En esta 3era. parte intentaremos abarcar otros aspectos de la conducta de un pueblo que ha destrozado las normas y reglas que facilitan la convivencia, por eso la vida del argentino en particular y de los argentinos, en general, es más difícil de llevar.
Por Jorge Héctor Santos
En la 1ra. y 2da. parte de esta nota, hacíamos mención a que los argentinos posponen el reconocimiento de la verdad que envuelve sus vidas. Con esa forma de ser o de actuar dilatan la solución de los problemas los cuales por el simple transcurso del tiempo muerto se complican más. En esta 3era. parte intentaremos abarcar otros aspectos de la conducta de un pueblo que ha destrozado las normas y reglas que facilitan la convivencia, por eso la vida del argentino en particular y de los argentinos, en general, es más difícil de llevar.
Las personas poseen necesidades diversas que solas no pueden satisfacer. Es por eso que hombres y mujeres requieren del medio social para desarrollarse como personas humanas.
Cada individuo integra numerosas agrupaciones de índole social, entre ellas podemos mencionar:
> La escuela.
> El club deportivo.
> El consorcio de vecinos.
> Los sindicatos.
> Las empresas.
> Las congregaciones religiosas.
> Los partidos políticos, etc.
Los individuos cuando necesitan realizar una tarea en común precisan converger hacia un fin que debe ser acordado y aceptado por todos para que el mismo se realice. Esta idea es la predominante cuando se forma una sociedad.
En las sociedades se establecen normas y reglas que hacen posible la convivencia. Si estas no son respetadas la vida de las mismas es difícil de llevar, porque no se respetaran los derechos y deberes que cada uno tiene por igual.
El Estado argentino es un tipo de sociedad. Es un sistema social institucionalizado. Contiene un ordenamiento jurídico que marca las pautas y normas a seguir para conseguir el bien común general de la nación.
Al vivir en sociedad, se hace indispensable un orden, un mecanismo que regule la conducta de las personas, de tal manera que se respeten los derechos y las libertades de todos por igual; con ello surgen las normas llamadas de comportamiento.
La norma ordena el comportamiento humano según un criterio que conlleva una sanción al no ser cumplida. La norma también contempla la posibilidad de utilizar la fuerza para que se cumpla.
El ordenamiento jurídico argentino, la regulación de las conductas individuales y de grupos, el respeto de los derechos y de las libertades individuales y las normas de comportamiento con sus respectivas sanciones están absolutamente alteradas por el gobierno nacional. Esto ha desquiciado a la sociedad argentina y la ha hecho trizas.
Nada de lo que debería ser de una forma se amolda a lo previsto. Lo incorrecto predomina sobre lo correcto y se toma como si fuera la manera de hacerlo, sin tener en cuenta las normas que legislan las mismas.
Las sociedades aniquiladas como la nuestra enferman a sus individuos y a la sociedad en su conjunto. Los pillos ganan sobre la gente honesta. Los corruptos, que no son pocos, saquean de todas formas posibles a quienes con su esfuerzo tratan de cumplir con el deber ser.
Vivir en una sociedad de estas características es muy difícil por la inexistencia práctica de las disposiciones, reglas y normas vigentes. Es la ley de la selva.
A un individuo que se acostumbra a transitar largo tiempo dentro de un país sin normas aplicables le resultará difícil aceptar las normas de otro país y mucho más aceptar las normas de su propio país, si alguien desde el poder pretende volver a imponer el orden que hace funcionar a una sociedad.
Este deterioro es uno de los peores que quedará como legado, entre tantos otros, de la administración Kirchner. Para los Kirchner todo es posible hacerse aunque las leyes, las normas, las costumbres y aún la propia Constitución diga lo contrario.
La sociedad argentina está más enferma de lo que se da cuenta. Quienes tienen la suerte de verla desde el extranjero o bien abstraerse y observarla con mirada abarcadora tipo bosque, pueden dar fe que lo que aquí se señala es correcto.
Aristóteles decía: "El hombre aislado o es un bruto o es un Dios".
No somos ni una ni otra cosa, aunque algún argentino haya soñado o creído ser Dios.
Urgente 24
Regresar a PyD
Contáctenos: politicaydesarrollo@gmail.com
Para suscribirse editor_politicaydesarrollo@yahoo.com.ar
No hay comentarios:
Publicar un comentario