miércoles, 15 de julio de 2009

El diálogo de la reina de los Godos

El llamado al dialogo ha de naufragar. Esto, que parece un pronóstico lleno de escepticismo y con visión sombría de las “buenas intenciones”, no es otra cosa que un examen objetivo de la personalidad política de la reina Tamora y su esposo.

Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse

Los predadores más peligrosos de la naturaleza saben perfectamente que son tan vulnerables como sus propias víctimas. Su instinto les provee, en principio, las defensas básicas sobre los ataques que ellos mismos supieron diseñar contra otros.

Por tal razón, cuando son sorprendidos, suelen fingir estar muertos.
Pueden contener la respiración mucho tiempo y hasta hacer descender la temperatura de su cuerpo para tratar de alejar a quien los ha dominado.
Pero además, son vengativos… de primer nivel.

La venganza es tan antigua y trascendental para los gobernantes perversos que desde la vieja Grecia viven rindiéndole tributo de mil maneras.

La diosa de la venganza era para los griegos Némesis, enfocada sin embargo como raíz de la justicia. Una especie de fuerza compensadora que castigaba la desmesura. Y que inducía a los hombres a ser buenos por temor a la cólera divina.
Némesis, controlaba, además, que nadie fuese excesivamente afortunado.

Hay mil ejemplos de la realidad, pero los “vengadores” que llegaron al poder, acaso parecieron inspirados en obras dramáticas de los grandes escritores. Tenemos el caso de Shakespeare, quien no escribía para que lo leyeran, sino para que lo miraran.
Su obra dramática para teatro, es tan fuerte como lacerante.

La más cruda representación de la venganza, fue lograda por Shakespeare, en su obra “Titus Andrónicus”.

Tito Andrónico (emperador romano) le gana la guerra a la reina de los Godos (Tamora) y, como sacrificio ritual, decide matarle a su hijo más querido ante sus propios ojos. Las súplicas de Tamora, ocupan tanto espacio de la obra como su juramento de venganza, el cual, al final, se cumple.
El juramento de venganza de la reina de los Godos es el ejemplo más atroz e impresionante de una conducta que acaso podría explicar algo más del 90% del gobierno conyugal que hoy nos controla.

Conste que Tamora, al menos, tenía una trágica motivación para vengarse.

Todo ocurre como si estuviésemos asistiendo todos aquí, a un escenario tan inexplicable y de tanta perversidad, que acaso encuentra solamente fundamento en alguna especie de antiguo juramento de venganza.
En principio, la unión simbiótica de los monarcas que vino a darnos a luz a nuestra Tamora criolla, la puso a gobernar en una identificación ética con ideologías que van mucho más allá de lo retórico.

Es un plan de sostenimiento “sine die” de la sangre que no ha secado.
Y no se trata de crímenes de los 70. Mucho más acá, se trata del agro, de la oposición, de la prensa… y de quienes han osado provocar esta derrota.
La venganza es un sentimiento, por antonomasia reactivo, en el que se sufre la incapacidad de olvidar y dejar que el presente cierre las heridas causadas por las ofensas del pasado.
El tiempo no ayuda para que la memoria cicatrice las heridas, por el contrario ésta se vuelve venenosa y despreciativa:
No cesa de lanzar reproches contra un ser odiado y reaviva los recuerdos de dolor, incapaz de sustraerse de las huellas de la excitación rabiosa.
De aquí nacen la frustración y el resentimiento, que son las formas más siniestras de la sed de venganza.
Lo más peligroso en un cualquier ser humano resentido no es su rabia, sino su voluntad despreciativa, su pasión por reavivar en la conciencia el dolor y el deseo inextinguible de hacerle pagar a alguien. Pero entre el querer y el poder, existe una distancia en el tiempo.
El no poder satisfacer inmediatamente el impulso de venganza engendra una rabia impotente que se convierte en desesperación. Pero llega la etapa de la espera y la construcción de planes y formas para su realización, alimentada por la idea obsesiva del resentimiento.
Esta última, impregna al vengativo en su totalidad, y allí mismo lo convierte en un maniático apasionado por llevar a cabo el acto de venganza.

