La realidad es que fascismo y comunismo son prácticamente la misma cosa: la anulación del individuo y sus libertades, que son reemplazados por la supremacía del Estado.
Por Raquel E. Consigli y Horacio Martínez Paz
Antojadiza e ideologizada manera de separar a las sociedades, nacida de la simple ubicación que ocupaban los representantes con respecto a la presidencia en la Asamblea Constituyente que siguió a la Revolución Francesa. Desde aquella instancia hemos llegado hasta la confusión actual en la que los ciudadanos que se manifiestan “de derecha” son caratulados como “fascistas”, mientras que los que dicen ser “de izquierda” se convierten automáticamente en “comunistas”.
La realidad es que fascismo y comunismo son prácticamente la misma cosa: la anulación del individuo y sus libertades, que son reemplazados por la supremacía del Estado. Si bien el marxismo nace en el siglo XIX con Marx y Engels (Manifiesto Comunista, 1848) y el fascismo en el XX con la Carta del Lavoro (1927) de Benito Mussolini, ambas teorías promueven un estado totalitario, autoritario, omnipotente y opresor, donde los seres humanos son meros números masificados, al tiempo que rechazan de plano el cristianismo y se proclaman ateas. Mussolini, al igual que Marx, llega a decir “Dios no existe”, mientras exalta al socialismo. El marxismo, por su parte, promueve la lucha de clases, la violencia y el terror, como herramientas necesarias para enfrentar al proletariado (la clase oprimida) contra la burguesía (la clase explotadora) y terminar con el estado, protector de la clase explotadora. Además, ambas teorías coinciden en que la lucha económica es también la lucha por el poder político.
Los titulares de los diarios del mundo hablan actualmente de un triunfo electoral generalizado de la derecha en Europa y, sobre todo, del avance de la "ultra derecha" en el parlamento europeo. La izquierda, obviamente, no dio soluciones a la gente en los últimos años, por lo que los ciudadanos del mundo libre buscan alternativas entre las otras propuestas, poniendo sus bazas en los individuos más que en los partidos.
En este sentido, la Unión Europea acaba de dar una lección en las urnas, donde, invariablemente, se ha verificado la ley del péndulo. Europa, izquierdizada por muchos años, ha rotado hacia la derecha. Un marino experto nos diría que el barco pasó muchos años virando a babor hasta que, de golpe, alguien cambió el rumbo a estribor. También hubo muchos años de viraje a estribor que no redundaron en nada positivo. Sencillamente, porque cuando se sujeta el timón en una sola dirección torcida, la nave termina siempre al garete, dando vueltas sobre sí misma, sin posibilidad de poner rumbo a un puerto seguro. Alguna vez escribimos que la ley del péndulo es tan inexorable como la ley de la gravedad. No ha habido parlamento en el mundo que pudiera derogarlas, y quien pueda leer la historia con mente abierta, así lo descubrirá.
Los integrantes de la izquierda argentina, salvo honrosas excepciones, están convencidos de que Barack Obama es comunista y los apoyará, al igual que Lula, Michelle Bachelet o Ángela Merkel. Curiosamente, la "derecha" nacional piensa lo mismo. Siempre se equivocan estrepitosamente, porque el mundo actual pasa tremendamente lejos de Argentina y sus ideólogos de turno, sumergidos en inútiles diatribas y enfrentados unos contra otros, tratando de probar las bondades de teorías totalitarias, que tuvieron su impacto en el pasado con la consecuencia de las dos horrorosas guerras que asolaron el siglo XX y tras las cuales el mundo debería haber escarmentado
En nuestro país necesitamos una izquierda y una derecha auténticas, que se hagan dignas de respeto por su propio respeto a los individuos que depositan en ellas su confianza y su esperanza, integradas por ciudadanos honestos y responsables que terminen con los discursos anacrónicos del comunismo y el fascismo, superados hoy por la realidad del tercer milenio, una realidad que debe apuntar a la lucha por la unidad de la raza humana y por un Estado solidario y responsable, comprometido profundamente con el bienestar de todos y cada uno de los seres humanos que pueblan el planeta.
