidan su capacidad para sacar nuevos conejos de sus galeras. Y nadie desdeña su conservada capacidad de daño.
Entonces, ¿por qué lo hicieron?
Estoy absolutamente convencido que la razón es equivalente a la que los llevó a constituir una empresa de lobby en Santa Cruz, con ellos mismos poniendo la cara como accionistas y directores, para atender la relación entre el Gobierno y las empresas, por encargo de éstas.
Y la misma que hizo que recibieran del ex Intendente Méndez -tan célebre después de la entrevista radial con Jorge Lanata- tierras fiscales a precios de remate y a título personal, de sus funcionarios, sus cómplices y sus parientes, y a no ocultar el enorme lucro resultante de su venta poco tiempo después. Y a poner a su propia sobrina, también beneficiaria de tierras, a investigar el caso.
Y también la misma que los llevó a construir un hotel de lujo en el jardín de su propia casa en Calafate, y a exhibirlo en todos los sitios de Internet. Y a volar en aviones públicos por razones privadas, y a hacer una permanente y obscena exhibición de joyas y de lujos inalcanzables para la gran mayoría de sus súbditos, cuarenta por ciento de los cuales se hayan bajo la línea de pobreza y doce, bajo la de indigencia.
Esa razón, digo, radica en demostrar a todo el mundo que ellos están más allá de la ley, y que la Justicia no puede alcanzarlos. En probarnos que son los reyes absolutos de la Argentina, aún después de perder las elecciones legislativas y, con ellas, las mayorías en las cámaras del Congreso.
Para encontrar actitudes de este tipo debemos remontarnos, como mínimo, a los dictadores africanos o latinoamericanos de décadas pasadas. Así se portaban Idi Amin en Uganda, o Duvalier en Haití, o Batista en Cuba, o Pérez Jiménez en Venezuela, o Stroessner en Paraguay, o Trujillo en R. Dominicana, o tantos otros que dispusieron, por algunos momentos, del poder omnímodo y armado del Estado. Casi como Chávez hoy.
También creo que el momento de la presentación patrimonial tampoco se debió a un error en los tiempos. Estoy convencido que fue elegido para "mojar la oreja" a quienes los derrotamos en las urnas.
Kirchner, a su modo, nos está diciendo que no olvidemos que quien manda en Argentina sigue siendo él, y que nada podemos hacer para evitarlo.
En el mismo sentido fueron la confirmación de Moreno, la desautorización a Boudou, la negativa de Alak a siquiera estudiar la posibilidad de reformar el Consejo de la Magistratura, y los miles de etcéteras -diálogo incluido- que han marcado la gestión pos-derrota de la pareja presidencial.
Por todo eso, convoco a toda la oposición a poner ya mismo punto final, constitucionalmente hablando, a este desmadre que, de continuar, terminará sepultando a la Argentina bajo una lápida demasiado pesada como para ser removida.
Se encuentran reunidos, en exceso, todos los requisitos que la ley exige para iniciar el procedimiento del juicio político. El respeto a unas formas vacías, o el miedo al desgobierno, no nos pueden impedir realizar todos nuestros esfuerzos para evitar una catástrofe.
No soy agorero; muy por el contrario, he formulado propuestas que, a mi criterio, pueden hacer que Argentina se transforme, de inmediato, en un gran receptor de inversiones, indispensables para el desarrollo, el crecimiento, el fin de la marginación social, del hambre y de la desnutrición.
Pero, como dije, para adoptar esas políticas debemos ponernos los pantalones y convertirnos todos en Hombres, con mayúscula. ¿Podremos ponernos, de una vez, los pantalones largos o seguiremos siendo el "país del jardín de infantes", como dijo María Elena Walsh?
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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