El resentido le echa pues, toda la culpa al objeto de su venganza y, además de devolver el daño, busca lograr una objetiva supremacía sobre su ofensor.
Todas sus esperanzas están abocadas a una victoria decisiva y despiadada cuya finalidad es la desaparición, el “no ser”, de ese enemigo.
Frecuentemente, la venganza se medita en secreto: el vengativo intenta ocultar la rabia y la guarda por un tiempo en su interior, atormentándose por el resentimiento y procurando acallar su pasión rabiosa.
Con el clientelismo político como condición de sostenimiento del poder, con el salvajismo impositivo como condición de trabajo y con la burla como requisito primario para navegar en la seguridad jurídica, el matrimonio ha llegado a dilapidar casi todo en pujas que tienen raíces insondables.

El llamado al dialogo ha de naufragar. Esto, que parece un pronóstico lleno de escepticismo y con visión sombría de las “buenas intenciones”, no es otra cosa que un examen objetivo de la personalidad política de la reina Tamora y su esposo.
El diálogo es pues, sin dudas, una trampa. No otra cosa.
Más temprano que tarde se ha de advertir la maniobra y vendrá el colapso.

Por cuanto aquellas raíces, apestan de un modo tan parecido a un juramento de venganza, que solamente un experto podría darse cuenta de la diferencia

De los “Discursos de la primera década de Tito Livio” de Nicolás Maquiavelo, leemos esta frase:

“El pueblo, engañado por una falsa apariencia de bien, desea muchas veces su propia ruina, y si alguno en quien el pueblo tenga confianza no le persuade, demostrándole que eso es un mal… y dónde está el auténtico bien, traerá sobre la república infinitos peligros y daños. Y cuando la suerte quiere que el pueblo ya no confíe en nadie, como a veces ocurre, entonces, engañado por una mala visión de las cosas ó de los hombres, necesariamente se dirige a su ruina”. (sic)

Si caen los súper poderes y cae la ley de emergencia económica, pues debería caer también el impuesto al cheque.

Y ya no estarán los que han venido propugnando, con enorme crispación, una ciega escritura parlamentaria para cualquier resolución del ejecutivo aún para aquellas que desataron el mayor y mas prolongado conflicto social y político de los últimos 6 años.

Para estos monarcas la prioridad no se halla en línea con reconstruir ningún desquicio, sino que, inversamente, se enfila a emboscar a los invitados uno a uno. Y hacerse los muertos para que vayan entrando al redil.

No sienten en absoluto que hubo derrota alguna.
Por eso es imposible que expresen la verdad en una intención de diálogo

No hay que hacer gran esfuerzo para enfocar el pensamiento y la percepción retorcida de estos sujetos, y debe entenderse que, a toda costa, querrán mantener o incluso profundizar su escenario del mal.
Y vengarse, obviamente… tal como se los indica su propia naturaleza.

Acaso ha de ser este, para ellos, un modo muy agradable de seguir viviendo sin importarles un bledo el devenir de nuestros hijos ni la huella histórica de nuestra conciencia crítica, ni mucho menos cualquier sueño de grandeza que haya quedado como última reserva en nuestras almas.

Pues... ya se sabe… Parece superfluo decirlo:
Cada uno de ellos es una sucursal del otro… casi un holograma.
Piensan igual, quieren lo mismo, se ensañan con idéntica fruición, usan la misma lente para ver la realidad y se conmueven con las mismas sombras.

Pues todo seguirá andando aquí con este parche tan oneroso a cuestas. Y, casi con la certeza peligrosa de que ahora, además, podría sobrevenir un plan de venganzas armadas para saciar el encono personal del matrimonio.

Esperemos entonces todos, tranquila y mansamente, sin perder un solo minuto la conciencia de que, nuestra suerte, está atada al infinito apego por la trapisonda que, desde el pináculo del poder, se nos ha venido mostrando. Y quizás… atada también, a algún raro juramento de venganza…
DE NUESTRA REINA DE LOS GODOS

1 comentario:

julio elias dijo...

Como siempre,una verdadera visión de la actualidad, con un "nivel" al que nos tiene acostumbrado este erudito Sr. Bunse.
Muchas gracias por tener el placer de leerlo.