Ante esta elección legislativa, la escalada y los agravios en la pelea política se extiende y profundiza, amenazando tapar la confrontación de ideas y del modelo nacional, especialmente después de junio y ya definitivamente al encarar el camino hacia el 2011.
Por el Arq. José Marcelino García Rozado
Abundan los indicios acerca de que la pelea política en la Argentina difícilmente decline después de junio, y termine trasladándose hacia la imprescindible confrontación de ideas y modelo a construir a partir de 2011. Las actuales legislativas parecen a esta altura, una simple escalada de agravios, escarches, denuncias y chicanas donde abunda la mediocridad y la falta de buen gusto y pareciera que luego del resultado de éstas, las cosas no solo no mejorarán sino que terminarán empeorando.
Nos avecinamos entonces, a pesar de los resultados –y mucho más allá de ellos- a un par de años incómodos para intentar encaminar la patria, luego de los desaciertos realizados por la actual administración; ajustar el rumbo impreso para soslayar la crisis internacional y preparar las bases para sobre ellas asentar la nueva construcción nacional.
Extraviado el rumbo desde finales de 2006, y luego de la colisión gubernamental contra el sector productivo agropecuario e inmersos en este presente de crispación y crisis –parte culpa de las características de la crisis internacional- y donde permanentemente se desatiende el mediano y largo plazo tras la coyuntura eleccionaria por parte tanto del oficialismo como de la oposición, es casi imprescindible aquietar las aguas y comenzar un período de sana reflexión.
Mientras la enorme mayoría de las naciones se plantean serias discusiones y debates respecto del como y el cuanto, en vistas a las soluciones de la presente crisis, la casi totalidad de la dirigencia política, empresarial y sindical se abocan afanosamente a una estéril pelea que se desarrolla en todos los campos. Tapado por este fárrago de enfrentamientos el pueblo asiste atónito a la total ausencia de ideas y propuestas, de debates y de intercambio de opiniones que les sirva para superar esta etapa de parálisis económica, aumento del desempleo y pérdida de su capacidad de consumo.
Hemos llegado al ridículo de enredarnos en la estupidez de discutir si las candidaturas testimoniales son legales o ilegales, legítimas e ilegítimas, si es moralmente aceptable que alguien se postule a un cargo para traicionar la voluntad popular al no asumirlo de ser electo. Es tal la falta de ética de nuestra dirigencia que arrastran a un pueblo inerte tras sus propias apetencias personales, mientras infinidad de hermanos y hermanas pasan frío, hambre y carecen de una mínima atención educativa y sanitaria.
A este universo viene a sumarse ahora que la propia Justicia termina embarrándose, al permitir que aquellas verdaderas aberraciones éticas y morales se consuman ante la falta casi total de valentía y respeto a la normativa constitucional –apenas un señor Juez de la Cámara Nacional Electoral tuvo la valentía de poner en negro sobre blanco aquel despropósito-; estas transgresiones a la institucionalidad ahondan la de por si falta de garantías de un Estado ausente ante las reales necesidades del pueblo.
El poder fáctico que aún detectan los gobernantes K se encamina irremediablemente a un vuelco poderoso, no importa si las cifras les dan ganadores en territorio bonaerense, ya que la casi totalidad de las mediciones y encuestas les garantiza una merma en los escaños legislativos. Este poderoso vuelco, aunque imperceptible para la soberbia oficialista, marca un antes y un después en el mañana de Argentina.
Este cambio de escenario a producirse aún antes del recambio legislativo, ya que la historia nos muestra que en el peronismo existe una enorme capacidad para adaptarse a “nuevos aires” y por lo tanto muchos de los hoy oficialistas dejarán de serlo –pasándose al sector disidente-desmembrando los bloques sin necesidad de esperar a Diciembre, lo que implicará al poco tiempo una nueva realidad. El nuevo escenario sin embargo no pinta despejado, ya que las falencias que afloraron en éstos tiempos no terminarán desvaneciéndose de la noche a la mañana, abundan los indicios que nos condenan a pensar así.
La Patria necesita imperiosamente de un cambio radical de su dirigencia, un cambio que institucionalice al Estado –en sus tres poderes- y al Gobierno, un cambio que implique debatir con la consigna de acordar, que implique investigar para obtener justicia sin revancha y con espíritu de reconciliación y perdón, que implique fijar “políticas de estado” asentadas sobre los acuerdos y las necesidades populares, que implique que se priorizarán las necesidades de los más humildes y de los desprotegidos –niñez y ancianidad-, que implique que se apuntará definitivamente al desarrollo nacional con justicia social y equidad de oportunidades para todos los habitantes de la Patria.
