jueves, 4 de junio de 2009

La OEA y Cuba: La batalla recién comienza

No me opongo al levantamiento de la suspensión contra Cuba. Sin embargo, me parece que el gobierno de Obama debe usar la medida para montar una gran ofensiva diplomática que presione a la dictadura militar cubana a permitir libertades fundamentales.

Por Andrés Oppenheimer

La histórica decisión de los 34 países que integran la Organización de los Estados Americanos (OEA) de levantar la suspensión de 1962 a Cuba fue la parte fácil. Ahora viene el verdadero reto: hacer que la OEA le exija a la dictadura de Cuba que respete las cláusulas de democracia de la organización para que la isla se pueda reintegrar a la institución.

Eso no se resolverá a corto plazo, y ustedes y yo lo sabemos.

A menos que el régimen militar de Cuba decida permitir que se celebren elecciones libres, o que el gobierno de Obama decida olvidarse de sus promesas de luchar por la democracia en las Américas, la decisión de la OEA el miércoles en su Asamblea General no hizo mas que posponer el debate sobre la readmisión de Cuba a la organización.

Según el acuerdo de consenso que fue aplaudido por todos los países miembros --entre ellos Estados Unidos-- como un logro ''histórico'', la OEA levantó la suspensión de cuatro décadas contra Cuba, y comenzó un proceso para invitar a Cuba a reintegrarse al grupo sobre la base de las ''prácticas, propósitos y principios'' de la entidad.

Aunque la decisión del miércoles fue una victoria propagandística para Venezuela, Ecuador, Nicaragua y otros países admiradores del régimen militar cubano, y aunque el gobierno del presidente Obama hizo bastantes concesiones en sus esfuerzos iniciales para establecer condiciones al levantamiento de la suspensión, el resultado final de la reunión de la OEA dependerá de cómo se interprete la resolución final adoptada.

Según un comunicado de prensa de la OEA, la resolución final --además de acordar el levantamiento de la suspensión a Cuba-- establece que ``la participación de Cuba en la OEA será el resultado de un proceso de diálogo iniciado a solicitud del gobierno de Cuba y de conformidad con las prácticas, propósitos y principios de la OEA''.

Según funcionarios de Estados Unidos, esto significa que para que Cuba pueda volver a ser un miembro pleno de la OEA, tendrá que acogerse a la Carta Democrática, que exige que los Estados miembros se guíen por los ``elementos esenciales de la democracia representativa''.

La Carta de la OEA es muy específica. El Artículo 3 expresa que estos ''elementos esenciales'' incluyen ''el respecto a los derechos humanos'', realizar ''elecciones periódicas, libres, justas y secretas'', así como tener un ``sistema pluralista de partidos políticos''.

El presidente de Cuba, el general Raúl Castro, y su hermano Fidel, que todavía tiene un gran poder en la isla, han dicho repetidamente que no permitirán partidos políticos, elecciones libres, ni libertad de expresión. Para protegerse de presiones democráticas, los generales cubanos han dicho que no quieren pertenecer a la OEA, alegando que la institución es un ``títere del imperialismo yanqui''.

Pero los países latinoamericanos pueden interpretar el acuerdo del miércoles de otra manera, y decir que Cuba ya está cumpliendo con los principios generales de la OEA, y que la ausencia de elecciones libres no es una infracción mayor que el embargo comercial estadounidense a la isla. El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, dijo el miércoles que se siente optimista de que los miembros de la OEA encontrarán un mínimo común denominador para readmitir a Cuba ``en los próximos meses''.

Los países latinoamericanos y caribeños elogiaron la decisión de la OEA de levantar la suspensión, calificándola de histórica.

''Hoy es un día histórico y un día de regocijo para todos los americanos'', dijo el canciller argentino Jorge Taiana en la reunión de la OEA. “Hemos terminado con un anacronismo”.

Pero los grupos de derechos humanos y partidarios de la democracia señalan que el verdadero anacronismo es la negativa de Cuba a permitir el libre acceso del pueblo cubano a internet, a permitir que los cubanos se expresen libremente, o que puedan afiliarse a sindicatos o partidos políticos independientes.

Mi opinión: Tal como lo señalé en mi columna del 24 de mayo, casi dos semanas antes de la votación, no me opongo al levantamiento de la suspensión contra Cuba. Sin embargo, me parece que el gobierno de Obama debe usar la medida para montar una gran ofensiva diplomática que presione a la dictadura militar cubana a permitir libertades fundamentales.

Si Obama no aprovecha su popularidad en América Latina y sus ramas de olivo hacia Cuba para conseguirlo, y Cuba se reintegra a la OEA sin realizar una apertura política, sus críticos republicanos tendrán razón para acusarlo de haber abandonado la promesa de campaña que hizo el 23 de mayo del 2008, cuando afirmó que ''nunca, jamás, comprometería la causa de la libertad'' en Cuba. Ojalá que Obama demuestre que sus críticos están equivocados.

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