La Argentina que yo quiero
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Contáctenos: politicaydesarrollo@gmail.com
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Antojadiza e ideologizada manera de separar a las sociedades, nacida de la simple ubicación que ocupaban los representantes con respecto a la presidencia en la Asamblea Constituyente que siguió a la Revolución Francesa. Desde aquella instancia hemos llegado hasta la confusión actual en la que los ciudadanos que se manifiestan “de derecha” son caratulados como “fascistas”, mientras que los que dicen ser “de izquierda” se convierten automáticamente en “comunistas”.
La realidad es que fascismo y comunismo son prácticamente la misma cosa: la anulación del individuo y sus libertades, que son reemplazados por la supremacía del Estado. Si bien el marxismo nace en el siglo XIX con Marx y Engels (Manifiesto Comunista, 1848) y el fascismo en el XX con la Carta del Lavoro (1927) de Benito Mussolini, ambas teorías promueven un estado totalitario, autoritario, omnipotente y opresor, donde los seres humanos son meros números masificados, al tiempo que rechazan de plano el cristianismo y se proclaman ateas. Mussolini, al igual que Marx, llega a decir “Dios no existe”, mientras exalta al socialismo. El marxismo, por su parte, promueve la lucha de clases, la violencia y el terror, como herramientas necesarias para enfrentar al proletariado (la clase oprimida) contra la burguesía (la clase explotadora) y terminar con el estado, protector de la clase explotadora. Además, ambas teorías coinciden en que la lucha económica es también la lucha por el poder político.
Los titulares de los diarios del mundo hablan actualmente de un triunfo electoral generalizado de la derecha en Europa y, sobre todo, del avance de la "ultra derecha" en el parlamento europeo. La izquierda, obviamente, no dio soluciones a la gente en los últimos años, por lo que los ciudadanos del mundo libre buscan alternativas entre las otras propuestas, poniendo sus bazas en los individuos más que en los partidos.
En este sentido, la Unión Europea acaba de dar una lección en las urnas, donde, invariablemente, se ha verificado la ley del péndulo. Europa, izquierdizada por muchos años, ha rotado hacia la derecha. Un marino experto nos diría que el barco pasó muchos años virando a babor hasta que, de golpe, alguien cambió el rumbo a estribor. También hubo muchos años de viraje a estribor que no redundaron en nada positivo. Sencillamente, porque cuando se sujeta el timón en una sola dirección torcida, la nave termina siempre al garete, dando vueltas sobre sí misma, sin posibilidad de poner rumbo a un puerto seguro. Alguna vez escribimos que la ley del péndulo es tan inexorable como la ley de la gravedad. No ha habido parlamento en el mundo que pudiera derogarlas, y quien pueda leer la historia con mente abierta, así lo descubrirá.
Los integrantes de la izquierda argentina, salvo honrosas excepciones, están convencidos de que Barack Obama es comunista y los apoyará, al igual que Lula, Michelle Bachelet o Ángela Merkel. Curiosamente, la "derecha" nacional piensa lo mismo. Siempre se equivocan estrepitosamente, porque el mundo actual pasa tremendamente lejos de Argentina y sus ideólogos de turno, sumergidos en inútiles diatribas y enfrentados unos contra otros, tratando de probar las bondades de teorías totalitarias, que tuvieron su impacto en el pasado con la consecuencia de las dos horrorosas guerras que asolaron el siglo XX y tras las cuales el mundo debería haber escarmentado
En nuestro país necesitamos una izquierda y una derecha auténticas, que se hagan dignas de respeto por su propio respeto a los individuos que depositan en ellas su confianza y su esperanza, integradas por ciudadanos honestos y responsables que terminen con los discursos anacrónicos del comunismo y el fascismo, superados hoy por la realidad del tercer milenio, una realidad que debe apuntar a la lucha por la unidad de la raza humana y por un Estado solidario y responsable, comprometido profundamente con el bienestar de todos y cada uno de los seres humanos que pueblan el planeta.
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