sábado, 18 de julio de 2009

Algunas Propuestas Duras para la Agenda del Diálogo y para el Congreso


"Buscar y decir la verdad, tal y como se piensa, no puede ser nunca un delito. La conciencia es libre"
Castellio (1551)

Por Enrique Guillermo Avogadro

El Gobierno ha decidido ignorar la realidad y la triste oposición que hemos sabido conseguir está dando, frente a la confusa convocatoria al diálogo realizada desde Tucumán el 9 de Julio, una muestra más -por si fuera necesaria- de la ceguera que le impide ver los verdaderos problemas del país y de la luchas de personalismos que la corroen y, con ello, ha cedido otra vez la iniciativa al kirchnerismo.

Por eso yo, que en general destino mis notas a criticar duramente el proceder del Gobierno, me siento en la obligación de realizar un aporte constructivo para la confección de una agenda para esas reuniones pero, sobre todo, para la acción legislativa.

La coyuntura actual de la Argentina -con su cúmulo de problemas creados por don Néstor y su cohorte de adláteres y obsecuentes, que se reflejan en la crisis fiscal y en el sideral crecimiento de la pobreza y de la indigencia- tiene al frente soluciones inmediatas, pero que requieren de un enorme coraje cívico y de desprendimiento político para acceder a ella.

Kirchner ha destruido, voluntariamente, el aparato productivo del país, sobre todo en sus principales sectores: los hidrocarburos, el campo y la agroindustria.

La falta de inversión que acompañó a la Argentina desde el default y la crisis de 2001, pudo compensarse con los grandes stocks de capacidad instalada, industrial y de generación energética que dejó el denostado período de Menen, hasta que el crecimiento de la economía durante la gestión de don Néstor los llevó a su techo.

Creo que esa fue la principal razón para el quiebre en ese proceso de crecimiento y de ocupación de mano de obra que se produjo a comienzos de 2007, cuando la demanda de bienes no encontró un parejo correlato en la oferta y comenzó un proceso inflacionario de manual.

El Gobierno, enceguecido, sólo atinó a romper el termómetro, pero la fiebre, como es bien sabido, continuó afectando al organismo social.

Cuando el crecimiento real se detuvo y empezó a flaquear la recaudación, se intentó confiscar al campo y, al fracasar esta tentativa, comenzó una guerra suicida contra el interior, que afectó no solamente a los productores sino a todo el enorme espectro de industrias y servicios que los atienden para satisfacer sus necesidades.

Además, las distintas trabas y prohibiciones a la exportación hicieron que Argentina perdiera mercados internacionales que, me consta personalmente, costó muchísimo obtener. Pero, además, terminaron con los tambos y con los rodeos ganaderos, y la demonizada sojización del país nos obligará a importar trigo y carne.

En lo que al petróleo y al gas se refiere, las políticas públicas han hecho que tampoco se invirtiera en la exploración y, con ello, nuestro país viera sus reservas licuadas por completo, acercando sus horizontes a pocos años.

El último y desesperado movimiento fue la confiscación de los ahorros particulares que se encontraban en las AFJP's que, es verdad, de no haberse realizado, hubiera acelerado mucho la crisis fiscal. Sin embargo, la gigantesca fuga de capitales que se produjo desde entonces, y que fue una de las consecuencias de la medida, compensó con exactitud los montos apropiados.

Todo esto, como digo, tiene solución, y una solución rápida y eficiente, pero dolorosa y heroica.

Lo primero que Argentina tiene que hacer es recuperar la confianza, interna y externa, en sus estadísticas y en su seguridad jurídica. Sin esos elementos, nuestro país continuará fuera del mundo y excluido de los escenarios de inversión, aún de los organismos multilaterales de crédito.

Hemos caído, en estos aspectos, tan bajo que, para poder dar muestras inmediatas de cambio de imagen se deben hacer dos cosas. La primera, obviamente, es la normalización del Indec, pero esa normalización debe ser creída por el mundo entero.

Para lograrlo, además de reincorporar a los prestigiosos profesionales que lo conducían hasta enero de 2007, deberemos hacer que su labor sea supervisada por reconocidos expertos internacionales, capaces de otorgar credibilidad externa por su mera presencia.

La segunda es aún más difícil, pero indispensable. Para su recomendación me inspiro en Brasil que, a través de una ley, obtuvo hace tiempo grandes flujos de capitales privados para sus obras públicas, mediante un mecanismo de asociación de ambas fuentes de financiamiento.