Ni los Kirchner, ni Scioli ni la enorme mayoría de la actual oposición han pensado jamás en la estética legal ni en la ética pública cuando pergeñaron las candidaturas; pensaron apenas, y sobre todo, en la posibilidad de cosechar votos en los distritos que determinarán cual es el capital político que logran o conservan para iniciar o continuar incidiendo en las decisiones a futuro. Los peronistas –o aquellos que se dicen o esconden detrás del escudo- y los que lo ningunean pero que se aferran a él porque aprendieron que es en su seno donde se deciden por lo general los destinos nacionales y porque de aquel capital terminará dependiendo la estabilidad del Gobierno de Cristina, están inmersos en este lodazal.
Macri, pero muy especialmente De Narváez aunque utilizan y utilizaron el “aparato” peronista intentan “esconderlo” exponiéndose a perder la posibilidad de encarnar la verdadera alternativa al kirchnerismo; este peligroso doble juego –soy peronista si me conviene o los niego- puede terminar por acarrear una enorme confusión y un sentido de orfandad en el pueblo peronista provocando una fuga hacia nuevos horizontes, terminando por ser funcionales a Néstor y Cristina.
La compostura política –ese bien tan escaso hoy día- atrasa tanto en el kirchnerismo como en la oposición peronista y en la otra; quizás producto de esta falencia es que recrudecen los episodios que siembran de dudas y sombras la campaña. Hechos confusos y falaces ya hemos visto en otras instancias electorales que se aclararon como por arte de magia al terminar aquellas, pero que colaboraron y colaboran con el persistente desprestigio al que condenan a la política.
Las irregularidades –tantas veces denunciadas y tan poco investigadas- de otros comicios parecieran que volverán a repetirse dejando un nuevo lastre, que sumado a los ya existentes en el colectivo imaginario popular pueden terminar por convertirse en un “vendaval político” barriendo a muchos que hoy se consideran imbatibles, o las nuevas figuras. Una elección de medio tiempo que solo debería servir para reacomodar sectores y generar posibles nuevos equilibrios se está convirtiendo en un hecho de desequilibrio y con un final cada vez más incierto.
La verdadera pelea por la hegemonía del peronismo –y en especial del bonaerense-, llave de cualquier proyecto de alcance nacional que considere como imprescindible al peronismo, parece haber recuperado preponderancia. Poniendo en juego la débil estructura de lealtades peronistas, la apuesta es de verdad fuerte, o consolidar un proyecto de revancha asentado en la lucha de clases, o iniciar el proceso de una verdadera “transición ordenada”, no la que propone Mauricio, sino la que se generará dentro del mismo Movimiento Nacional.
Tras esta nueva utopía reconstituyente es que nos proponemos iniciar el debate de ideas y propuestas al que convocamos a la totalidad del pueblo de la Patria.
Contáctenos politicaydesarrollo@gmail.com
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Por el Arq. José Marcelino García Rozado
Abundan los indicios acerca de que la pelea política en la Argentina difícilmente decline después de junio, y termine trasladándose hacia la imprescindible confrontación de ideas y modelo a construir a partir de 2011. Las actuales legislativas parecen a esta altura, una simple escalada de agravios, escarches, denuncias y chicanas donde abunda la mediocridad y la falta de buen gusto y pareciera que luego del resultado de éstas, las cosas no solo no mejorarán sino que terminarán empeorando.
Nos avecinamos entonces, a pesar de los resultados –y mucho más allá de ellos- a un par de años incómodos para intentar encaminar la patria, luego de los desaciertos realizados por la actual administración; ajustar el rumbo impreso para soslayar la crisis internacional y preparar las bases para sobre ellas asentar la nueva construcción nacional.
Extraviado el rumbo desde finales de 2006, y luego de la colisión gubernamental contra el sector productivo agropecuario e inmersos en este presente de crispación y crisis –parte culpa de las características de la crisis internacional- y donde permanentemente se desatiende el mediano y largo plazo tras la coyuntura eleccionaria por parte tanto del oficialismo como de la oposición, es casi imprescindible aquietar las aguas y comenzar un período de sana reflexión.
Mientras la enorme mayoría de las naciones se plantean serias discusiones y debates respecto del como y el cuanto, en vistas a las soluciones de la presente crisis, la casi totalidad de la dirigencia política, empresarial y sindical se abocan afanosamente a una estéril pelea que se desarrolla en todos los campos. Tapado por este fárrago de enfrentamientos el pueblo asiste atónito a la total ausencia de ideas y propuestas, de debates y de intercambio de opiniones que les sirva para superar esta etapa de parálisis económica, aumento del desempleo y pérdida de su capacidad de consumo.
Hemos llegado al ridículo de enredarnos en la estupidez de discutir si las candidaturas testimoniales son legales o ilegales, legítimas e ilegítimas, si es moralmente aceptable que alguien se postule a un cargo para traicionar la voluntad popular al no asumirlo de ser electo. Es tal la falta de ética de nuestra dirigencia que arrastran a un pueblo inerte tras sus propias apetencias personales, mientras infinidad de hermanos y hermanas pasan frío, hambre y carecen de una mínima atención educativa y sanitaria.