Se trata de constituir, en el exterior y bajo jurisdicción externa, un fondo de garantía formado por acciones de empresas locales que cotizan en la bolsa de Nueva York y, por ello, son absolutamente líquidas; en nuestro caso, se utilizarían los paquetes accionarios que, por la confiscación de las AFJP's, se encuentran en manos de la ANSES. Y se trata también, y aquí lo doloroso, de otorgar a tribunales extranjeros jurisdicción sobre los contratos en Argentina.

Con esas dos medidas, por supuesto transitorias, nuestro daría un salto cualitativo enorme y tardaría "diez minutos" en recibir ingentes inversiones, que le permitirían recuperar el camino del crecimiento, especialmente en aquellos sectores que, como los alimentos, se encuentran fuertemente demandados, pese a la crisis internacional.

Soy absolutamente conciente de que esta idea será bombardeada y denostada, que los nacionalistas ultramontanos y los izquierdistas miopes y trasnochados comenzarán a hablar de entrega o de "cipayismo", pero ni siquiera ellos podrán objetar su efectividad para lograr el objetivo buscado.

Por eso pido, o ruego, a los dirigentes de la oposición que piensen en esto, que lo discutan y que lo lleven a la práctica. Pero que lo hagan rápido, pues la Historia no espera, y la catástrofe está a la vuelta de la esquina.

Recuperado el clima propicio para el crecimiento de las áreas sembradas y de los rebaños, de la exportación de alimentos industrializados, del sector de la maquinaria agrícola y hasta el de servicios, deberemos aprovechar el tiempo para rediseñar todo el sistema impositivo argentino; sus detalles y sugerencias motivarán otra nota.

Y las divisas que las mayores exportaciones produzcan y el incremento de la recaudación que generará el natural aumento de la actividad deben ser utilizadas para ir saldando la enorme deuda social que nuestro país tiene con su población.

A medida que logremos aumentar los ingresos de nuestros compatriotas de menores recursos, éstos los volcarán en satisfacer sus necesidades inmediatas, creando a partir de allí un círculo virtuoso opuesto en un todo a la corrupta y arbitraria distribución de subsidios a quienes más tienen, que terminan siempre en una mayor fuga de divisas.

Con ello comenzaremos a pagar, además, parte de esa enorme deuda social que todos hemos contraído con nuestros hermanos más pobres, traducida en hambre, en desnutrición y en falta de educación. De todos los males que afligen a nuestro país, éste es sin duda el más grave y el que requiere una solución más urgente. Pero esa solución -y excluyo a la caridad- sólo puede provenir del desarrollo y del crecimiento económico. Si lo logramos, si conseguimos crear ese círculo virtuoso al que me referí en el párrafo anterior, Argentina podrá aspirar, en pocos años, a un mejor destino, fundamentalmente distinto de éste, que sólo nos lleva a la decadencia y al fracaso.

Otro objetivo deberá ser facilitar a la industria argentina su reconversión, de modo tal que pueda producir, ya que no dispone de un fuerte mercado interno para su sustentación, para los mercados externos de gran lujo. Para no extenderme en este rubro, sugiero a los curiosos leer la nota "Una respetuosa sugerencia a la Unión Industrial", que se encuentra en http://egavogadro.blogspot.com

Con relación a las dos empresas más caras al imaginario nacional argentino, es decir, YPF y Aerolíneas, una vez más propongo seguir el ejemplo de Brasil. Petrobras, hoy una de las mayores compañías de petróleo del mundo, tiene fuerte participación privada en su capital, lo cual permite un severo control sobre su gestión y sus resultados, impidiendo que se repita el proceso de endeudamiento y sobredimensionamiento del plantel de personal que afectó históricamente a nuestra petrolera y que hoy lo hace con PdVSA y PEMEX. Lo mismo se podría hacer con la línea aérea, satisfaciendo así a quienes lamentan la privatización de ambas, y hasta con los ferrocarriles de cercanías.

No desconozco la importancia de la reforma política, establecida en primer lugar como tema del diálogo por el Gobierno, pero faltan dos años y medio para las próximas elecciones, y Argentina tiene mayores y más urgentes problemas.

Cristina Fernández tiene, todavía, la posibilidad del bronce y del homenaje, pero necesita dejar de ser Kirchner y prescindir de aquellos hombres que, en su gobierno, son instrumentos de su marido. Y tiene, también, la posibilidad del hierro carcelario y la repulsa, política y jurídica.

Es ella, y sólo ella, quien tiene esa opción. Rezo porque elija el camino correcto. Si otra vez su elección es mala, habrá llegado el momento de recurrir a los mecanismos constitucionales previstos para su destitución.

Enrique Guillermo Avogadro
Abogado

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