A este universo viene a sumarse ahora que la propia Justicia termina embarrándose, al permitir que aquellas verdaderas aberraciones éticas y morales se consuman ante la falta casi total de valentía y respeto a la normativa constitucional –apenas un señor Juez de la Cámara Nacional Electoral tuvo la valentía de poner en negro sobre blanco aquel despropósito-; estas transgresiones a la institucionalidad ahondan la de por si falta de garantías de un Estado ausente ante las reales necesidades del pueblo.
El poder fáctico que aún detectan los gobernantes K se encamina irremediablemente a un vuelco poderoso, no importa si las cifras les dan ganadores en territorio bonaerense, ya que la casi totalidad de las mediciones y encuestas les garantiza una merma en los escaños legislativos. Este poderoso vuelco, aunque imperceptible para la soberbia oficialista, marca un antes y un después en el mañana de Argentina.
Este cambio de escenario a producirse aún antes del recambio legislativo, ya que la historia nos muestra que en el peronismo existe una enorme capacidad para adaptarse a “nuevos aires” y por lo tanto muchos de los hoy oficialistas dejarán de serlo –pasándose al sector disidente-desmembrando los bloques sin necesidad de esperar a Diciembre, lo que implicará al poco tiempo una nueva realidad. El nuevo escenario sin embargo no pinta despejado, ya que las falencias que afloraron en éstos tiempos no terminarán desvaneciéndose de la noche a la mañana, abundan los indicios que nos condenan a pensar así.
La Patria necesita imperiosamente de un cambio radical de su dirigencia, un cambio que institucionalice al Estado –en sus tres poderes- y al Gobierno, un cambio que implique debatir con la consigna de acordar, que implique investigar para obtener justicia sin revancha y con espíritu de reconciliación y perdón, que implique fijar “políticas de estado” asentadas sobre los acuerdos y las necesidades populares, que implique que se priorizarán las necesidades de los más humildes y de los desprotegidos –niñez y ancianidad-, que implique que se apuntará definitivamente al desarrollo nacional con justicia social y equidad de oportunidades para todos los habitantes de la Patria.
Ni los Kirchner, ni Scioli ni la enorme mayoría de la actual oposición han pensado jamás en la estética legal ni en la ética pública cuando pergeñaron las candidaturas; pensaron apenas, y sobre todo, en la posibilidad de cosechar votos en los distritos que determinarán cual es el capital político que logran o conservan para iniciar o continuar incidiendo en las decisiones a futuro. Los peronistas –o aquellos que se dicen o esconden detrás del escudo- y los que lo ningunean pero que se aferran a él porque aprendieron que es en su seno donde se deciden por lo general los destinos nacionales y porque de aquel capital terminará dependiendo la estabilidad del Gobierno de Cristina, están inmersos en este lodazal.
Macri, pero muy especialmente De Narváez aunque utilizan y utilizaron el “aparato” peronista intentan “esconderlo” exponiéndose a perder la posibilidad de encarnar la verdadera alternativa al kirchnerismo; este peligroso doble juego –soy peronista si me conviene o los niego- puede terminar por acarrear una enorme confusión y un sentido de orfandad en el pueblo peronista provocando una fuga hacia nuevos horizontes, terminando por ser funcionales a Néstor y Cristina.
La compostura política –ese bien tan escaso hoy día- atrasa tanto en el kirchnerismo como en la oposición peronista y en la otra; quizás producto de esta falencia es que recrudecen los episodios que siembran de dudas y sombras la campaña. Hechos confusos y falaces ya hemos visto en otras instancias electorales que se aclararon como por arte de magia al terminar aquellas, pero que colaboraron y colaboran con el persistente desprestigio al que condenan a la política.
Las irregularidades –tantas veces denunciadas y tan poco investigadas- de otros comicios parecieran que volverán a repetirse dejando un nuevo lastre, que sumado a los ya existentes en el colectivo imaginario popular pueden terminar por convertirse en un “vendaval político” barriendo a muchos que hoy se consideran imbatibles, o las nuevas figuras. Una elección de medio tiempo que solo debería servir para reacomodar sectores y generar posibles nuevos equilibrios se está convirtiendo en un hecho de desequilibrio y con un final cada vez más incierto.
La verdadera pelea por la hegemonía del peronismo –y en especial del bonaerense-, llave de cualquier proyecto de alcance nacional que considere como imprescindible al peronismo, parece haber recuperado preponderancia. Poniendo en juego la débil estructura de lealtades peronistas, la apuesta es de verdad fuerte, o consolidar un proyecto de revancha asentado en la lucha de clases, o iniciar el proceso de una verdadera “transición ordenada”, no la que propone Mauricio, sino la que se generará dentro del mismo Movimiento Nacional.
Tras esta nueva utopía reconstituyente es que nos proponemos iniciar el debate de ideas y propuestas al que convocamos a la totalidad del pueblo de la Patria.
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